Macho: Libro sobre Roberto Martín Pérez: 28 años de prisión política en Cuba.
Roberto Martín Pérez: Indoblegable durante 28 años en el presidio político castrista.
Autor: Rafael Cerrato
Alexandria Library Publishing House 570 páginas Adquiera el libro en papel [aquí] Adquiera el libro para Kindle [aquí]
El autor, Rafael Cerrato.
El autor, Rafael Cerrato, nació en Córdoba, España. Tiene varias obras publicadas, las últimas son: Amanecer en la Higuera; Hojas de Otoño, Lepanto: La batalla inacabada, Desde el corazón de Irán (esta última también publicada en ingles) y El Imperio perdido de los Jázaros. Es un investigador interesado en dar a conocer importantes verdades históricas, que aunque hayan permanecido en la sombra, son esenciales para la comprensión del presente.
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Roberto Martín Pérez sobresale como uno de los verdaderamente heroicos prisioneros políticos cubanos de esta trágica etapa de la historia... Es uno de los hombres más admirables que yo he conocido en mi vida. Lincoln Díaz-Balart
En este libro está todo: grandezas y pequeñeces. De un bando y de otro. Lo mejor y lo peor del ser humano. Más que un libro de memorias, es un aleccionador libro que rescata, para las futuras generaciones, una parte importante de nuestra historia. Es también un libro valioso en su carácter de denuncia: si una sola persona descubriese en sus páginas el horror de estos 50 años de dictadura castrista, habría cumplido su cometido. Manuel C. Díaz
Introducción:
La insistencia de mi buen amigo Paco de León, al fin dio resultado. Paco y su familia que pudieron abandonar Cuba en el éxodo del Mariel, tan solo con lo puesto, me pedían una y otra vez que escribiera algo sobre el tema cubano. Al no encontrarme suficientemente preparado para ello, a pesar de mis numerosos viajes a Miami donde Cuba se respira y está bien presente, le fui dando largas al asunto.
Era la feria del libro del año 2008, a principios de noviembre y ante tanta insistencia, aproveché para adquirir varias obras literarias sobre el tema cubano: libros muchos de ellos difíciles de encontrar en España.
De regreso a Barcelona empecé a leerlos y ante mi sorpresa, a pesar de creer estar más o menos bien informado, supe enseguida qué apenas conocía nada de aquella mal llamada «Revolución Cubana» y qué mis conceptos sobre la misma estaban equivocados. Ante mí se abrió un cúmulo de posibilidades para escribir no uno, sino cientos de libros. El tema da para ello.
Lo que iba leyendo fue cambiando mi percepción sobre Cuba y su «Gobierno Dictatorial»: la romántica idea que sobre aquellos tiempos yo tenía desde mi época de estudiante universitario, se fue desvaneciendo en el aire; el póster y las camisetas con la imagen sentimental del Che Guevara, se me desdibujaron y se transformaron en las de un loco y peligroso asesino.
Poco a poco fui consciente de las falsedades y mentiras qué, a base de repetitivas, yo y muchos occidentales, tenemos sobre aquella «Cruel Dictadura». A partir de entonces fui escogiendo temas y estudiando personajes; el sufrimiento de sus habitantes; sus numerosos asesinatos; su inhumano sistema penitenciario; los intentos del dictador cubano para desestabilizar el mundo occidental y sobre todo, la inacción del resto del mundo ante semejante situación y la culpable complicidad de gran parte de gobernantes que se dicen «Democráticos y Defensores de los Derechos Humanos». Ya estaba decidido a meterme con el trabajo y buscaba una perspectiva o un personaje digno de destacar. De pronto encontré un hombre que me impactó: Roberto Martín Pérez.
Un hombre que se propuso luchar contra la tiranía desde el primer día. Un hombre que pasó veintiocho años en el «infierno» de las cárceles cubanas. Un hombre qué desde el presidio supo aglutinar a los presos de todas las tendencias para que se trazaran una meta común: «desafiar al dictador». Un hombre que sufrió en sus propias carnes las más humillantes y degradantes heridas que puede sufrir cualquier ser humano. Un hombre que vio como eran torturados y asesinados numerosos de sus compañeros. Un hombre que fue capaz de enfrentarse sin miedo a los hermanos Castro, aun sabiendo que esto podría costarle la vida. Un hombre que a los pocos días de salir de presidio, sin tomarse un respiro, siguió luchando por la libertad de su pueblo desde todos los frentes posibles y que no descansará hasta lograrlo. Un hombre que debe ser un ejemplo para todos los cubanos.
Una vez escogido el tema, llamé a mi casi hermano Paco al que expuse mi elección y le pedí que me facilitase el contacto con el personaje: días después ya tenía su número de teléfono y no dudé en llamarle.
Me encontré con una voz grave y alegre, pero al mismo tiempo juvenil, a la qué me presenté y expuse mi idea. Para mi sorpresa, ni una duda, ni una pregunta sobre mi trayectoria, sólo un: «adelante, véngase por aquí y hablamos».
Al fin, fijamos una fecha para encontrarnos y la frase de presentación confirmó mi impresión: «Que Dios le bendiga». Frase que como pude comprobar más tarde, siempre repite como colofón a sus conversaciones. Aquellas palabras me dieron tal tranquilidad y confianza qué, desde aquel momento supe que haría aquel trabajo.
Intenté buscar el máximo de datos sobre su vida, tanto en libros como en Internet: en los libros encontré pocas, pero las suficientes noticias para trazarme un plan de trabajo; en Internet ya era otra cosa.
Enseguida me di cuenta del uso y manipulación que desde Cuba se hace de este medio de comunicación, de tal manera que todos los disidentes que han podido escapar de aquel infierno y qué de alguna manera han intentado luchar por la libertad de su patria, son considerados “gusanos”, “traidores”, “terroristas”, “agentes de la CIA”, “asesinos” y otras lindezas por el estilo. Por este camino solo conseguiría enredarme; necesitaba irme para Miami lo antes posible.
Pocos días después el avión: largas horas de vuelo; interminables controles en el aeropuerto y sin descansar un instante, con mi amigo Paco que me estaba esperando, directamente al restaurante Versalles: “Sancta Sanctórum” del exilio cubano.
Aún sin conocerlo supe que era él apenas verle. Un hombre fuerte de aspecto juvenil a pesar de los sufrimientos por los que ha pasado, completamente calvo, con un gran tabaco en su boca y con una contagiosa sonrisa en sus labios.
No tuve necesidad de preguntar nada; tal fue la atracción experimentada qué, al instante supe de quién se trataba. Su aureola de líder pude reconocerla apenas verle y en la distancia que nos separaba, unos veinte o treinta metros, notaba la influencia que empezaba a ejercer sobre mí, según me iba aproximando. Fui a estrecharle la mano pero se me adelantó: me dio un beso en cada mejilla; pronunció unas cariñosas palabras de bienvenida y a partir de ese instante se estableció entre nosotros una corriente de tal intensidad que ya no tuve dudas de qué aquel hombre sería para mí, algo más que un amigo.
A él debió pasarle algo similar, porque apenas llevábamos hablando unos minutos me dijo: «Yo catalogo a las personas apenas verlas y desde este momento tú eres mi amigo, y cuando afirmo esto lo digo en el más amplio sentido de la palabra y con todas sus consecuencias, así que adelante, a hacer el libro».
Al día siguiente, y así durante un mes en esta primera visita, comenzaron las largas sesiones de grabación en las qué me fue desgranando su interesantísima vida, al tiempo que nuestra amistad se iba consolidando. Para terminar: antes de regresar a España me entregó varias carpetas llenas de artículos, fotografías y otros documentos que guardo como oro en paño y qué prometí devolverle en cuanto terminase esta obra. Después; numerosos viajes y cientos de grabaciones hasta que al fin pude acabar el trabajo.
El autor
Modesto Arocha marocha@alexlib.com
Publicado [Aquí]
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