BERGOGLIO Y LA REBELIÓN DE LA GRANJA Por Hugo J. Byrne
“Si yo sé que mi vecino es belicoso, irrespetuoso y asesino, no me burlaría de él, ni haría caricaturas que lo ofendieran, simplemente no lo trataría y lo ignoraría, así de simple”. (Párrafo escrito por otra persona y agregado en el correo de un amigo). En 1968 mi familia y yo vivíamos en un apartamento de la ciudad de Los Ángeles. Mi hermano residía en otro no muy lejos de mí, frente al de mi madre. Entonces esos barrios a diez millas o más del centro de la ciudad eran relativamente tranquilos. El crimen era reprimido de acuerdo a la ley y los ciudadanos razonablemente amparados por las fuerzas del orden. En la policía inspiraba el legado de William H. Parker III, quien fuera jefe de “Los Angeles Police Department” durante muchos años hasta su deceso en 1966. En el barrio donde residían mi madre y hermano había muchas familias con hijos pequeños cuyos padres trabajaban. Muchos niños tenían que dividir el día entre la escuela, guarderías infantiles, o la supervisión de otros familiares durante horas de trabajo. Algunas millas al noreste, mis hijas mayores caminaban a una escuela parroquial, a escasa distancia de mi residencia. Un recién venido al barrio de mi hermano era un sujeto acusado de pedofilia, quien había servido prisión con anterioridad por actos de impudicia pública. Parece que la acusación de pederastia era legítima, pero la evidencia fue invalidada por la corte a causa de un error del agente que efectuó el arresto. Me enteré de que los vecinos de mi hermano decidieron “hacer algo” para encarar el peligro. Como afirmé en el primer párrafo, ese lugar no era exactamente mi vecindad, aunque cercano. Una mañana el sujeto encontró su auto con todas las ruedas desinfladas: tenía huecos de cuchilla para que no pudieran repararse. La policía intervino, pero la pesquisa no arrojó resultados. Dos semanas después el pedófilo fue atendido por paramédicos, quienes le suturaron una herida contusa en su calva producto de un sólido estacazo. El culpable del ataque no fue identificado, pues se dio a la fuga amparándose en la obscuridad. La agresión ocurrió de noche y en la acera frente al edificio. “Casualmente”, la luz de la calle había sido rota de una certera pedrada. Al mes siguiente el indeseable se fue “con su música a otra parte”: desapareció del barrio. ¿Condono la “justicia de acera”? No, aunque entiendo el pánico de quienes trataban de proteger a sus hijos. En el otro extremo de ese acto ilegal está la noción idiota expresada en el párrafo que cito en el encabezamiento de este trabajo. Quien aconseje ignorar la vecindad de un asesino carece por completo de materia gris. “Así de simple”. Este artículo se titula “Bergoglio…” ¿Por qué no “Francisco I”? Es por razón histórica. Si escribo “Alejandro VI” probablemente la inmensa mayoría de los lectores no tendrían la más remota idea de a quién me refiero. Ahora bien, si escribo “El Papa Borgia”, al menos algunos tendrían una idea real de su identidad. Por supuesto que ese apellido está italianizado. El nombre original es Borja. Fue así porque a Rodrigo Borja claramente le convenía esa italianización. La historia prueba que su primer y esencial interés fue el papado y que para mantenerlo tenía que congraciarse con Roma y la legua de Dante. Quien lo dude debe consultar su biografía. Una de las mejores se titula precisamente “El Papa Borgia”, escrita por un cubano ilustre; el veterano coronel y constituyente Orestes Ferrara. Sucede que los italianos tienen dificultad pronunciando la supremamente castiza “j”. Quizás los más viejos entre nosotros recuerden a Caruso cantando en español: “Tus ojos…”, que sonaban algo así como “Tus ogos…” Además, Bergoglio es un apellido italianísimo. ¿Recuerdan el chiste sobre el argentino que decía sorprenderse de tantos “apellidos argentinos” en Italia? Quizás en años venideros Bergoglio será conocido más por su nombre de pila que por “Francisco”. Muchísimos entre mis compatriotas se sintieron dolidos, sorprendidos y tristes al enterarse de la intervención papal facilitando la infamia entre Obama y Castro, la que a través de medidas ejecutivas de Washington del 15 enero del 2015 elimina prácticamente las únicas medidas efectivas del llamado “embargo”. Esos decretos facilitan que el Régimen Castrista sea financiado por nosotros. Sí amigo lector, “así de simple”. De aquí que la ignorancia en esa sorpresa (aunque sea honesta) es voluntaria. Desde hace mucho tiempo entendí la diferencia entre la iglesia de Roma y la religión que me enseñaron mis padres. La realidad nunca ha existido para quien no desee verla, oírla y tocarla. Pero es visible, audible y palpable. El fanático ignora la realidad a costa de lo que sea. Por ejemplo, Obama afirmó que aumentar los impuestos en las ganancias a largo plazo es cosa de justicia, sin importar que perjudique tanto a los trabajadores como al erario público, si puede “mejorar a la minoría”. En otras palabras, para alcanzar la quimérica igualdad impuesta desde arriba, su método es disminuir el nivel de vida de todos. ¿El evangelio de la “liberación”? You bet! Dijo que si alguien ha tenido éxito en sus objetivos, el crédito de ello no reside en sus esfuerzos individuales, sino que emana de lo que los estatistas llaman “la comunidad”. Su antigua Secretaria de Estado, quien aspira a ser la primera mujer presidente de Estados Unidos, denunció recientemente también al comercio libre afirmando que los negocios y las corporaciones no crean trabajos. ¿Quién los crea, Sra. Secretaria? ¿La burocracia gobernante? ¿Crecen en los árboles? Ni corto ni perezoso el Papa Bergoglio se ha unido al reclamo absurdo sobre las maldades del capitalismo. Se dispone ahora a redactar una encíclica condenando el progreso humano que cree dañino a la pureza ambiental, soslayando de paso que el hombre es también la obra de Dios y que sus intereses han sido avanzados extraordinariamente mediante el comercio libre y la inventiva que éste desata, liberándonos de las muy pesadas cadenas del obscurantismo medieval. Vienen a la mente las imágenes de Copérnico, Galileo y Colón, victimizados por los Bergoglios de su tiempo. Argentina es una nación hermosa, de grandes recursos naturales. Otros hispanos proponen que muchos argentinos están demasiado convencidos de ello y se tornan fanfarrones. Para mí esa generalización es inaceptable. Son muchas y buenas las amistades que me honran entre mis antiguos compañeros de trabajo argentinos. Lo que escribo se publica en la Patria de José de San Martín y Domingo Sarmiento, cortesía generosa de los compatriotas de esos próceres. Para averiguar el motivo escondido en la política deleznable de Bergoglio es necesario estudiar su congregación jesuita. Estudiemos las muchas y tenebrosas implicaciones históricas de la “Compañía de Jesús”, única que no responde al Vaticano y que ahora por la primera vez en la historia, lo controla. Quien lo dude debe averiguar de dónde y cómo surgió el llamado “evangelio de la liberación” y la biografía de su siniestro promotor, el finado Pedro Arrupe. ¿Ha beneficiado al medio ambiente la revolución industrial y científica? No de acuerdo al neo marxismo “verde”, pero las masas empobrecidas de Asia Central y África no lo conocieron antes de bien avanzado el siglo XX. Aún hoy allá sufren esclavitud, tratamiento inhumano de mujeres, guerras tribales y religiosas. Solamente en Israel el desierto se ha convertido en campiña verde gracias a la libre voluntad y el esfuerzo de los hombres. Allá la vida es más larga y su calidad mejor, a pesar del continuo asedio del terrorismo musulmán. En el resto de esas áreas ocurre lo contrario. ¿Quién puede asombrarse de la evidente hostilidad de Obama? En el capítulo final de “Animal Farm”, obra maestra de Eric Blair (“George Orwell”), los puercos que encabezan la revolución en conciliábulo con los antiguos granjeros, se mimetizan al extremo de confundirse todos entre sí. Eso ocurre ante los ojos atónitos del resto de los animales de la granja, quienes los contemplan a través de una ventana. Invoco una visión de pesadilla: un Barak Obama más claro, con el rostro ratonil de Raúl Castro y enfundado en el uniforme de “General de Ejército” castrista. A Raúl con sotana y casulla, sonriendo santurronamente al estilo Bergoglio y a Bergoglio, un poco más obscurito, flaco y con los labios gruesos, luciendo una sonrisa con dientes de cuarta dimensión, mientras “pisa bonito al estilo hip” a los acordes de “Hail to the Chief”.
hugojbyrne@aol.com
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