"UN SUEÑO DESDE UNA CARCEL DEL TIRANO". Por Carlos Díaz Olivera.
La rebelión se esperaba hace tiempo, nadie se explicaba la demora que se había producido, todos al fin lograron respirar después que la resistencia había derribado al dictador y se había consolidado con el esfuerzo de esas masas que hasta ayer no podían gritar a garganta y pulmones abiertos. La alegría era general porque un General que jamás ordenaría reprimir al pueblo, y que ahora esperaba responder por su corrupta maldad contra la nacion que le vió malnacer.
Las casas estaban tan destruidas que muchos corresponsales que cubrían el acontecimiento se preguntaban si alguna fuerza aérea había bombardeado esa ciudad, las calles estaban tan llenas de hueco que contenían aguas negras y apestosas.
De ningún modo podían evitar que la muchedumbre saltara, se abrazaran y gritaran con gritos de alegría pero también de tristeza por aquellos que no habían podido ver el final de la bestia derrotada. Muchos alli a 90 millas de esta tierra de titanes no pudieron resistir a la emoción y se embarcaban en cuanta embarcació encontraban, la vida cambiaba todo el curso del tráfico que hacía un tiempo atrás venían de la tierra sufrida pero no olvidada, y ahora todas las embarcaciones querían tomar tierra allí nuevamente, de donde nunca debieron salir, allí donde habían nacido y crecido, allí donde sus pies habían pisado esas calles que hoy destruidas seguían siendo calles con la esperanza de ser de nuevo las del ayer, donde jugaron pelota, o montaron su primera bicicleta que iban desde una Niagara a una Sangai, o a una estrella china que tenían una bolsa para meter adentro todo lo que no se podía comprar en un bar o cafetería de las de antes del periodo maldito del general, porque ya no existian.
El aire que venía del mar traía una refrescante brisa que a todos reconfortó, después de un día soleado que dejó marcas en las caras de todos, el sol comenzaba a cederle el paso a la luna que contemplaba complacida la felicidad de todos en una noche que prometía ser más clara que de costumbre, pues la ciudad era toda luces que la convertía en inolvidable, parecia que de nuevo esa dama elegante, que se llama Habana, volvía a ser feliz, volvía de nuevo a mostrar su rostro elegante y segura de sí, era como si con ella misma hablara y dijera, "volveré a construir y levantar lo destruido, mis monumentos, mis edificios, mis parques, restauranes, hospitales, escuelas, tiendas, calles, calles que serán transitadas por mi gente sin miedos, ¡¡sin miedos!!.
El hombre desde su celda agrandaba su pecho, su respiración era como la música de los sentidos embelesados por un sueño que solo él podía ver con toda claridad, los golpes eran cada vez menos dolorosos, su voluntad era cada vez más firme, de su boca brotaba una sonrisa de futuro, de ese futuro que sólo el podía ver, y que nadie, ni siquiera sus verdugos, le podían arrancar.
Este pequeño homenaje es para todos mis hermanos que hoy sufren prisión, sea ésta cual fuera, está y donde esté como El Sexto dijo sin ser profeta, pero si un hombre: "Y ESTO TAMBIEN PASARÁ".
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