La apuesta no es por libertad. Por el Dr. Darsi Ferrer.
La enfermedad mortal de Hugo Chávez, unido a la imposición en el poder del incompetente Nicolás Maduro, además de las claras señales de agotamiento del fracasado modelo estatista del chavismo, fueron los hechos concretos que empujaron al inédito acercamiento del régimen de La Habana y la Casa Blanca. El propósito de esta jugada política queda claro: para Raúl Castro representa el único salvavidas económico sobre el cual colgarse, mientras que Barack Obama gana aumentado las posibilidades de controlar la amenza de futura desestabilización en la isla caribeña.
A diferencia de la mayoría de las naciones, la arcaica dictadura cubana no es capaz de autosustentarse. Sobrevive como parásito del subsidio ajeno. Hasta ahora, su principal entrada de dinero es los petrodólares que le chupa a la patria bolivariana, que rondan los 10 mil millones anuales. A esas cifras le suman unos 2 mil millones por concepto de remesas familiares, más alguna que otra bobería de lo poco que producen en el país. No es difícil comprender que este esquema está llegando a su fin, basta con observar el colapso económico que sufre Venezuela.
Y el chavismo no solo esta sentenciado por su inviabilidad económica que empuja al boomerang político y social, también su élite corrupta y bandidezca pasó la raya de lo tolerable para los EEUU al convertirse en un narcoestado vinculado al terrorismo internacional. Además, la inesperada y abrupta caída de los precios del petróleo termina por evaporar cualquier remota posibilidad de escape a su fatal destino.
El llamado deshielo trae aparejado beneficios y determinadas responsabilidades para ambos gobiernos. Barack Obama y su equipo de asesores se emplean a fondo en conseguir que la isla pueda acceder pronto a los créditos, la inversión y el turismo estadounidense. Su rol consiste en apuntalar a la dictadura en el futuro inmediato con cantidades de dólares similares a las que ha estado aportando Venezuela. Le vendría bien que esa oxigenación económica implique un mejoramiento de las condiciones sociales, y para nada le preocupa ni va a exigir a los castristas la implementación de cambios políticos.
Se desprende que Raúl Castro esta encargado de abandonar la retórica antiamericana y de mediar a favor de su nuevo subsidiador ante los aliados populistas de la región. Pero no cabe duda de que su principal compromiso es garantizar estabilidad en la isla. La estrategia para lograrlo se proyecta en dos dimensiones diferentes: vender la imagen al exterior de la adopción de supuestas reformas y aperturas que le brinden reconocimiento y legitimación internacional, e internamente mantener firme el puño de hierro contra toda manifestación que represente un cuestionamiento al ejercicio totalitario del poder.
Los que se quejan de la falta de moralidad de Obama en su acercamiento con Castro obvian que en política lo que cuenta son los intereses. Por encima de otras variables, así ha sido, es y será. Los ejemplos sobran aún en la actualidad, como es el caso de las alianzas de EEUU con la retrógrada monarquía de Araba Saudí y el gobierno autoritario del egipcio Al-Sisi, o las buenas relaciones económicas con las dictaduras de China y Vietnam.
Resulta iluso calificar de fracaso la nueva política del presidente Obama hacia la isla tomando como referencia el nulo resultado en las libertades del pueblo cubano. Aunque todos los actores políticos balbucean el supuesto compromiso con la libertad de Cuba, esta no es prioridad ni siquiera objetivo de ninguna de las partes presentes en las negociaciones. Lo importante para el régimen es encontrar el modo de sobrevivir en medio de las nuevas circunstancias que se le avecinan. La Casa Blanca no quiere un desplome de los Castro que traería vacío de poder e inestabilidad, y empujaría al éxodo masivo y a la amenaza de que Cuba sea utilizada de refugio y base operativa del narcotráfico y el terrorismo global a escasas millas de su territorio.
Alrededor de la mesa de negociaciones de EEUU y la dictadura, también merodean otros sujetos en función de sus propios intereses. En este proceso el Vaticano y la jerarquía católica cubana no están intercediendo para que los cubanos sean libres, sino que santifican la negociación en busca de obtener mayor relevancia y mejor posicionamiento dentro de la nación de cara al futuro. Aunque en desventaja frente a los gringos, la Unión Europea se implica en defensa de sus intereses económicos y geoestratégicos. Y algunos representantes de la oposición interna y del exilio se lanzan al ruedo del oportunismo y no hayan que más hacer para, en razón del beneficio personal, ser tomados en cuenta.
El pueblo sigue solo, abandonado a su suerte. Y la solución a sus problemas no llegará de manos de la Casa Blanca. Tampoco vendrá de Bruselas o Roma. Menos por ayuda de los vecinos de Centro o Sudamérica. La libertad tendrá que ser peleada en las calles del país, con determinación. Para otros ha llegado el día y el cubano no es diferente.
darsimedico@gmail.com
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