Negri estaba seguro que sus dueños se la jugaron con él para ese derecho que tienen ahora de estar en los EE.UU.
Y saltar de alegría, y ladrar de felicidad, ya era un perro libre, ya no tenía que temer al chivato del CDR; Aquí se respiraba de verdad aires de libertad y no existían esas brigadas de ladridos rápidos que sin más te metían una mordida una vez que te identificaba por el olor del recto, para ser decente, y no decir el CeUeLeO, qué es lo que habías comido anoche cuando tu dueño, después de pasarse el día pugilateando para poder llevar algo a la boca.
Negri casi que lloraba de alegría y de tristeza, de alegría porque ya se había acabado esa vida miserable que había conocido en Cuba, que si no hubiera sido por sus dueños que jamas lo abandonaron, hubiera tenido una vida de carangano o ladilla sin curar en un campo de concentración para perros sin dueños... y triste porque allá quedó su madre y su padre, ésto lo ponía triste, pero la vida, pensaba Negri, nos da y nos quita, y en su caso le daba gracias a ese viejo con muletas y su compañía perruna que cuidó a sus dueños y a él para que nada les pasaran en ese mar enfurecido, pero que al fin, cedía como si él hubiera hablado entre dioses con el gran Neptuno, y su tridente le enseñara el rumbo de la libertad a esos balseros de la luz y la vida...
Muchas lágrimas y muchos ladridos derramados en silencio rindieron el fruto a la perseverancia y la audacia, el agua y las rocas cortantes en la espuma anheladas por todos, anunciaron a Negri y al grupo, que ya habían arribado a tierras Americanas y que ahora si podían todos bailar, reir, llorar y ladrar a pulmón lleno, balsero tu que te lanzas al mar con esos sueños por alcanzar, azul celeste y de mar, ya ves que se puede llegar a ése, tu sueño que no abandonaste, con ésa, tu mascota y amigo que se llama Negri.
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