VERDAD MARTIANA. Por Manolo Pozo. A mi padre Vidal Pozo: Gracias por los conceptos señor.
Algo por lo que la maldita revolución se convirtió en la política de los desalmados fue precisamente por los oportunistas y saltimbanquis que se enredaron desde un principio en ella. Aquello que nos cayó encima no es un sistema normal, de partidos y circunstancias normales, no es incluso, ni la miseria tercermundista que conocemos en sus formas enajenantes y económicas. El comunismo es perverso, paternalista de sus víctimas e incompetente con alarde. Pues bien, a Cuba la destrozó el castro-comunismo, que viene siendo la metástasis del primero, el hedor de todos los tomos, consignas y líderes del marxismo leninismo. Muchos lo vimos llegar y fue tan rapaz que nos sacó inmediatamente de la niñez, adolescencia o vida que teníamos y pronto comenzamos a sufrirlo.
Pero bien, es solo un preámbulo para decir que al mismo tiempo luz con el que se acabó todo en nuestro país, así mismo desaparecieron nuestros próceres y el pueblo quedó indiferente a cuanto nos legaron, y la historia de los valientes de la independencia ya no volvió a aparcer. El que no recepcionó y guardó patria para llevar, amor para vivir y valor para enfrentar, ha ido convirtiéndose a la larga -él mismo- en su peor enemigo. Pocos conservaron o cultivaron las conductas que degüellan, las estrofas del himno, la sencillez mortal del apóstol. El cubano ya no es él. Este otro prescinde de sacrificio, es austero en todo. Hijo de sus padres y de la revolución al mismo tiempo, por ese gozo que les dio ser rehenes. El anuncio firme que sirve de gráfico muestra una frase de nuestro apóstol José Martí, que no permite excusas ni explicaciones. Y eso precisamente es lo que siento y debemos sentir los que alguna vez fuimos y vivimos dentro del cerco ideológico, cultural, económico y militar del castrismo.
Sé que el carácter se debe a las circunstancias y a los valores de cada quien. Pero de ninguna manera los que empinamos la frente, asumimos distancias con tristezas y recorremos la historia dejando un mundo querido atrás debemos percibir que actuamos mal. Los que murieron en el exilio sin haber regresado nunca más a su tierra -con sus vivos y ancestros-, fueron titanes de la resistencia y merecen admiración, mientras exigimos respetos para nosotros mismos. Queremos a los que quedaron atrás tanto como el que más y nadie puede sentirse el mejor hijo, ni el familiar más sacrificado porque va a Cuba a ver a los suyos, vituperando -incluso- a los estoicos hombres y mujeres que hacemos acuse recibo de la parte más inclaudicable del cubano, ese que sigue al pie del cartel que propongo en este escrito.
Vale más un minuto de pie que una vida de rodillas. José Martí
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