Una lamentable reminiscencia. Por Alberto Gutiérrez Barbero.
Durante mi infancia hace muchos años cuando Cuba era "La Perla del Caribe" -un país avanzado y sin tiranía- en las escuelas primarias se estudiaba la excelente y decorosa asignatura Moral y Cívica. Fácilmente entre otras cosas aprendí a respetar a los viejos cubanos que habían de San Antonio a Maisí. En aquel tiempo el respeto a aquellos viejos se mezclaba con cierta veneración. Inclusive abundaban los hijos que cariñosamente llamaban viejo y vieja a sus padres sin que ellos tuvieran mucha edad. Con frecuencia se usaba el refrán "Más sabe el diablo por viejo que por diablo" y por lo menos una vez también escuché la frase "La vejez es el tiempo de practicar la sabiduría", del filósofo y escritor franco-suizo Jean Jacques Rousseau. Desde que Fulgencio Batista usurpara el poder en Marzo de 1952 fueron muchas las atrocidades cometidas y al llegar el año 1959 el pueblo cubano celebró su partida con enorme entusiasmo. Sin duda alguna para un futuro mejor del país era el momento de emprender un honesto y necesario retorno a la legalidad bajo la Constitución de 1940. No obstante una vital euforia popular por la prevaleciente revolución castrista eludió la reflexión necesaria. Como si no fuera suficiente el frenesí, la histeria, etc. muy pronto también surgieron tremendísima desvergüenza, envidia, resentimiento y otras vilezas, dándole una mayor solidez a la trágica colaboración con el naciente tirano cubano sin que importaran los fusilamientos sumarios y otros excesos que ya distinguían a la churrienta marea verde olivo. No logro borrar de mi mente la apoteósica "guataquería" que entonces estaba de brazo con el masivo aplauso a lo revolucionario en aquel inicio del terrible camino hacia el abismo nacional, aunque con el transcurso del tiempo al ser afectados un sínnúmero de mis compatriotas tratarían de justificarse exclamando ¡me engañaron!. Demasiados viejos no fueron excepción, si no también furibundos cómplices incondicionales de tantas canalladas y las cosas llegaron a tal extremo que definitivamente perdí mi respeto por ellos. Hoy tras cinco décadas sus decesos nada han cambiado en Cuba pues otros ya viejos sin tampoco practicar la sabiduría igualmente apoyan la opresión y la total decadencia. Cordialmente,
albertogutierrezbarbero@comcast.net
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