¿Por qué la implicación cubana en el escándalo de 'Los Papeles de Panamá' no es noticia? Por Francisco Almagro Dominguez Diario de Cuba 13 de Mayo de 2016
La prensa internacional no le ha dado mucha importancia a la participación del Gobierno cubano en el escándalo relacionado con Los Papeles de Panamá. Tiene lógica; cualquier implicación cubana en el escándalo, no es noticia. La Habana jamás se ha declarado respetuoso de las regulaciones financieras extraterritoriales. Es más, ha hecho pública su intención de "burlar el bloqueo" por todas las vías y con todos los recursos disponibles.
Mientras la ley del embargo le impide comerciar con dólares, bancos y entidades de capital norteamericano, el régimen ha tenido la coartada ética perfecta para disfrazar sus transacciones con el mundo capitalista y no ser condenado. Si contamos las veces que han sido atrapados en actividades comerciales "ilegales" podemos decir que han sido muy pocas en más de 50 años.
Panamá es uno de esos lugares donde Cuba ha mantenido una fluida presencia comercial, financiera y de inteligencia durante toda su historia revolucionaria. En el pasado reciente, el antiguo todopoderoso departamento MC quizás tenía allí su más importante comando operativo. Numerosos artículos y libros enlazan la "misión de romper el bloqueo" de los oficiales cubanos del MC con la complicidad del general Manuel Antonio Noriega, Pablo Escobar, y el narcotráfico.
En tanto el mundo socialista daba sus últimos estertores, en Estados Unidos estaban por ser procesados algunos civiles y militares cubanos de relevancia. Una jugada genial de Fidel Castro fue unir todas esas estrellas que se alineaban en su contra y a través de un "auto-golpe" con las causas Numero Uno y Dos —que acabaron con la vida de varios altos oficiales y condenaron a prisión a otros—, anticiparse a cualquier acción punitiva norteamericana.
Pero el Istmo siguió siendo una prenda de gran valía, diríase que imprescindible oxígeno para una Cuba que aún no conocía la renta venezolana. Las marinas de pesca y mercante, otrora motores del comercio exterior y la inteligencia cubanas, tuvieron en Panamá importantes oficinas hasta que la "liberación" del dólar hizo que toda la barata mercadería asiática inundara las tiendas recaudadoras de divisas.
Hasta ese momento, casi todo el trasiego rumbo a la Isla pasaba por la Zona Franca panameña. Cientos de funcionarios cubanos, muchos de ellos ex oficiales de las FAR y del MININT reciclados como hombres de negocios, viajaban prácticamente todos los meses a la Zona Libre de Colon, la segunda más importante del mundo.
De manera que ahora, cuando se descubre que el régimen tiene una docena de compañías off-shore en el despacho de los abogados de Mossack Fonseca, quienes saben no se preocupan del pasado sino del futuro. Mientras miles de inversores, políticos, deportistas, banqueros y millonarios de cualquier ralea están buscando pampers para taparse los desnudos, el Gobierno cubano está cómodamente sentado buscando cómo hacer legal lo que ha sido hasta ahora una presumible y legítima defensa ilegal.
La Habana no le debe taxes a nadie ni debe reportar a banco norteamericano inversión alguna. El régimen paga y se cobra él mismo: ese el precio de haber mantenido por demasiado tiempo un embargo a medias, un "bloqueo" más político que económico, más justiciero que justo, más en lo vengativo que en lo vindicativo. Un embargo mediatizado que es una patente de corso y justifica cualquier pillaje comercial a la sombra.
Parte de la razón que llevan los defensores del deshielo es que a partir de que desaparezca el embargo, lo que hasta ahora fue ilegal, oscuro en las transacciones comerciales cubanas, se hará evidente por necesidad, con reglas aceptables para todos. El Gobierno no podrá exigir bajos intereses hasta que no demuestre suficiente credibilidad financiera, seriedad en sus pagos y obligaciones. Pero las empresas norteamericanas tampoco tendrán derecho a la usura, a cobrar humillantes pre-pagos como condición para completar una factura.
Es muy probable que se aprueben restricciones al anonimato empresarial. El presidente Barack Obama acaba de proponer una ley para limitar aún más el poder de los paraísos fiscales y sus acciones dentro de Estados Unidos. Eso haría que el comercio entre los dos países fuera, por necesidad, mucho más honesto. Este es un punto que no puede soslayarse. Lo que debería buscarse en los Papeles de Panamá es cuántas veces firmas norteamericanas off-shore han violado o continúan violando el embargo. Ya sabemos que el régimen lo hace, no lo niega, y lo justifica. Pero, ¿qué hay de los norteamericanos? ¿Qué hay con los que dicen cumplir las reglas?
Siguiendo la metáfora de los pañales o pampers, el régimen los usaba de tela y pudo lavarlos en casa mientras tuvo detergente soviético. Con esa habilidad para cambiar de trapo que tiene el liderazgo cubano, después del desmerengamiento solo han usado los pampers creados por Marion Donovan para disfrazar los malos olores y cambiar y botar rápidamente los desechos. Algún día, tal vez dentro de 50 años, el plazo que los historiadores conceden para una buena exégesis, se escribirá la importancia que tuvo el Istmo para la sobrevivencia de La Habana castrista; cómo los Panamá pampers sirvieron en infinitas ocasiones para que gobiernos y agencias de EEUU ni siquiera sospecharan los desagradables hedores del vecino cercano.
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