De quince el Monje Louis con Luis Felipe Rojas Por Rafael Vilches Proenza Foro Antitotalitario - FANTU 11 de julio de 2016
Santa Catalina, Santa Clara, Villa Clara, 1ro de julio del 2016 (PN). Como quien se va de viaje entre las sombras del Averno con el niño que lleva dentro, Luís Felipe en 2001 nos sorprendió llenándonos el alma, con poemas de dolor y denuncia, haciéndonos saber que nuestros muertos nos dan la sobrevida, a pesar del miedo por todas partes.
Los que se van nos sepultan para siempre, pero el espejo nos devuelve al sitio de la memoria, recordándonos que la Isla no es solo el Infierno circular en que nos tienen recluidos la dinastía de la familia Castro.
Ahora en 2016 «Los Secretos del Monje Louis» arriba a sus quince primaveras de dolor sostenido, publicado en 2001 por Ediciones La Luz, en la Ciudad de Los Parques, Holguín, Cuba. Conformado por versos escritos frente al espejo viendo desfilar en una sala de cinematógrafo el desamparo de un poeta que carga las penas de su país a la espalda.
Hay en sus páginas un ángel terrible observándolo y observándonos.
El pan nuestro no, pero las palabras están a buen resguardo en el altar de los patriotas. Haciéndonos saber que no es el temor quien nos va a proteger dentro del hogar.
Escuchamos su grito indetenible, en sus páginas se suman años de historia de una Isla que se muere como el almendro del patio para sostener en su verdor nuestra esperanza, silbándonos el himno patrio, y el eco solo nos devuelve un canto de muerte.
Si te vas Cifoldia
lleva este lirio el fresco de mis dedos
lleváte mi nombre y una pluma
yo sabré esperarte con mi pan y tus difuntos
Un canto desde la celda con tono fúnebre. El Monje se sabe recluido en su Isla, su terruño personal, imaginario. Lo personifica para no sentir la herida hecha en solitario, creer su sonrisa libre, donde poder llorar su historia, la histeria de los vecinos, cuando nadie acude a reposar sus ojos en sus fatigadas manos de escriba, y le devuelven el canto disfrasado en golpes, por miedo, porque Cuba es un laboratorio de criar horrores.
Aquí nadie se puede apartar del pánico, sostener una palabra con valor, menos la lumbre que salva los días, las penurias del amigo. Todos cuidan su hambre personal, se esconden y se escudan en sus propias miserias, sus lamentos no rebazan el umbral del sufrimiento.
Si al menos este pueblo
reverdeciera el oscuro olvido…
Pero te pierdes pueblo mío
te pierdes
Estos días minúsculos suman años en la espera, el desatino es cotidiano y colectivo, el canto individual, protege solo el candor de casa, no importa que el viento arrastre todo afuera, ahí ya no estarán, no importarán los amigos. Sin embargo, el Monje sigue ofreciéndonos su lumbre, resiste al tiempo, a las embestidas del cíclope.
Pero en la noche dejé un perro solo en la montaña
y mi voz se pierde detrás del que me busca.
En San Germán jamás va a dejar de ser 6 de noviembre de 1997, ese último aviso que nunca llegó, el campanario que no detuvo el tren en el instante en que solo fue mapa de muerte, ellos desde entonces pasaron a ser nuestros muertos. Ellos nunca llegaron a decir adiós, ver, sentir el impacto, detenerse en sus carnes, el tren en que iban a continuar viaje.
Libro éste, que marcó a toda una generación de escritores de provincia que en 2001 ibamos a dejar de ser inéditos. Año de la rizográfica.
Los «Secretos del Monje Louis» con la edición del escritor Michael Hernández Miranda, diseñado por el pintor Dagoberto Driggs, ilustrado por la pintora Juliette Aguilar. Ellos también están de 15, junto al amigo, el escritor, luchador del restablecimiento de la libertad y la democracia en Cuba, Luis Felipe Rojas Rosabal.
¿Qué país que ignore la sangre de sus muros se levanta memorioso de entre sus muertes?
Mi nombre es isla y mi destino es el mar.
Es de mañana. Mis ojos se estremecen: a la puerta
llama un hombre buscando el norte de su animal sagrado.
Mi casa, mi país, no es el pastizal enorme donde ayer
comiera sus verduras.
Hemos quedado impávidos mientras un monje y su palabra sobreviven a la barbarie, con un secreto rumor, su dura resonancia es el discurso, veía con pena alejarse el calor humano de seres amigables que antaño fueron fieles criaturas, se acercaban a comer y beber con desenfadada humildad, en la hoguera que alimentaba el amigo en su monasterio, donde la ofrenda era su corazón, la frondosa sombra de su árbol, tejía los sueños de la mañana que se aproximaba; ahora con tanto miedo reunido, mañana es solo, espejismos.
¿Dónde estás Monje Louis? Bajo el ciruelo del patio, nos hemos cansado de mentir, para que nuestros muertos dancen, te convertiste en guerrero, y todos a tu alrededor se vistieron de miedos.
Así, ¿Louis, quién puede sostener los horcones de la casa cuando el país se torna humo, y el techo y el hogar no nos protejen de la vastedad y las inclemencias?
Poeta, te volviste soldado de la dignidad. Dedicaste tus últimos años en Cuba a demostrarnos que se puede luchar contra la tiranía de los Castro. Tú te expusiste, exponiendo y protegiendo a los tuyos, y a nosotros mismos, por eso, y por todo, hoy quiero decirte por los que te queremos y amamos, gracias por existir, y hacernos saber, haciendo, que desde el miedo, también brota el coraje, y la vergüenza, esa, la de ser cubanos, dignos herederos de los Mambises.
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