La desobediencia civil como forma de lucha. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Fort Pierce. Estados Unidos. La India se sumergía en la tristeza ante la pérdida del más genuino hombre de su tiempo y el más trascendental de su historia, aquel que fue llamado Mahatma, hombre santo e iluminado. La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró un periodo de luto. Desde todas partes del mundo el humilde país recibía las condolencias de los principales líderes. Había muerto asesinado Mahatma Gandhi (1869-1948), el hombre que desde una posición, que iba de lo místico-filosófico a lo práctico a través de la acción, sentó las pautas de una forma de lucha: la desobediencia civil a través de la no cooperación (Satyaagraha) y la no violencia.
Su lucha por la liberación de la India se fundamentó en el derecho a la resistencia. Esta modalidad tuvo sus precedentes en ciertos movimientos desde remotos tiempos. En el año 494, antes de la era cristiana, tuvo lugar la Huelga de los Plebeyos en el Monte Aventino durante el imperio romano. En el año 26 de nuestra era el pueblo israelita protagonizó una protesta no violenta contra Poncio Pilato. Recién comenzado el siglo XX los finlandeses lograron cierta independencia de la Rusia Zarista a través de acciones de no cooperación. Posterior a Gandhi adquiere gran relevancia la campaña encabezada por Martin Luther King contra el segregacionismo racial, con lo que logró resultados positivos respecto a la situación de las comunidades afroamericanas de los Estados Unidos. En 1980, Lech Wałęsa junto con el sindicato Solidaridad, inicia en Polonia una huelga a la que luego se sumarían todos los sindicatos independientes, lo que derivó en una campaña por la no violencia activa, que puso fin al régimen comunista polaco.
A pesar de no poder establecer un origen preciso para estas formas de lucha pacífica, las acciones llevadas a cabo por Gandhi en Sudáfrica y principalmente en la India, han sido el paradigma referencial a través del tiempo.
Gandhi hizo énfasis en entender la no-violencia como la forma de resistencia civil matizada por elementos de la ética, no sólo como negación a colaborar, sino como una forma de decir no construyendo. Las concepciones del conocido pensador, quien profesaba el hinduismo, están fundamentadas en códigos éticos y principios filosóficos propios de esta religión.
Entre los principales aspectos teóricos de estas formas de lucha deben considerarse siempre: la idea de la resistencia ética, moral, religiosa e ideológica; intentar la posible negociación con los oponentes; la preparación, entrenamiento y concienciación del grupo o grupos opositores para la acción directa; agitación y peticiones concretas de cambio y transformación del régimen o sistema político-social; medidas de huelgas y de boicoteos económicos; no cooperación política y formas de acción directa o intervención no-violenta como la desobediencia civil. Como directrices o ejes, la creación de instituciones paralelas que puedan asumir las funciones de gobierno y la creación de un gobierno paralelo como meta final del desafío.
En la década del setenta del pasado siglo, el catedrático y político estadounidense Gene Sharp, introduce el término "political jiu-jitsu", consistente en derribar a tu oponente mediante un desequilibrio con una táctica política estratégica. En su libro The Politics of Nonviolent Action, ofrece los conceptos esenciales para un análisis político pragmático de la acción no violenta como un método de utilizar el poder en un conflicto. Para Sharp, el poder político de cualquier estado deriva de los propios individuos. Su creencia fundamental es que toda estructura de poder se basa en la obediencia de los sujetos a las órdenes de los dirigentes. De esa forma, si el sujeto no obedece, los líderes no tienen poder. Sharp desarrolló su teoría de la acción no violenta como forma de lucha apropiada para el presente. Sostiene que “es necesario tener poder para poder controlar el poder del contrincante que amenaza”, algo que ha faltado en Cuba, donde el poder represivo a través de la violencia extrema por parte de la dictadura militar es tan grande, que los movimientos opositores no han ganado suficiente poder como para controlar al oponente, fenómeno que se logró revertir en Venezuela a partir del triunfo de la oposición en el Congreso Parlamentario, algo que ha sido determinante para los cambios generados desde entonces, lo que alcanzó su clímax el pasado primero de septiembre con la toma de Caracas por la oposición, lo que demuestra que el poder puede ser controlado.
En Cuba la oposición no está representada en el supuesto parlamento que ellos se encargaron de diseñar premeditadamente. La existencia de varios partidos políticos sin reconocimiento oficial en la isla es una realidad, lo que no permite que logren aproximarse al contexto oficialista para hacer la contrapartida que se necesita para la oposición pacifista. Recordemos que desde los tiempos de Gandhi se había establecido la necesidad de crear instituciones paralelas capaces de asumir las funciones de gobierno y de ser necesario un gobierno paralelo.
Las manifestaciones organizadas, las protestas protagonizadas por ciertos sectores del pueblo, la existencia de un periodismo independiente, entre otros elementos, no son suficientes, y sin el reconocimiento de los grupos opositores y partidos políticos existentes en el país, podrá ponerse en práctica la acción no violenta como forma de lucha, pero con grandes limitaciones.
Un importante elemento en el contexto cubano actual es la no aceptación del presidente Raúl Castro. No es este el espacio para resumir en breves líneas aquel misterioso y secreto proceso que se gestó de manera oculta para que en un instante apareciera un nuevo presidente no elegido por nadie, cual sucesión apostólica o acto de coronación medieval.
El actual mandatario jamás ha sido aceptado, a diferencia de su hermano que por fanatismo, ignorancia, esquematismo, o por lo que pueda ser, tuvo durante casi tres décadas de dictadura cierto arraigo popular, lo que hemos de admitir aunque nos parezca un absurdo, al fin de cuentas, de absurdos se ha sostenido por más de medio siglo la peor de las dictaduras del continente.
Si revisamos las propuestas de Gene Sharp encontraremos en su texto The Politics of Nonviolent Action la siguiente idea: “La falta de aceptación de la autoridad del gobernante disminuye la disposición a obedecer. Si no se le reconoce autoridad al gobernante, la obediencia será un acto consciente, en lugar de habitual; por lo tanto, la obediencia se puede negar. Si se le niega al gobernante el derecho de gobernar, entonces no hay consenso de grupo que es lo que se requiere para hacer posible su gobierno. La pérdida de autoridad pone en marcha la desintegración del poder del gobernante. Su poder disminuye en la medida en que se niega su autoridad”.
El no reconocimiento por parte de las multitudes de esa autoridad que se le ha otorgado al presidente cubano sin convocar a nadie, pudiera ser el punto que determine el éxito de la lucha. El pueblo no solo ha dejado de obedecer por estar agobiado de las calamidades que en el orden económico han tenido que asumir; sino porque no lo quieren y nunca confiaron en él, lo que muy bien ha intuido Sharp en su enseñanza, la cual, aunque un tanto distante en tiempo, es aplicable en su totalidad al contexto cubano.
Pero la genialidad de su idea no está solo en este punto, sino en su concepción acerca de que “si no se le reconoce autoridad al gobernante, la obediencia será un acto consciente, en lugar de habitual”; lo que desarrolla Sharp en su texto, desde la premisa de una obediencia ciega que hace actuar a las masas de manera mecánica solo cuando estas - en su condición de multitudes manipulables a través el engaño -creen incondicionalmente en su líder; pero cuando se ha perdido esa confianza y el mandatario deja de tener su sentido de autoridad, la obediencia deja de ser un acto mecánico, por cuanto, surge la interrogante de por qué voy a obedecer, algo que hace a la acción un acto de carácter consciente. En Cuba se ha llegado a este punto crucial y es el momento no solo de poder, sino de saber utilizarlo.
No obstante, hemos de cuestionarnos por qué no se ha concretado un verdadero movimiento pacifista de no violencia, algo que no podemos asociar solo al fenómeno represivo de la dictadura castrista, que sin duda, es una realidad; sino a algunos aspectos inherentes al pueblo cubano, y no me refiero a aquellos que se encuentran asociados a los diversos movimientos políticos, sino a los que aún no han despertado, y a los que ya lo han hecho y no saben qué hacer.
Sharp tiene una propuesta muy interesante que desarrolla en el citado libro y es la falta de confianza en sí mismo, algo que se ha instaurado en los cubanos a través de los más de cincuenta años de represión. El hombre ha perdido su capacidad para desobedecer y resistir, prefiriendo que otros decidan por ellos. “Esta condición puede darse –afirma Sharp- porque están desilusionadas, agotadas, apáticas, o poseídas por la inercia o les falta un sistema de creencias que haga posible dos cosas: poder evaluar cuándo deben obedecer o desobedecer, y darles confianza en que tienen derecho y habilidad para tomar tal decisión”.
La resistencia pacífica y la no cooperación podrán paralizar al país; pero es necesario que el hombre sea capaz de confiar en sí mismo, algo que resulta muy difícil, por cuanto se ha perdido esa confianza que todo hombre necesita, no solo para emprender una determinación de naturaleza política, sino para asumir cualquier decisión en sus vidas. Lo primero es salir de ese estado de inercia en que se halla gran parte de la población cubana, la que aún asiste a asambleas de barrios, a reuniones cederistas, a actos y marchas, y a otras tantas formas sutiles que mantienen al hombre, ya sea de manera individual o colectivamente, bajo un total control y en un círculo vicioso del cual no se sale con facilidad; pero si es posible y será determinante, junto a la desconfianza en el líder actual, para que la lucha a través de acciones no violentas pueda encausarse con propiedad y conocimiento de causa.
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