Fin del totalitarismo en Latinoamérica, ardua labor para la Psicología Política. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Fort Pierce. Estados Unidos. Cuando analizamos la serie secuencial de hechos de significado trascendental ocurridos en el pasado siglo XX, al menos los de naturaleza política, y que dejaron su impronta en el terreno social, no podemos dejar de sorprendernos. Dos grandes guerras mundiales, el surgimiento y expansión del fascismo, la división del mundo en dos sistemas sociales diametralmente opuestos, la extensión del comunismo hacia países de Asia y América, así como numerosos conflictos que originaron guerras locales como la de Vietnam y las de la antigua Yugoslavia o Guerra de los Balcanes, conforman el panorama sombrío de lo que ya pertenece al pasado, aunque dejó su huella no solo en la historia; sino en la ciencia, la literatura y de manera general en el arte.
La filosofía no estuvo ajena a esta influencia. Durante los años que pasaron entre las dos grandes guerras y más tarde, al concluir la segunda guerra mundial, se consolidó un movimiento filosófico conocido como existencialismo, el que centralizó su atención en el sentido de la vida y el por qué y para qué existimos. Más cercana al terreno social se fortalecía la antropología como ciencia, y mucho más inmersa en las cuestiones de naturaleza psicológica vinculadas a lo político nacía la psicología política.
Los análisis teóricos de los componentes ideológicos del reiterado paradigma izquierda-derecha, así como de los conflictos básicos políticos, han dado lugar a dos grandes dimensiones. Una insiste en el grado de igualdad económica entre las personas; la otra es de un liberalismo referente a la disposición, al cambio social y los derechos y libertades individuales, lo que ha sido reconocido por estudiosos actuales de la psicología política como igualitarismo económico y liberalismo clásico.
La importancia de estas dos dimensiones para diferenciar entre los partidos varía en dependencia de regiones y países, aunque otros aspectos pueden ser concretamente importantes en determinados lugares, tal es el caso de las migraciones en Centroamérica, la religión en Israel, el terrorismo en ciertos sectores del extremismo Islam, la desigualdad y la extrema pobreza en Latinoamérica, entre otros tantos. Estas cuestiones pueden ser expresiones más limitadas de las dos grandes dimensiones básicas o pueden conducir a la formulación de nuevas dimensiones políticas.
Uno de los grandes retos de la psicología política en el actual contexto de Latinoamérica es la colaboración en proyectos para alcanzar la existencia de gobiernos democráticos. Lograr cambios en los gobiernos totalitaristas de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador -los únicos que logran subsistir en la región, además de la dictadura comunista cubana, la que por sus peculiaridades merece tratarse de manera independiente- es pues un reto inminente.
Ocupa la atención de analistas políticos, politólogos, antropólogos sociales psicólogos políticos, el caso particular de Venezuela, país en el que se pueden involucrar temas como: el comportamiento de las masas en los procesos electorales, algo que tiene en el presente un papel destacado si se considera el proceso de revocatorio presidencial que intenta lograr la oposición, y las actitudes de la contrapartida izquierdista que pretende sostenerse a la fuerza. Además pueden ser motivo de análisis: los medios de comunicación social, el militarismo, y de manera particular la personalidad de sus líderes políticos.
Un líder político debe distinguirse por sus rasgos de histrionismo, lo que resulta determinante para poder ejercer un poder sobre aquellos a los que pretende dirigir. Esto muchas veces alcanza sus límites en figuras en las que ese necesario histrionismo va más allá de la concepción de esta categoría y llega a expresarse como egocentrismo, un mal que los lleva a no admitir sugerencias de los integrantes de su gabinete de gobierno, lo que conduce al establecimiento del carácter dictatorial de su sistema de gobierno.
Muchas de las figuras de la izquierda de Latinoamérica han padecido de este mal. En la lejana isla caribeña que hacia los inicios de los sesenta se convertía en un país socialista, su líder, el dictador Dr. F. Castro, antes de asumir definitivamente el poder ya se distinguía por ese matiz egocéntrico, lo que unido a sus ideas delirantes y megalomaníacas, lo situarían, una vez establecido como primer mandatario del país, en la cúspide de la excentricidad en el continente y uno de los más emblemáticos en el mundo.
Dotado con el don de la palabra, con una inteligencia que utilizó para el mal, y utilizando sabiamente todos los recursos psicológicos de los que se pudo apropiar, fue capaz de manipular a las masas, a las que le ofreció cierta instrucción, les garantizó una salud gratuita, y una continuada educación a cambio de que lo adoraran hasta el delirio y lo convirtieran en algo cercano a una Deidad.
FOTO ARRIBA: El Dr. Fidel Castro, uno de los más crueles dictadores de la historia, cuyas delirantes ideas lo llevaron del histrionismo al egocentrismo intentando cambiar el curso de la historia continental. (Caricatura Yoandy Carrazana, cortesía para la página (Cuba Democracia y Vida. org").
Su personalidad como líder político no encontró rivales por estos confines, algo que la psicología política admite. No obstante, cuando recién comenzaba el nuevo siglo aparecía otra figura que siguiendo los pasos del viejo comandante intentó cambiar la historia, no solo de su nación, sino de Latinoamérica. En el 2005, durante el V Foro Social Mundial, Hugo Chávez, entonces presidente de Venezuela, utilizaba el término Socialismo del siglo XXI, adquiriendo desde entonces el protagonismo de la región.
Con su estilo, mucho más desenfrenado que el de Fidel Castro, Chávez envolvió a los suyos como hiciera medio siglo antes el viejo abogado. Inteligentemente no declaró un estado de ateísmo para la nación venezolana, por el contrario, acudió a la enseñanza religiosa para convencer a las multitudes. En este sentido expresó:
“Para mí el cristianismo o es socialista o no es cristianismo. El cristianismo es eminentemente socialista”. “El verdadero reino de Cristo no es otro que el socialismo; el verdadero ideal de Cristo no es otro que el socialismo; el verdadero ideal de Bolívar no es otro que el socialismo; el de Simón Rodríguez,* el socialismo”.
Siendo este, el ejemplo más preciso de cómo se las puede agenciar un líder para manipular a sus siervos, algo que ha de tener en cuenta esa ciencia política que nació en el siglo de la dureza, pero que ha adquirido dimensiones colosales en el presente.
Presentar a un Cristo socialista y a un Bolívar con ideales, más que libertarios, socialistas, fue su estrategia. Tratar de unificar estos conceptos con ideas marxistas fue otro de sus proyectos. Recordemos que se refirió a una, e insistió en vicios del pasado y en la necesidad de la total eliminación de todo vestigio de otros tiempos.
Se diseminaba así, cual metastásico mal canceroso, una nueva modalidad que cautivó a ciertos interesados en la conquista del poder y en enriquecerse a toda costa. Adoptaban semejante engendro bajo el entusiasmo creciente de Chávez algunos líderes como Lula da Silva y Dilma Rousseff, que ya sabéis como han terminado, Cristina Fernández de Kirchner, con suerte similar a sus compatriotas brasileños, Mishell Bachelet, Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa.
Por suerte para la humanidad Latinoamérica experimenta grandes cambios en el presente. Argentina y Brasil salieron de la influencia izquierdista para restablecer su orden democrático. Perú promete poder ejercer su influencia en el área, la brillante intervención de su actual presidente en la recién finalizada Asamblea General de las Naciones Unidas así lo demuestra. En unos meses se tendrán que retirar el prepotente Rafael Correa y el iletrado Evo Morales.
Nos quedarían Daniel Ortega, quien de manera aislada, cual espectral sombra de un pasado, al parecer continuará por cierto tiempo, Nicolás Maduro, que se aferra a sostenerse en un poder que ya no tiene e intenta posponer el revocatorio que lo conduciría a la retirada de su mandato, y por supuesto, un Raúl Castro muy ocupado con los tratados de paz de Colombia, consolidando vínculos con Irán, China y Rusia, asegurando la sucesión de los Castro, pero dejando atrás los graves problemas económicos, sociales y políticos de un pueblo que se desvanece en la desesperanza, la inseguridad y la incertidumbre.
Tal vez el viejo general -que no parece tener los conocimientos de su hermano, aunque de acuerdo a su línea de militarismo eterno pudiera conocer de la existencia de la psicología política- delegue en los teóricos políticos de estos tiempos para poner un mínimo de orden en el inmenso caos que heredó de su predecesor y que él no ha logrado restablecer.
De cualquier modo, con la intervención o no de la psicología política y de la antropología social, Latinoamérica experimenta cambios radicales que definen su camino. Pretender detener el curso del devenir histórico de las naciones es oponerse a lo que ya es ley. Una exigua minoría aferrada a sus anquilosados conceptos no podrá desviarnos del sendero que por estos tiempos asumimos.
albertorot65@gmail.com
* Simón Rodríguez. Caracas, Venezuela 1769 – Amotape, Paita, Perú, 1854), conocido en su exilio de la América española como Samuel Robinsón, fue educador, escritor, ensayista y filósofo venezolano. Tutor y mentor del Libertador Simón Bolívar, fue un visionario defensor de la educación pública. Fue testigo del famoso juramento de Bolívar sobre el monte Sacro (en Roma), en donde se comprometió a liberar a toda América de la corona española. Simón Rodríguez lo registró para la Historia.
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