El 10 de octubre, una fecha que no hemos de olvidar. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Fort Pierce. Estados Unidos. Un día como hoy, pero del año 1868, un valiente hombre, fue capaz de tomar una decisión que marcó el inicio de la gesta independentista de los Diez Años. La liberación de sus esclavos, los que le siguieron y apoyaron en la difícil contienda de la guerra, fue el punto de partida para el suceso que dio inicio a la gran guerra cubana, hecho considerado fundacional de la revolución de 1868.
El repique de la campana de su ingenio La Demajagua, Manzanillo, en el oriente del país, significó hace 148 años un triunfo de las ideas independentistas, frente al integrismo hispano y las corrientes reformistas y anexionistas de la segunda mitad del siglo diecinueve en Cuba.
Tal vez fue José Martí, el más grande y universal de los cubanos, el que mejor supo captar la esencia del inicio de la gesta del sesenta y ocho. Entre 1887 y 1891, tanto en el Masonic Temple como en el Hardman Hall, ambos en Nueva York, con su sabia palabra y su visión profética protagonizó las grandes reuniones, devenidas en sagrado culto para la evocación a aquellos que emprendieron el camino liberador.
Un 10 de octubre, pero de 1888, a solo veinte años de la acción emprendedora de Céspedes, José Martí se dirigió a los cubanos emigrados en Nueva York, desde el Masonic Temple y se refirió al ardor inevitable del corazón y a las pasiones evocadas por el recuerdo y la presencia de nuestros héroes.
Para José Martí la gesta independentista de 1868, a pesar de su fracasado final, tuvo una connotación trascendente, y el gesto inicial de la contienda que protagonizara Céspedes, un significado real y a la vez simbólico. Sus reiteradas intervenciones durante varios años en los Estados Unidos de América para recordar el 10 de octubre son una prueba irrefutable de lo os propongo.
Esas adquirieron un significado trascendente cada 10 de octubre en las reuniones, que no solo eran motivo para la evocación del histórico día, sino para el llamado coloquial que sirviera para la reunificación de los cubanos dispersos en el exilio con ansias libertadoras.
¿Cómo es posible entonces que los cubanos actuales estén olvidando el hecho inicial de nuestras luchas y a su gestor, al que se ha considerado, con verdadero conocimiento de causa, el Padre de la Patria?
Durante la primera mitad del pasado siglo veinte, Céspedes era motivo de cierta veneración, no comparable al tributo martiano, pero si era considerado en la medida de sus actos y en el lugar que por justicia se ganó. Sin embargo, en nuestros días, el hecho fundacional de la gesta independentista va quedando cada vez más como algo muy remoto y carente de significado. Otros sucesos de mayor contemporaneidad que se difunden día a día, y se reiteran continuamente por doquier, han ido sustituyendo a los grandes eventos que le dieron a nuestra patria su verdadero sentido de identidad y de nacionalismo.
José Martí en el citado discurso es capaz de convocar a los cubanos de su tiempo al expresar: “Miente a sabiendas, o yerra por ignorancia o por poco conocimiento en la ciencia de los pueblos, o por flaqueza de la voluntad incapaz de las resoluciones que imponen a los ánimos viriles los casos extremos, el que propale que la revolución es algo más que una de las formas de la evolución, que llega a ser indispensable en las horas de hostilidad esencial, para que en el choque súbito se depuren y acomoden en condiciones definitivas de vida los factores opuestos que se desenvuelven en común.”
La idea martiana acerca de la necesidad de una revolución como ley evolucionaria, según él, indispensable en las horas de hostilidad esencial, constituye el eje de su discurso. Téngase presente que el cubano inigualable, de profético pensamiento y de visión futura, fue capaz de prever que: “los pueblos que no creen en la perpetuación y universal sentido, en el sacerdocio y glorioso ascenso de la vida humana, se desmigajan como un mendrugo roído de ratones”.
Así las cosas, el autor de “Versos Libres”, supo cómo nadie asimilar en su plenitud el sentido de la praxis latinoamericana y los males que aquejaban a su patria, y aún más, alertarnos de las posibles consecuencias futuras ante la instauración de sistemas de carácter totalitaristas, con el pretexto de enseñar doctrinas modernas, como está sucediendo en Latinoamérica en los últimos años, y como ocurrió en Cuba, con el establecimiento de la dictadura comunista en 1959.
Su histórico discurso de 1887 en el Masonic Temple de Nueva York - el primero de la serie dedicados al 10 de octubre-, constituye un símbolo inspirador, no solo para la evocación del padre de la patria y el comienzo de la lucha emancipadora, sino para la reunificación de los cubanos de su tiempo en pos de reiniciar la lucha y alcanzar la independencia.
FOTO ARRIBA: José Martí, el que mejor supo captar la esencia del inicio de la gesta del sesenta y ocho. Sus extraordinarios discursos en Estados Unidos, entre 1887 y 1891, así lo demuestran. (Monumento a José Martí en Quito, Ecuador. Foto del autor, cortesía para Cuba, Democracia y Vida.org).
Con elocuente palabra el Apóstol realza el gesto de Céspedes al afirmar: “Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de la Demajagua, cuando los ricos desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odios a nadie, por el decoro, que vale más que ella: cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: ¡Ya sois libres!”.
Hoy cuando nos separan 148 años del histórico hecho de la Demajagua protagonizado por Céspedes, el olvidado padre de la patria, y 129 años del primer discurso de José Martí en conmemoración del 10 de octubre, hemos de preguntarnos, como sabiamente lo hiciera el autor de “Versos Libres”: ¿Qué sentimiento inspirador nos mueve para que volvamos de manera cíclica al histórico día? ¿Qué relación podrá existir entre el gesto emancipador de Céspedes, las ideas libertadoras del héroe bendito de “Dos Ríos” y la necesidad de que se concreten esos grandes cambios que todos, de una u otra forma, estamos esperando? ¿Es que acaso el hecho de acudir a la colosal sabiduría del Maestro y al gesto altruista del simbólico padre que los cubanos han olvidado en estos tiempos, justamente hoy 10 de octubre, no es la expresión de nuestras ansias libertadoras?.
Tal vez, las palabras de José Martí nos den la respuesta en la justa medida de nuestras aspiraciones: “¿Qué nos alienta, a más de nuestra gratitud, para reunirnos a conmemorar a nuestros padres? ¿Qué pasa en nuestras huestes que el dolor las aumenta y se robustecen con los años? ¿Será que, equivocando los deseos con la realidad, desconociendo por la fuerza de la ilusión o de nuestra propia virtud las leyes de naturaleza que alejan al hombre de la muerte y el sacrificio, queramos infundir con este acto nuestro, con este ímpetu, con este anuncio esperanzas que sin culpas cuando puedan costar la vida al que las concibe, y el que las pregona no puede realizarlas?”
Lo que hemos resistido durante todos estos años de represión, de carencias no solo materiales –a las que nos hemos adaptado a modo de supervivencia-, sino espirituales, que van desde la ausencia de valiosos textos prohibidos o restringidos hasta la imperdonable ironía de querer dominar nuestro pensamiento y nuestra expresión, la ausencia de libertades de todo tipo, el irrespeto y la violación de los derechos ciudadanos, entre otros tantos males, han sido, en nuestro actual contexto, elementos claves para que en nuestras huestes (…) el dolor las aumente y se robustezcan con los años.
El contexto político cubano actual resulta bien diferente si se compara con las circunstancias de la Cuba del siglo diecinueve; pero sin duda, se requieren grandes cambios –como en aquellos lejanos tiempos- que conduzcan al país a una nueva independencia que quedó frustrada, no con la instauración de la república en 1902, como ha pretendido el dictador Fidel Castro; sino a partir de la toma del poder político por el mandatario en 1959.
La evocación de la acción libertaria emprendida por el Padre de la Patria en un día tan significativo para los que anhelamos la libertad, deberá convertirse en símbolo para la continuidad de una lucha que de manera pacífica está llevando el pueblo cubano en estos tiempos. El ejemplo de Céspedes debe ser inspirador, olvidarle es pecar contra nuestros principios, contra nuestro sentido de la identidad y del nacionalismo.
La imposición por la dictadura comunista de aquellas fechas que guardan relación solo con los sucesos emprendidos por ellos, ha contribuido a que se dejen a un lado ciertos hechos de nuestra historia como el 20 de mayo, día de la independencia, y el 10 de octubre, día del inicio de las luchas independentistas de la nación, verdadero día de la rebeldía, que lamentablemente los cubanos olvidan porque la dictadura impuso el 26 de julio, fecha de la fracasada acción de un grupúsculo de revoltosos dirigidos por Fidel Castro, ofreciéndole un protagonismo para engrandecer una acción carente de sentido y jamás comparable con el heroico gesto de Céspedes y sus honestos y humildes hombres, los que se emanciparon en pos de la independencia cubana.
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