El fracaso de los líderes de izquierda en Latinoamérica. Primera parte. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
¿Podrán filosofar debidamente aquellos presidentes que asumieron tendencias de izquierda en Latinoamérica como para poder gobernar con dignidad a sus pueblos, según la recomendación de Platón en sus enseñanzas sobre leyes y política?.
Un análisis de los perfiles de algunos de los líderes de la región nos podrá explicar el porqué de sus fracasos. Tal vez en nuestros días los gobernantes están necesitando de esa sabiduría que en el pasado fue un requisito indispensable para poder asumir el gobierno de sus pueblos.
La Antropología Social y de manera particular la Psicología Política se insertan como ciencias en el difícil y complejo contexto político actual, en el que las acciones terroristas, la represión, la violencia y la competencia por apropiarse de los bienes del mundo son elementos comunes, los que lamentablemente persisten desde la época de Platón con sus abstractos conceptos hasta los psicólogos políticos actuales, los que intentando ahondar en la complejidad del mundo y del hombre como centro de su atención, pretenden redireccionar el sentido de la política contemporánea.
El contexto en América Latina ha tenido sus peculiaridades. Con el nacimiento del nuevo siglo parecía que Latinoamérica cambiaría el curso de su historia de manera similar al fenómeno de Europa oriental en el pasado siglo XX, algo que ha logrado detenerse para el bien del continente.
El llamado Socialismo del siglo XXI adquirió difusión mundial a partir de su mención por el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, el 30 de enero de 2005 durante el V Foro Social Mundial. En un discurso pronunciado luego, a mediados del 2006 expresó:
"Hemos asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo y contribuir a la senda del socialismo, un socialismo del siglo XXI que se basa en la solidaridad, en la fraternidad, en el amor, en la libertad y en la igualdad". (…) "debemos transformar el modo de capital y avanzar hacia un nuevo socialismo que se debe construir cada día".
Sin embargo, el origen del término y sus bases conceptuales, al parecer tienen su formulación desde el final del pasado siglo XX, a partir de los aportes del sociólogo y analista político alemán, residente en México, Heinz Dieterich Steffan (1943). Dieterich, conocido por sus posiciones de izquierda, se ha dedicado al estudio y revisión de los postulados marxistas, así como a ciertos temas como: los conflictos en Latinoamérica, la sociedad global y los diversos paradigmas científicos e ideológicos que matizaron al siglo XX.
Dieterich revisa la teoría marxista con la perspectiva de presentarla actualizada al mundo actual, incorporando los avances del conocimiento, las experiencias de los intentos socialistas, describiendo sus limitaciones, y ofreciendo propuestas teóricas tanto en la economía política como en la participación democrática de la ciudadanía para construir una sociedad libre de explotación, respetando los ejes principales de la visión de Karl Marx acerca de la dinámica social y la lucha de clases.
El socialismo del siglo XXI constituye una nueva corriente ideológica que surge como respuesta a las necesidades sociales de ciertos países de Latinoamérica. Sin embargo, no posee nada nuevo, desde el punto de vista conceptual y considerando sus fundamentos, por cuanto, parten de las mismas propuestas de Marx: la lucha de clases como elemento necesario para liberar a la clase proletaria. No obstante, los jefes de estado defensores de dicha tendencia o los teóricos simpatizantes como Dieterich pretenden establecer nuevas pautas, según ellos, desde las tradicionales y clásicas ideas marxistas.
Pero de lo que teorizara Dieterich a lo que realmente ha sucedido en los países cuyos gobiernos han asumido posturas de carácter socialista hay un abismo. De manera paradójica aquel país suramericano que acumula una de las mayores reservas mundiales de petróleo ha sorprendido a todos tras haber condenado a sus ciudadanos al desabastecimiento de los productos más elementales, a la total inflación y a una miseria no vista jamás antes.
La tierra de Bolívar está bajo la amenaza de una dictadura militar que ejerce una fuerte represión contra cualquier posible suceso de oposición al régimen impuesto por su otrora mandatario Chávez y continuado por Maduro. Una oligarquía corrupta maneja todos los recursos a su modo apoyados por la fuerza militar y siguiendo los pasos de sus aliados cubanos.
Hugo Chávez no tenía el don de la palabra, aunque tal vez lo creyera, no era justamente un erudito, pero al menos no podemos incluirlo en el grupo de los ignorantes, pero si supo explotar el arte de la seducción, con el que fue capaz de envolver a multitudes de hombres ignorantes que confiaron en sus promesas y lo proclamaban como un nuevo Mesías que mejoraría sus miserables vidas, algo similar al fenómeno cubano con la idolatría al dictador Fidel Castro en los años iniciales del llamado proceso revolucionario.
Su mejor aliado, y al propio tiempo mentor, fue sin duda, Fidel Castro, quien vio sus puertas abiertas con las riquezas petroleras venezolanas y el carisma conquistador de Chávez, lo que le permitiría extenderse por el continente con su proyecto renovador del nuevo socialismo. De Venezuela vendría el petróleo; de Cuba saldrían sus médicos, maestros, fisioterapeutas y rehabilitadores, instructores de arte y de deportes, y hasta locutores y periodistas.
La gente humilde de los intrincados sitios selváticos del país suramericano que jamás había visto un médico, ahora se vieron beneficiados por una multitud de profesionales cubanos, muchos de los cuales terminaron su formación, o al menos adquirieron experiencias en lejanas tierras, y no solo llevaron la medicina a los humildes pobladores, sino que se convertirían en facilitadores de las campañas chavistas. Desde entonces, los venezolanos beneficiados deberían ofrecer todo el apoyo que necesitara su nuevo presidente.
Su muerte sorprendió a muchos, pero desde su lecho preparó el terreno apropiado para proponer al único que consideró con “aptitudes y talento” para continuar su malévola labor, aunque fuera al propio tiempo el más ignorante de su gabinete de trabajo. Con la llegada de Nicolás Maduro, no solo se contradice la propuesta de Platón acerca de la necesidad de que los líderes políticos puedan ser al mismo tiempo filósofos ejemplares, sino que llegó a su clímax al ser la antítesis de la remota enseñanza.
Nicolás Maduro es actualmente más conocido por las llamadas “maduradas” – frases o términos mal pronunciados o a veces inexistentes en castellano- que por su función como presidente de una nación. Recordemos que durante su mandato la represión se ha incrementado, las violaciones de los derechos humanos ocupan lugares cimeros en Latinoamérica, y como recientemente afirmara una analista española: “se ha convertido en un chiste – refiriéndose a Maduro- y Venezuela ya no cuenta para nada”.
El tema del revocatorio presidencial que exige la oposición, y de manera general el pueblo venezolano, la acusación del presidente del parlamento por narcotráfico, una fracasada Cumbre del Movimiento de Países no Alineados celebrada recientemente, así como una serie ininterrumpida de marchas y protestas contra el gobierno socialista, no solo en la capital del país, sino en todo el territorio, caracterizan el panorama político actual de la nación suramericana, que indudablemente se hunde por la ignorancia de sus mandatarios, su incapacidad para gobernar y ante todo, por esa condición inherente a la mayoría de los dictadores de izquierda: querer perpetuarse en el poder para saquear las riquezas de sus pueblos.
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