La desobediencia, necesidad del despertar popular. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Fort Pierce. Estados Unidos. La situación política de Cuba resulta cada vez más preocupante. Hace más de un año escribí un artículo titulado: “Democratización y despertar de la conciencia popular”, publicado en Cubanet en marzo de 2015. En dicho escrito afirmé que la difícil situación política era no solo alarmante; sino que contradictoriamente resultaba ser alentadora, algo que actualmente no es así.
¿Qué ha pasado desde marzo de 2015 a octubre de 2016? Muy poco, lazos que se estrechan, visitas que se anuncian y se concretan, intercambios comerciales, firmas para nuevos proyectos de colaboración, protocolos de investigación, entre otras propuestas, entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba. El primero, demasiado generoso, con un estilo enmarcado en los cánones de la diplomacia y las “buenas costumbres”, muy sutilmente va suavizando su política –según la dictadura de la isla asfixiante-, el segundo, demasiado exigente sin ofrecer nada a cambio, excepto algún que otro prisionero, muy demandante respecto al cese del embargo y a la devolución de un exiguo territorio en la zona oriental del país.
Sin embargo, concretamente el pueblo cubano que esperaba con ansias algo milagroso, una vez que se comenzaran las relaciones entre ambos países, declarados enemigos por más de medio siglo, no ha visto resultados algunos, al menos positivos. La difícil situación económica – motivo por el cual se desencadenan la mayoría de los conflictos en la población cubana- cada vez es peor, resultando alarmantes el desamparo de los más desposeídos dentro de los grupos poblaciones de niños y ancianos ante el riesgo y la instauración de estados carenciales y de desnutrición.
Pero no es suficiente esa crisis económica que mantiene el país y que afecta a millones de cubanos que se encuentran en las peores condiciones de pobreza, como elemento favorecedor para el renacer de un espíritu de rebeldía, necesario para lograr los urgentes cambios que todos esperamos desde hace décadas. El estado de apatía política de los cubanos los mantiene en sumisión por los siglos de los siglos.
Los cambios no tendrán lugar a partir de reformas de los gobernantes y de mediadores internacionales. Solo un verdadero movimiento de carácter popular pondrá fin a la dictadura, algo que de manera inexorable tendrá lugar; si no es por rebeldía popular será por ley del devenir histórico, pero será.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba, que a través de los años, ha sido un símbolo de rivalidad, no han logrado concretar acciones de verdadero alcance popular.
Los esperados cambios que supuestamente beneficiarían al pueblo cubano, así como, una posible apertura con vías hacia una futura democracia, siguen siendo una utopía al cabo de dos años. Contrariamente a lo que se esperaba y aspiraba, es patente un recrudecimiento de la represión, demostrada a través de las múltiples detenciones de opositores de la dictadura en diferentes puntos de la isla.
Aun los que durante décadas fueron fieles al “ideal de la revolución”, hoy se sienten decepcionados y convencidos del engaño al que fueron sometidos. La renuncia, con la simbólica entrega del carnet rojo, al partido comunista de Cuba se ha convertido en algo común en estos convulsos y contradictorios tiempos. Las gestiones a nivel de embajadas, notarías, ministerios, etc. de cientos de cubanos tratando de obtener otra ciudadanía, o de restablecer lazos perdidos y olvidados con parientes del exterior, con la finalidad de salir del país, sea de forma eventual o permanente y así poder evadirse del sistema, son cada vez mayores. Nadie cree en sus dirigentes, el llamado bloqueo –que vuelve a ser noticia en estos días de aparente triunfo para Cuba- ya es visto como instrumento de justificación de la ineficacia de un sistema socialista que ha fracasado.
La UNPACU y otras organizaciones similares, están realizando una labor encomiable y se han convertido en fuentes de inspiración para muchos cubanos que diariamente se unen a su membresía. (Foto de archivos de CubaNet)
La incorporación de centenares de cubanos de todos los puntos del país a los diversos movimientos opositores resulta significativa; aunque es ineficaz, no solo por la marcada represión gubernamental, sino por las propias divisiones y subdivisiones de los múltiples movimientos, los que no acaban de concretar un real sentido de unidad como eje de sus acciones.
Como ya sabéis, la UNPACU (Unión Patriótica de Cuba) es el movimiento que ha logrado una mayor organización en la isla. Su carácter eminentemente popular es uno de los rasgos que le están garantizando su éxito. Sus principales líderes tienen una trayectoria destacada dentro de la oposición a través de los años. Su sentido dinámico y su amplio poder de convocatoria la hacen en nuestros días el paradigma de la oposición al régimen. Su finalidad se centraliza en la lucha por lograr la democratización de la Cuba oprimida por el sistema comunista.
En sus propuestas se hace un análisis crítico de la situación actual del país, partiendo de manera inteligente de la idea de una “Cuba para los cubanos” y se insiste en la abolición de cualquier tipo de discriminación, así como una valoración fundamentada de la actual situación económica, similar o peor, a la que criticó Fidel Castro en su alegato “La historia me absolverá”.
Los cambios democráticos, por los que los miembros de la UNPACU están dispuestos a luchar, no puede dejarse solo a los miembros de dicha organización. Para que se produzcan cambios reales hay que acudir a la participación masiva de la población cubana, la que al menos debe estar familiarizada, en un inicio, con los preceptos de la desobediencia civil, cuyo fundamento primario es la negación, la no cooperación, y esto no es algo inalcanzable.
No cooperar significa no hacerse copartícipes de los desatinos de una caduca dictadura comunista, que aun muerta, se resiste a su no existencia –el temor al no existir-, lo que lleva implícito la renuncia a la participación en todas aquellas acciones que sean convocadas por el régimen: reuniones cederistas y del “poder popular”, votaciones fantasmas por los diputados de barrios, asambleas sindicales, cotizaciones de las organizaciones masivas, participaciones en marchas y desfiles, entre otras tantas formas. Si todos los que dicen estar en desacuerdo con el sistema y todos los que se encuentran en situaciones de penurias económicas, -que es la mayoría de los cubanos- practicaran el principio de la no cooperación con el régimen se lograría paralizar al país. Las fuerzas represivas podrán atacar a los manifestantes; pero no a los que se queden en sus hogares sin asistir gritando consignas cursis a los actos convocados por el sistema.
La respuesta masiva en ciertos sitios de la isla, sobre todo de la región oriental, la incorporación cada vez mayor de opositores en todas partes, incluida la Isla de Pinos, es una muestra del despertar de la conciencia popular y del poder de convocatoria de la UNPACU, que pretende llevar a los cubanos en masa hacia la acción no-violenta. La no cooperación con el régimen es la clave para la futura liberación y la vía más justa, por cuanto, no conduce a la violencia. La violencia hemos de dejarla al adversario que viola los principios elementales del hombre y se desacredita cada vez más ante el mundo.
albertorot65@gmail.com
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