El fin del Embargo. Por el Lic. Rolando Gallardo Torres.
Quito. Ecuador. Consecuente con su política Estados Unidos se abstuvo en la vigésimo quinta votación de la resolución contra al mantenimiento del embargo comercial económico y financiero hacia Cuba, suceso que tuvo lugar en la Asamblea General de Naciones Unidas este pasado miércoles. Durante 24 años la delegación norteamericana mantuvo su postura negativa. La histórica votación del 26 de octubre se inscribe como una nueva acción de distención de la administración Obama hacia la gerontocracia de la Habana.
Esperanzas para unos, terror para otros. El fin del bloqueo-embargo no se concreta en la ONU, sino en el senado norteamericano, instancia con plenos poderes para derogar esa política fallida. Actualmente dominado por republicanos el senado se reúsa a desmantelarla, a pesar del rechazo internacional abrumador a esa política. El cese total del embargo es asumido como una concesión unilateral al régimen que no contempla una respuesta a la altura de la generosidad norteamericana.
La eventual desaparición del embargo entrañaría cambios sustanciales en las relaciones políticas bilaterales entre Estados Unidos y la isla. En el supuesto escenario de la derogación incondicional del embargo el gobierno cubano quedará jugando solo en el terreno de sus “guerras imperialistas”. El pretexto que sostiene el discurso oficialista quedará vacío. Una revolución sin enemigos es un partido de béisbol con un solo equipo.
Algunos alertan que el cese de hostilidades afianzaría aún más a la casta de gobernantes y a los vástagos de una ortodoxia comunista sin sentido, aplatanados en las bondades del cargo. Se vislumbra un país repartido, al estilo de la Rusia postsoviética, entre la mafia gobernante que alejará aún más a las masas populares de la ansiada prosperidad que se aguarda de la desaparición del “bloqueo”.
Los grupos opositores están ausentes en la toma de partido respecto a que apoyar: el fin del bloqueo o el recrudecimiento de las sanciones. Si se hace un sondeo entre la población cubana el apoyo sería mayoritario por la primera opción. La oposición debe estar del lado del clamor popular, por simple sentido común o por oportunismo político si se quiere. El pueblo cubano tiene esperanzas, fundadas o no, en un cambio de la realidad cotidiana si se levantara el embargo. En caso contrario asistiremos al fortalecimiento del poder económico de las empresas militares lideradas por los generales y oficiales compinches del régimen y a la acentuación, cada vez más evidente, de las diferencias sociales. Durante el medio siglo que dura el embargo nunca la casta gobernante se ha visto afectada.
La lucha de clases, manido concepto comunista, cobrará verdadero sentido en el pueblo cubano que ve como los líderes “socialistas” se repletan los bolsillos mientras ponen trabas al desarrollo de la pequeña y mediana empresa. El monopolio estatal solo deja dividendos a un selecto grupo de oficiales y civiles leales mientras garantizan la racionalización de alimentos para el pueblo, harto de ver pasar el tiempo sobre escusas y corrupción descarada.
Es un error mantener posturas intransigentes desde la disidencia contra el fin eventual del embargo. No se puede dar el lujo la oposición de alejarse de los intereses de la mayoría de los cubanos. Sería una acción valiente y arriesgada ver al sector democrático pasar a la cabeza de la lucha contra los bloqueos. Las batallas no se ganan con pocos soldados y armas, la oposición necesita el soporte y reconocimiento del pueblo para dar, en un futuro, la batalla final en las calles; para ello no puede ir en contra de los intereses populares.
Es momento que la oposición levante la bandera contra el embargo y afile las lanzas para denunciar dentro y fuera de la isla el “Bloqueo Interno”. Estados Unidos debe abolir el embargo que solo afecta a la población inocente y afianza al régimen. Raúl Castro por su parte debe asumir que la decisión popular de un cambio de gobierno no es una opción, es un acto imperativo que llegará inexorablemente.
La defensa del derecho a la prosperidad, las libertades y derechos humanos se tornan, sin el embargo externo, en tierra fértil para la causa democrática de la oposición comprometida.
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