Nicaragua y los comicios olvidados. Daniel Ortega ha traído una dictadura familiar para su nuevo mandato. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
FORT PIERCE, Estados Unidos.- Los comicios electorales de Estados Unidos ocupan la atención de todos los medios de prensa del mundo. El matiz que adquirieron los actos de la amplia campaña electoral de la primera potencia del mundo fue decisivo para que se reportara todo lo referente a la polémica en torno a las dos enigmáticas figuras propuestas.
Entre fuertes ataques, desagradables insultos, investigaciones que se abren, páginas que se cierran, promesas a unos y amenazas a otros, han pasado las últimas semanas en Estados Unidos, hasta que finalmente en la madrugada del pasado miércoles se conoció del triunfo de Donald Trump.
Por otra parte, las continuas manifestaciones de protesta que tienen lugar en Venezuela con la finalidad de lograr el referendo revocatorio para eliminar de una vez a Nicolás Maduro, el diálogo entre los representantes del chavismo y la oposición, las desatinadas maniobras del desacreditado mandatario para no dejar el poder, así como las especulaciones en torno a su ciudadanía y posibles violaciones constitucionales, han ocupado el protagonismo en el acontecer político de Latinoamérica.
Lo atractivo de ambos temas y el sentido sensacionalista que se le ha dado por muchos, sobre todo el referente a las elecciones estadounidenses, han sido decisivos para que dejáramos a un lado ciertos sucesos del momento, algunos de una importancia extraordinaria para el futuro latinoamericano. En este sentido se destacan las elecciones presidenciales de Nicaragua, las que tuvieron lugar este pasado domingo 6 de noviembre.
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, llegó como “favorito” a la contienda electoral. Según sondeos previos, se logró estimar una intención de voto superior al 50 por ciento, lo que logró confirmarse el pasado domingo cuando el mandatario de izquierda triunfó con un 72,1% de las boletas para sí.
El ya anciano presidente ocupó el cargo durante el periodo 1985-1990, y desde 2006 hasta el presente. Con esta reelección su mandato se prolongará hasta el 2021, con lo que logrará un total de veintiún años en el poder, algo que le convierte en el mandatario latinoamericano de mayor trayectoria en sus funciones, solo superado por el dictador cubano Fidel Castro, quien se mantuvo por cuarenta y nueve años, entre 1959 y 2008, y el mexicano Porfirio Díaz, con treinta y cinco años, entre 1876 y 1911, reelecto en nueve ocasiones.
Todos sabían de su continuidad en el poder. Recién comenzada la campaña para las elecciones se especuló acerca de que en el país ya prácticamente se había votado. Su camino hacia la nueva elección ha sido muy cuestionado por su modelo de carácter dinástico, su régimen de partido unitario, su autoritario gobierno, su marcada concentración de poderes, la imposibilidad de legalización y reconocimiento de la oposición.
El futuro incierto de la nación ha sido denunciado por organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Iglesia Católica, así como por numerosos intelectuales nicaragüenses y ex-presidentes latinoamericanos.
El mandatario centroamericano se ha visto envuelto en los últimos tiempos en tres importantes conflictos con la OEA, lo que incluye la petición en la Asamblea 46 de la renuncia de Luis Almagro, secretario general de este organismo. El 4 de junio, cuando el Congreso Sandinista “designó” a Ortega candidato presidencial por séptima vez, este pronunció un hiriente discurso contra los observadores electorales internacionales, en clara referencia a las misiones de observación electoral de la OEA, de la Unión Europea y el Centro Carter, que hasta ahora habían sido los observadores internacionales tradicionales de las elecciones del país.
El representante de Nicaragua en la OEA, Denis Moncada Colindres, pidió en la Asamblea 46 la renuncia del secretario general Luis Almagro, acusándolo de injerencista, alegando que “el comportamiento de Almagro lo descalifica para seguir ocupando el cargo y Nicaragua espera, para lavar las manchas y vergüenzas de la organización de Estados Americanos”, algo que ocurría a partir de la oportuna intervención de Almagro, quien ha propuesto la activación de la Carta Democrática de este organismo ante la crisis política venezolana.
Ya existía el precedente de conflictos con la OEA desde años atrás. Recordemos que en noviembre de 2010 Ortega rechazó el pedido de esta institución de retirar a sus soldados de un río fronterizo en conflicto con Costa Rica; pero no solo esto, sino que aprovechó la ocasión para amenazar con la posible salida de su gobierno de dicho organismo.
Solo dos meses antes, el Gobierno de Nicaragua había demandado a la OEA para que retirase a su representante, Pedro Vuskovic, quien había recibido en Managua al misionero católico Alberto Boschi, simpatizante del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), organización política integrada por disidentes del partido Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que dirige Ortega.
Daniel Ortega fue capaz de lanzar a sus tropas contra más de mil cubanos en la frontera Costa Rica-Nicaragua, con lo que se originaba la primera crisis humanitaria del conflicto migratorio cubano en el continente el pasado noviembre.
Finalmente, a pesar de estas contrariedades y de las acusaciones que hiciera Daniel Ortega a los observadores electorales, a los que tildó de “sinvergüenzas e injerencistas”, el gobierno de Nicaragua invitó a la secretaría general de la Organización de Estados Americanos a asistir a las elecciones con el fin de conocer las impresiones de las organizaciones y expertos invitados al evento electoral —algo que no fue precisamente una observación y supervisión del proceso—, lo que fue aceptado por el secretario general de la organización, Luis Almagro.
Esta invitación se hizo días después de que la OEA y el gobierno que dirige Ortega conformaran una mesa de conversación e intercambio, luego de que la oposición denunciara al gobierno de impedirle la posibilidad de participar en las elecciones y de violar los derechos humanos.
Los triunfos de Mauricio Macri en Argentina y de Pedro Pablo Kuczynski en Perú, la destitución de Dilma Rousseff en Brasil, la pérdida de la aceptación popular de Evo Morales en Bolivia, la próxima salida de Rafael Correa de su mandato, la crítica situación política y social de Venezuela, cuya posible solución ha de ser inminente, y por supuesto, de manera especial Raúl Castro en Cuba, con sus inesperadas salidas y decisiones, sus aparentes pasos de insignificantes avances a pesar del estatismo político, sus continuas demandas y pedidos al gobierno de Estados Unidos, amén de los tratos y convenios con ciertos líderes políticos de dudosas intenciones, caracterizan el panorama en Latinoamérica, lo que será determinante para el aislamiento que tendrá que enfrentar el dictador nicaragüense durante su nuevo mandato.
Así las cosas, el país centroamericano continuará bajo el dominio de un régimen dictatorial, ahora como modalidad de dictadura familiar, pues el presidente vitalicio se hará acompañar en la vicepresidencia por su esposa, la “respetable primera dama”, Rosario Murillo, quien se desempeñaba como coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía.
Ortega no solo continuará manipulando a la justicia y llevando el control de todo; sino que deberá asumir, al menos, dos grandes retos: lograr nuevos convenios con su benefactor, el casi derrotado gobierno de Venezuela, y asumir posibles consecuencias con una nueva administración de gobierno en Washington tras la victoria del republicano Donald Trump.
albertorot65@gmail.com
Publicado en /CubaNet/.
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