“El odio y el placer de asesinar en Che Guevara”. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Fort Pierce. Estados Unidos. Recientemente esta página publicó un escrito mío titulado: El culto a la personalidad en el socialismo del siglo XXI, el cual tenía varias imágenes que pretendían reflejar la idea de la adoración hacia los líderes del continente americano. De manera particular la dedicada al Che Guevara, tenía un comentario aclarando que su idolatría merecía un escrito aparte, y que solo lo mencionaría como algo inevitable al tratar este tema.
En este artículo expresé: “El despiadado guerrillero que experimentaba placer al matar ha sido objeto de una idolatría sin igual en la historia”. (…) “Aunque por suerte para la humanidad no llegó al siglo XXI para conocer de su variante socialista”.
Por esos días, una amiga que al parecer simpatiza con el mítico guerrillero argentino, puso su opinión en las redes sociales sobre una imagen suya, suficiente como para que llegara a mi Facebook, y yo sin perder tiempo lo comenté, aunque no con la misma visión de la estimada amiga cubana. En mi intervención puse, entre otras cosas, las frases antes citadas.
En breve empezaron a aparecer respuestas en son de protesta contra mi juicio crítico. Al ahondar en su origen supe que la imagen y un escrito al respecto fueron puestos por un simpatizante del régimen que ahora expresa su condición abiertamente; pero en otros tiempos, cuando lo conocí personalmente, era un agente encubierto.
Estas dos razones me llevan a redactar esta nueva propuesta con la que intento responder a aquellos que arremetieron en mi contra, a la vez que doy continuidad a lo prometido en el escrito recién publicado sobre el culto a la personalidad.
La directora ejecutiva de Archivo Cuba: Proyecto de Verdad y Memoria, María C. Werlau, ha definido al Che Guevara como: “la figura emblemática de la mitológica “elegancia revolucionaria” y el ícono por excelencia de la cultura de masas”, algo determinante para comprender en su esencia la desenfrenada idolatría hacia el guerrillero argentino, a quien los comunistas cubanos han querido hacer suyo.
Increíblemente, a casi medio siglo de su muerte en La Higuera, Bolivia, el 9 de octubre de 1967, sigue ejerciendo su maléfico efecto sobre las multitudes. Rockeros, raperos, reguetoneros, iletrados, delincuentes y marginados, fanáticos y comunistas, filósofos y hombres de ciencia, poetas y trovadores, literatos y empresarios, lo siguen venerando, cual Mesías de estos convulsos tiempos.
¿Fanatismo o desconocimiento de la verdad? Muchos saben - no solo como referencia fortuita u ocasional; sino con conocimiento de causa a través del estudio y profundización de su vida y obra- acerca de sus debilidades devenidas en arbitrariedades de una personalidad egocéntrica, que desde la rebeldía se propuso transformar el mundo y al hombre, aunque para esto tuviera que agredir, maltratar, humillar y matar. Pero aun así lo siguen amando, y se resisten a admitir la veracidad de su condición demostrada de hombre asesino, y a reconocer la perversidad inherente a su enérgico accionar.
Sus defensores se resisten a creer que el mismo ser que inspirara a una intelectual cubana a declararlo como “caballero, el más puro, caballero el mejor caballero”, fuera capaz de predicar el odio entre los hombres, en contrapartida al amor y la tolerancia que enseñara el Cristo en los lejanos tiempos de la antigua Palestina, y que se asume como modelo en los pueblos que profesan la fe cristiana, la que se practica en toda la América, donde el guerrillero pretendía ejercer su dominio.
¿Héroe, aventurero o terrorista? Para aquellos que dudan y pretenden ocultar su enfurecida maldad, las palabras del Che Guevara en su Mensaje a la "Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América latina", en abril de 1967, a solo seis meses de su muerte, son una prueba irrefutable: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal." (Tricontinental. Suplemento especial. 16 de abril de 1967).
El anticristo, dirían pues los fanáticos extremistas de la religión cristiana, aun cuando muchos de los seguidores del ejemplar maestro que murió en su cruz se las han agenciado para continuar amando a Cristo, y al propio tiempo utilizar atuendos, que a modo de amuletos expresan algún atributo del “caballero del alba encendida”, aquel que con ímpetu guerrero, no por sentido de justicia y necesidades libertarias, sino por satisfacer su corrupto delirio vengativo y sus ansias de expansión por el orbe, afirmó en el mismo escrito: “Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aun dentro de los mismos: atacarlo dondequiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá cayendo”.
Al igual que Fidel Castro, le obsesionaba la idea de agredir continuamente al llamado imperialismo y de culpar al gobierno de Estados Unidos de todos los males de la tierra. En este sentido afirmó: “Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria”.
¿Matar por placer? Algunos insisten en la ausencia de pruebas evidenciales para verificar su maldad a través del placer al matar, lo que demuestro al citar sus palabras tomadas del Discurso ante la ONU, del 11 de diciembre de 1964: “Como marxistas hemos sostenido que la coexistencia pacífica entre las naciones no incluye a la coexistencia entre los explotadores y el explotado. (...) Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, si, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario [...] nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida [...] en esas condiciones nosotros vivimos por la imposición del imperialismo norteamericano."
Sus fanáticos seguidores – que lamentablemente, son multitudes en el mundo- piden para aquellos que escribimos o predicamos abiertamente y sin temores sobre su “caballero ya inerte, caballero ya inmóvil y andante”, el ser juzgados por tribunales revolucionarios por difamar en contra de su ídolo, a lo que respondemos, que tal vez en aquellos países que son dominados por regímenes dictatoriales totalitaristas como Cuba, Venezuela, Nicaragua y Corea del Norte, entre otros pocos, esto sería un hecho innegable; pero los que estamos en países democráticos tenemos libertad para expresarnos pues los medios de comunicación no son censurados por los mandatarios, ni controlados por sus súbditos, así que continuaremos proclamando la verdad ante el mundo, con la convicción de que algún día serán sentenciados, no aquellos que exponemos lo que lamentablemente unos intentan ocultar, sino todos, los que como el Che Guevara son responsables del fusilamiento y la muerte de cientos de hombres, cuyo único delito fue no creer en su mismo ideal.
Hacer perdurar lo imperdurable es el propósito de sus defensores, quienes le siguen ciegamente. Un puñado de comunistas recalcitrantes y fanáticos, que aún creen en la sombra fantasmal del aquel que con hachón guerrillero sigue haciendo el mal desde las tenebrosas profundidades abismales, “en lo oscuro, señora, en lo oscuro”, cautivando a jovenzuelos latinoamericanos necesitados de aventuras, que envueltos en la histérica oleada de los que aun, conociendo se su serie secuencial de crímenes, prefieren creer que las calumnias persiguen a los héroes.
De ahí que en los sitios menos esperados lo encontremos, cual talismán protector de las multitudes ignorantes. En Alausí, el pequeño poblado oculto en las inmensidades de la Cordillera de los Andes, en la vieja pared que se resiste al tiempo y la prefieren decorar con su imagen guerrillera, al lado de Gandhi, en una municipalidad que se dispersa en el olvido de Suramérica, en las tiendas para turistas de las pomposas ciudades del continente americano, en la más remota librería, pero allí está, cual “escultura guerrillera entre el viento y las nubes de la Sierra”, y al parecer, su desmedido culto le fortalece desde los misteriosos enigmas de lo astral como para no poder sepultarlo por siempre.
*La primera imagen con el rostro de Ernesto Guevara es del artista de la plástica cubano Maikel Benítez, quien tuvo la gentileza de enviármela para este escrito.
**Se han utilizado versos, a modo de frases, para referirme al Che Guevara tomadas de la poesía “Canción antigua al Che Guevara”, de Mirtha Aguirre y “Che Comandante” de Nicolás Guillén, ambos escritores de tendencia izquierdista y de militancia comunista, pero los cito porque a diferencia de los comunistas que suelen silenciar todo aquello que no esté en correspondencia con sus principios, reconozco la grandeza de su arte, aunque lamentablemente gastaron sus energías en figuras tan controversiales y negativas como esta.
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