Fidel Castro. Ya no existe. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Port Pierce. Estados Unidos. "¿Dónde está oh muerte tu aguijón, donde oh sepulcro tu victoria?" (San Pablo, primera epístola a los corintios) “¡Fidel Castro está muerto!” (Donald Trump), y como ha expresado Jesús A. Lozano Fuentes, el artista español en su mensaje: YA NO EXISTE.
Muchos están celebrando la noticia, y no sin razón, tienen motivos más que suficientes para estar contentos al saber que aquel que fue responsable de la muerte de miles de hombres dejó de existir, al menos materialmente, y dudo, dada su perversidad llevada a expresiones inigualables, que pueda pasar a una inmortalidad, en la que no creía después de abrazar las doctrinas marxistas, a pesar de que Nicolás Maduro ya se ha referido en su mensaje a su paso hacia la inmortalidad, tal como hiciera con Chávez, a quien convirtieron en un santo del sincretismo popular venezolano.
Día de júbilo porque ya no estará, aunque desde hace ya mucho había dejado de estarlo. Su estado de decrepitud lo llevó a un aislamiento y enajenación mental entre moringas y clarias, imperios y dictaduras, pensamientos descabellados bajo apariencia quijotesca y aquel eterno delirio que le hizo ver al enemigo imperial por todas partes, lo que siempre me hacía evocar a Haile Selassie, el León de Judá, último emperador de Etiopía, que en el pasado siglo mantuvo una de las más represivas dictaduras de la historia, pero como el viejo comandante se impuso hasta muy cercana su muerte, llegando al delirio, al parecer uno de los males comunes de todos los grandes dictadores.
Deja tras sí una inmensidad de muertes, ya sea por fusilamientos políticos, por deterioro progresivo en las cárceles, por conflictos bélicos en África - a donde enviaba tropas a combatir para propagar el comunismo en el mundo mientras él se dedicaba a la práctica de la pesca en Cayo Largo del Sur, -, por ahogamientos en la travesía del estrecho de la Florida, y más recientemente por deshidratación, inadaptación o asesinato en las selvas americanas.
Lamentablemente no fue sentenciado por ningún tribunal por sus actos despiadados contra la humanidad, como sucedió con Erich Honecker, quien fue procesado por las192 personas que murieron intentando cruzar el Muro de Berlín durante su mandato, y Nicolae Ceausescu, quien fuera ejecutado por un tribunal militar creado ex profeso por cargos de genocidio y acciones militares contra el pueblo rumano, ambos países bajo el yugo comunista impuesto en parte del continente europeo.
Horas antes del anuncio público de la muerte del dictador cubano, esta página había tenido la gentileza de publicar un escrito de mi autoría en el que hago referencia a los temibles tiempos iniciales el proceso revolucionario cubano. Ahora me parece increíble y no dejo de asombrarme de la asociación entre algunas de las ideas expresadas y el hecho del deceso del viejo mandatario, como si de manera visionaria me anticipara a su muerte al hacer referencia a una sucesión de la dinastía ya prevista. (Remítase al escrito titulado: “Los convulsos meses iniciales de la revolución cubana".
En breve comenzaron a circular en los medios y redes sociales noticias y comentarios, estos últimos van desde la seriedad al expresar el sentir de algunos, que envueltos en el fanatismo y la idolatría han dicho: “partes dejando once millones de cubanos revolucionarios llorando por ti”, o “vivirás en nuestros corazones para siempre. Sabemos que el espacio que dejaste nunca se llenará. Pero trabajaremos para el humanismo como nos enseñaste”, hasta los chistes y las sátiras, las vulgaridades y trivialidades, las caricaturas y los montajes, y también las expresiones profundas como estas: “movilizar a los niños y sacarlos de sus clases para lanzarles huevos y ofensas, para hacernos bailar una conga al ritmo de ¡pin pon fuera, abajo la gusanera! Repudiando a nuestros amigos, hermanos y vecinos por abandonar el país, no es obra de un ser humano, han perdido la razón”.
Pero de cualquier modo la noticia es noticia, y en el mundo entero hay mensajes de todo tipo. Desde un duelo oficial en Uruguay, enfrentamientos entre castristas y anticastristas en la embajada de Cuba en Madrid, sendas publicaciones en Italia, mensajes conservadores con aires de comunismo de líderes argentinos en las redes, y hasta desde el lejano Pakistán me han llegado mensajes como este: "Many around the world were influenced by his selfless struggle for human dignity, equality and freedom. He touched our lives in deeply personal ways”, lo que contrasta con la masiva manifestación entre bailes y gritos de Cuba libre de la comunidad de cubanos en Miami, Estados Unidos, que se lanzaron a las calles y se concentraron en el emblemático sitio de referencia de la oposición cubana, el Versalles, hasta el amanecer.
Mientras, Cuba permanecía en el silencio, solo con la breve intervención del presidente Raúl Castro. El cierre repentino de los centros nocturnos recreativos hizo que algunos lo supieran y se resistieran a creerlo. Un rápido movimiento y despliegue militar tenía lugar en sus calles ante la espera de cualquier manifestación opositora al régimen ante la noticia.
Algunos se resistían a creerlo. Ya de manera reiterada se había anunciado su muerte. Desde hace años, muchos esperaban el momento como algo que no parecía tener cabida en la realidad y el contexto concreto de un necesario momento, resultado de un paradigma castrista que lo mantuvo, cual ángel tutelar de una nación que hizo suya, aunque para esto tuviera que acudir al sacrificio mantenido de los millones de cubanos privados no solo de los más elementales alimentos y medicinas, sino de todas las libertades que necesita el hombre para su realización.
El castrismo acude a todos los posibles recursos como forma de afianzarse a algo inexistente. La imagen del venerado “invicto comandante”, seguirá siendo utilizada como prolongación de su mandato ante la poca aceptación de su sucesor.
Para sus simpatizantes el llamado líder histórico de la revolución pasará a la eternidad como los antiguos faraones egipcios, aunque sea a la fuerza, siendo una verdadera aberración en un contexto materialista fomentado por el despiadado comandante cuando declaró el sentido marxista y el carácter socialista de la revolución cubana.
“Fidel Castro ha muerto. Ahora, él espera el juicio de Dios, que es misericordioso pero justo”, señaló el titular del Arquidiócesis de Miami, en un comunicado que publican hoy algunos medios por motivo de la realización de varias misas en la Ermita de la Caridad de esta localidad, en las que se pedirá a la Patrona de Cuba por la libertad y la unión de los cubanos tras la muerte del dictador.
El Consejo de Estado de Cuba decretó hoy nueve días de luto. Desde las profundidades de su nuevo estado de conciencia tras su muerte, sigue dándonos quehacer, esto supone la suspensión del concierto único que durante veintiocho años ha estado posponiendo el famoso cantante de ópera Plácido Domingo, y que tendría lugar hoy en La Habana, como oportunidad única para que unos pocos cubanos pudieran estar junto al divo español, pero hasta eso nos ha hecho, justo cuando tendría lugar la consumación de un merecido acto que los cubanos de la isla merecen.
Ahora continuará el culto a su personalidad a través del desplazamiento de sus cenizas por toda la isla hasta llegar a Santiago de Cuba, previos actos en La Habana y en la propia ciudad oriental, y luego de comprometer a los siervos reprimidos para apoyar la defensa del concepto de revolución promocionado por el delirante líder con sus utopías y sus fantasías.
Por suerte será incinerado -según sus disposiciones y de acuerdo con lo afirmado por Raúl Castro-, con lo que evitaremos tenerlo embalsamado y convertido en santo, como Chávez, u otros mandatarios comunistas como el chino Mao Zedong y el coreano Kim Il-sung.
Muy temprano alguien me preguntaba: ¿Qué crees que les depare a nuestra gente a partir de ahora? A lo que respondí: Pues cambios mínimos y lentos, como ha estado sucediendo hasta ahora. Se trata de la muerte de un hombre, lo que no significa el fin de un sistema que se aferra a sobrevivir anclado en un pasado que se resiste a los cambios. No obstante, el estado de transición es casi una realidad aunque no seamos conscientes de esto, pero aún falta para que se concrete el final definitivo del régimen.
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