Al fin murió el tirano. Por Carlos Díaz Olivera.
Murió el tirano que enlutó no sólo a la patria cubana, si no a nuestra sufrida Americalatina, cientos de miles de cadáveres caídos por la vanidad de un hombre que sólo se quería a si mismo, implacable, prepotente, autosuficiente, un magnífico plageador de las palabra ajenas, un perfecto egocentrista que enseñó al pueblo a odiar, que dividió a nuestra familia en una división absoluta pero y a la vez terrible, y que al final demostro que su maquiavélico plan fracasó en esa hipocresía que ya nadie pudo ocultar, porque las palabras que se guardan en silencio no pudieron ni podrán callar a esos corazones heridos.
Ha muerto el tirano y pocos lo lloran sinceramente, muchos muertos y desaparecidos lo impiden, allí donde se recuerdan sus nombres de víctimas muertas por un déspota que quiso jugar con la historia, esa misma historia que lo acusará eternamente y que lo condenará, a ese infierno de calderas hirvientes descrito por Dante, donde paran los personajes maléficos y terribles de la historia humana.
Ha muerto un hombre que llevó a fosas de cementerios sin nombres y cárceles terribles, dantescas creadas por su mente diabólica.
Ha muerto un habitante que fue un tirano como aquellos que describía Don Ramón del Valle Inclán y que fueron todos superados por la perversidad de un cerebro, que gracias al ciclo natural de la vida se ha apagado para siempre, y vaya usted a saber, se fundirá en los hornos acá en la tierra en una funeraria donde será cremado, y dar curso así a su cremación eterna y contínua.
Q.N.D.E.P.J. (Que No Descanse en Paz Jamás )
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