Este es el momento. Ahora o nunca. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Fort Pierce. Estados Unidos. Estamos en un momento crucial para el fortalecimiento de una oposición dividida, con muchos preceptos, plataformas, foros, reglamentos y estatutos; pero con escasas acciones concretas, con las excepciones de la labor mantenida de apoyo a desposeídos y marginados en el oriente del país por los miembros de UNPACU, y las manifestaciones pacíficas de las Damas de Blanco en la capital.
¿Por qué este momento es determinante en el fortalecimiento de la oposición? Pues porque el líder no existe, y jamás ha existido una continuidad. Raúl Castro, no tuvo nunca aceptación popular. Solo se le vio como el hombre del ejército, cuyo puesto en este mando estuvo dado, más que por sus virtudes, por los lazos de hermandad con Fidel. Por otro lado siempre ha estado envuelto en el mito sobre su supuesta preferencia y orientación sexual, algo que se ha especulado y hasta sobredimensionado, más allá de cualquier posibilidad; pero esto, sin duda, le ha acompañado desde siempre y ha dañado su imagen en el contexto de una sociedad machista y homofóbica que recién comienza a aceptar nuevas pautas en este sentido. De cualquier modo en torno a su figura se crea el chiste y el choteo a partir de una supuesta condición de homosexualidad -equivalente a las bufonadas de Nicolás Maduro desde la perspectiva de su incultura y sus frases y términos inexistentes en el castellano-, lo que le desacredita en cualquier parte.
Si a esto se le añade la carencia del carisma que tuvo su hermano – nos guste o no, es una realidad, como también fueron carismáticos Napoleón, Hitler, Chávez y otros tantos líderes y mandatarios, aunque estemos en desacuerdo con sus acciones- pues no habrá dudas que la presencia de Raúl Castro es solo de carácter simbólico, y que la sombra de viejo comandante; aunque no existe ya, se le antepone.
Alfredo M. Cepero, Secretario General del Partido Nacionalista Democrático de Cuba, recientemente se ha referido a esta idea de la ausencia de líder: "Se les murió el ídolo, se les acaban los mecenas, sus políticas demagógicas han pasado de moda y el sujeto en el timón carece del carisma del muerto. Enfrentan a un pueblo que huele el cambio que le llega en el viento de los medios sociales y de las comunicaciones instantáneas".
Lo cierto es que no existe una figura paradigmática desde hace mucho tiempo, ni la habrá, por cuanto, aun cuando ya no está el llamado líder histórico, su impronta a través de su evocada presencia se mantendrá por un buen tiempo, como si se alimentara desde las astrales profundidades para mantenerse aferrado a una existencia que ya no le pertenece.
El no reconocimiento por parte de las multitudes de esa autoridad que se le ha otorgado al presidente cubano sin convocar a nadie, pudiera ser el punto que determine el éxito de la lucha por la conquista de la libertad. El pueblo dejará de obedecer de manera progresiva, no lo quieren y nunca confiaron en él.
Gene Sharp ha planteado algo verdaderamente genial respecto a la pérdida de la autoridad de los gobernantes. Según el académico político contemporáneo: “si no se le reconoce autoridad al gobernante, la obediencia será un acto consciente, en lugar de habitual”; lo que desarrolla desde la premisa de una obediencia ciega que hace actuar a las masas de manera mecánica solo cuando estas - en su condición de multitudes manipulables a través el engaño -creen incondicionalmente en su líder; pero cuando se ha perdido esa confianza y el mandatario deja de tener su sentido de autoridad, la obediencia deja de ser un acto mecánico, por cuanto, surge la interrogante de por qué voy a obedecer, algo que hace a la acción un acto de carácter consciente. En Cuba se ha llegado a este punto crucial y es el momento no solo de poder, sino de saber utilizarlo.
No obstante, es necesario que grandes sectores de la población cubana despierten, y sean capaces de unirse a ese llamado que los conducirá al triunfo definitivo de la democracia. La siguiente propuesta podría ser de utilidad:
Primer paso: autoreconocimiento de la condición de no simpatizante con el régimen. Es hora de dejar a un lado la idea de que salimos de Cuba por problemas económicos y veamos el verdadero origen de esos problemas. Es tiempo ya de tener un sentido de la percepción de nuestros males y sobre todas las cosas, de no sentir temor al reconocernos como desafectos a un sistema social que nos ha llevado a las profundidades de un abismo del cual no se podrá salir si no tienen lugar cambios radicales y no simples aparentes reformas.
Segundo paso: Salir del estado de inercia. Una vez reconocida y admitida nuestra condición, es necesario entrar en acción a través de una documentación adecuada de la realidad política y social del país. Esto resulta difícil dentro de la isla, por cuanto los medios de información están bajo el control absoluto del gobierno comunista y limita a aquellos que pretenden tener acceso a dicha información.
Prácticamente el acontecer cubano desde la óptica de los medios no oficialistas solo puede ser conocido por los exiliados. Se sabe que la seguridad del estado bloquea las páginas y sitios que proporcionan una verdadera información, y en el orden práctico, la mayoría de los cubanos no tiene derecho a Internet.
De cualquier modo, si resulta de gran importancia apropiarse de una detallada información, y de ser posible, llegar a una profundización de muchos elementos en el orden teórico, a lo que en ocasiones no se le da la importancia que tiene; pero sin una base de tipo teórica nuestras futuras acciones pueden dispersarse. La desinformación contribuye a la división. La ignorancia nos conduce a ser manipulados.
Salir de la condición pasiva de la inercia no presupone la toma de las armas, sino un estado intermedio entre al autoreconocimiento y no cooperación, y que esencialmente incluye una buena dosis de información acerca de lo que vamos a hacer, del por qué y cómo lo vamos a hacer.
Tercer paso: no cooperar. Si no nos vamos a lanzar abiertamente a las calles en son de protesta, al menos no hacernos copartícipes de las acciones que organiza la dictadura como apoyo a la casusa de la revolución cubana. Esto significa no asistir a reuniones y guardias de los CDR, marchas y actos revolucionarios, no participar en las rendiciones de cuentas del llamado gobierno.
En los tiempos iniciales siempre existirá el temor a ser señalado y que la dictadura pueda tomar acciones represivas contra su persona. No temáis, si usted no participa, no puede ser expulsado de su puesto de trabajo o estudio, ni perjudicará a otros miembros de su familia. Solo se necesita un mínimo de disposición y de firmeza.
Si en cada hogar cubano, al menos uno de sus miembros se une a la no cooperación con el régimen, sería el inicio de una verdadera resistencia pacífica.
Cuarto paso: manifestarse abiertamente contra el régimen. Pronunciarse en el orden individual, lo que presupone que todos sepan de su condición como desafecto al sistema; aunque aún no esté directamente involucrado en acciones organizadas por la disidencia, ni esté en la membresía de los grupos opositores del país.
Quinto paso: tomar decisiones de participar en manifestaciones, marchas, actos, tenidas y charlas organizados por los grupos de la oposición. Esta es una etapa de verdadera acción que requiere grandes esfuerzos y sacrificios, por cuanto, ya se han dado pasos determinantes en nuestras vidas que nos vinculan a los movimientos opositores, de los cuales, se supone que seamos miembros.
El exilio. Muchos podrán decir que desde el exilio todo es muy fácil y hasta injustamente surgen comentarios acerca del por qué nos fuimos y no nos quedamos a luchar en Cuba. En primer lugar, el hombre tiene un libre albedrío para tomar las decisiones que considere oportunas. Unos determinamos irnos y otros quedarnos.
Recordemos que el exilio constituye una forma de lucha en su modalidad de resistencia pacífica. Continuamos siendo perseguidos en el exilio, por cuanto, el gobierno cubano tiene a sus agentes encubiertos dispersos por el mundo, además que en el exilio somos siempre eso: unos exiliados.
Hemos de reconocer que desde el exilio no vamos solucionar los verdaderos problemas del país. Tal vez, la difusión de la realidad cubana para sensibilizar a multitudes con la causa sea el mayor aporte de los exiliados cubanos, lo que ya es un logro y una forma de practicar la lucha pacífica a través de la no violencia y la no cooperación; pero pretender un protagonismo mayor que el de los cubanos de la isla es un grave error, algo que lamentablemente se percibe.
Los que han permanecido por muchos años fuera de la isla, independientemente de las buenas intenciones que puedan tener, en realidad no saben la verdadera situación de los cubanos que se quedaron. La represión a través de la violencia se ha incrementado de manera notoria en los últimos meses, lo que frena la toma de decisiones de muchos que ya se han autoreconocido y han salido de la inercia. No les corresponde a los exiliados dirigir; sino apoyar.
Esta especial circunstancia dentro del contexto histórico, político y social de Cuba deber ser utilizada. Este es el momento, el líder se les ha ido para siempre.
albertorot65@gmail.com
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