Ley de ajuste o el desbarajuste. Por el Licenciado Rolando Gallardo.
Quito. Ecuador. Amanezco y veo un reporte de Yusnaby Pérez sobre la llegada de un grupo de balseros. Me sorprende la declaración abierta de uno de ellos que confiesa que sale de Cuba a buscar un futuro mejor, pero que no tiene nada en contra de Fidel. Tales palabras me retraen a la meditación.
La Ley de Ajuste Cubano, es una buena acción en el camino al infierno. Miles de cubanos arriban a Estados Unidos cada año para acogerse a los beneficios de la ley. Es un tabú en el exilio y la emigración hablar de su eventual derogación. Quienes se pronuncian a favor de su eliminación o reforma desde el exterior reciben avalanchas de críticas o apoyo, demostrando la división de criterios al respecto.
Desde el gobierno de la isla se alude a la Ley de Ajuste Cubano como el principal motivo del éxodo, desestimando las condiciones y políticas internas que lo generan, siendo esta una estrategia antiquísima del régimen: La culpa siempre es de otro.
Voces autorizadas dentro del estamento político cubano-americano, como el congresista Marcos Rubio, claman por una revisión de la Ley de Ajuste, sobre la base de que no todos los cubanos que arriban a Estados Unidos y la reclaman tienen requisitos para solicitar un refugio, y muchos demuestran su apatía política cuando apenas obtenido el beneficio de residencia retornan a la Isla, desacreditando la supuesta condición de perseguidos políticos.
Desde el inicio de la crisis en Costa Rica y Panamá resultó patente la división entre los varados. Un grupo nada despreciable reafirmaban de forma imprudente y motivado por la ignorancia de la naturaleza de la Ley de Ajuste, que eran emigrantes económicos, fortaleciendo con su actuar el argumento del régimen sobre las causas de la emigración ilegal cubana. En el otro sector, aquellos que asumían que salían de Cuba por la política represiva, la falta de libertades políticas y económicas, así como el empobrecimiento artificial de Cuba, algo impuesto por un bloqueo interno que sume en la desesperanza a la población. Ambos coincidían en que esta fuga masiva era movida por el temor a las transformaciones políticas que podría generar el “deshielo”, dejándolos dentro de una nación que no vislumbra a largo plazo cambios sustanciales en la relación gobierno-pueblo.
Es legítimo el cuestionamiento sobre si la ley de ajuste debe continuar bajo los términos actuales. El gobierno receptor desembolsa un promedio anual de 500 millones de dólares en ayuda a los “refugiados cubanos”. Desde el 2014 hasta finales de 2016 se estima que Estados Unidos haya desembolsado 1500 millones de dólares a los emigrantes cubanos por conceptos de: ayuda monetaria inicial por 6 meses, sellos de alimentación por 3 meses y prorrogable, seguro médico por 10 meses para adultos, más las ayudas en seguro médico para menores y la suplementaria para las personas de la tercera edad.
¿Merece todo cubano tales bondades? La saga final de la crisis migratoria, que tuvo su último y nefasto capítulo en la República del Ecuador, demostró que miembros del régimen son parásitos beneficiarios de la Ley de Ajuste. No tardaron en salir las manchas al tigre, descaradamente entre las voces que clamaban un puente aéreo estaban persecutores de Damas de Blanco, oficiales de la contrainteligencia, miembros de la Asamblea del Poder Popular, y militantes comu-oportunistas que cansados de las prebendas del régimen iban a por más en la “Yuma”. Muchos de ellos, que negaron el motivo político de ese estallido, se encuentran hoy en Estados Unidos disfrutando de los millones que destina en ayuda el gobierno norteamericano.
Siendo justo, otro grupo, incomprendido y atacado, se lanzó en manifestación valiente; aunque imprudente contra el consulado cubano en Quito, mostrando el carácter político del éxodo y protagonizando una de las proezas históricas de la emigración nunca antes vistas. Lamentablemente es un hecho del que poco se habla. Muchos de los manifestantes fueron deportados a Cuba. Otro grupo de manifestantes y protagonistas del plantón del Arbolito se encuentran ya en Estados Unidos, justificando con sus acciones y postura política el merecimiento de los beneficios de la Ley de Ajuste.
Creo y apoyo una reforma de los términos de la Ley de Ajuste Cubano. No es justo que el dinero del contribuyente vaya a parar a manos de los que gozaron el comunismo y desean gozar el capitalismo sin mérito alguno. No es justo que emigrantes económicos y futuros “especuladores” que se marchan a la isla, recién obtenida la residencia, pisoteen el espíritu que dio origen a la Ley. Se debería valorar la anulación de la residencia de los personajes inescrupulosos que niegan con su actuar el refugio otorgado y su comportamiento dista mucho de ser un perseguido político.
No vivo en Estados Unidos, no me he beneficiado de la Ley de Ajuste ni me considero un perseguido político a pesar de mis acciones y criterios. Pero condeno a aquellos que se burlan de la ley, y desacreditan el apoyo y sustento que el gobierno de Estados Unidos ha ofrecido a nuestro pueblo en los duros años del Éxodo, que tristemente no acaba.
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