La Navidad, una festividad cristiana de carácter universal. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
25-12-2016
La Navidad, una festividad cristiana de carácter universal. Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Fort Pierce. Estados Unidos. Todas las naciones del mundo han tenido sus celebraciones o festividades a través del tiempo, algo que perdura en nuestros días como reflejo de aquellas fiestas que nuestros antecesores establecieron de manera muy sabia, por cuanto, tuvieron en cuenta ciertas condiciones astronómicas y astrológicas, así como los cambios sucesivos en las diversas estaciones anuales.
Los cambios de los cuerpos celestes que proporcionaron renovaciones y satisfacciones en los hombres de antaño, fueron motivo de celebraciones para los pueblos primitivos. Muchas de las fiestas están en relación con la aparición del sol en los distintos puntos cardinales de la esfera celeste. Otras festividades se establecieron para perpetuar la memoria de algunos de los héroes que sirvieron en la patria; pero las que han trascendido hasta nuestros días son las primeras. De esta forma, se celebraron fiestas por el advenimiento de las estaciones, se utilizaron símbolos relativos a sus características, aparecieron las formas de adoración, las cuales fueron desde la idolatría contemplativa hasta las danzas y los cantos. Así, las festividades más brillantes eran las relacionadas con la adoración al sol, sin restar protagonismo a las relacionadas con los solsticios y los equinoccios.
Durante el solsticio del verano se le daba al sol el nombre de Hércules, por considerar que en esta época se halla en todo su esplendor el gran astro. Se hacían grandes juegos y la alegría reinaba entre los hombres. En la primavera se celebraba su resurrección, el Dios viviente reinaba de nuevo después de haber pasado su etapa en el hemisferio meridional, considerado por los antiguos como su muerte y descenso a los infiernos.
En nuestros días, la célebre partitura de Igor Stravinski: “La consagración de la primavera”, obra emblemática del pasado siglo veinte, compuesta por el músico ruso para un ballet que aborda el tema del sacrificio de una mujer, con objeto de alabar al Dios de la primavera, y de esta forma favoreciera a la legendaria tribu, constituye una muestra dentro del arte, de la asimilación de las tradiciones paganas antiguas.
Los diferentes momentos de la danza –segmentos musicales para la partitura-, son sugerentes de un dominio de los temas de las culturas primitivas: “La adoración de la tierra”, “Juego de las ciudades rivales”, “Cortejo del sabio”, “Danza de la tierra”, “El sacrificio”, “Evocación de los antepasados” y “Acción ritual de los antepasados”, entre otros, son momentos de la obra.
De igual forma, durante el equinoccio de otoño, en el que el sol abandona nuestro hemisferio superior, el abatimiento, la desesperanza y la tristeza, reinaban entre los antiguos, a diferencia de las festividades dedicadas a la primavera y al verano. Este estado de recogimiento perduraba hasta el solsticio del invierno, etapa en la que se comenzaba a recuperar la naturaleza de su estado por el abandono del astro rey, lo que, sin duda, fue tenido en cuenta para establecer nuestro actual adviento, la temporada de cuatro semanas que preceden al nacimiento de nuestro señor, tiempo de reflexión y recogimiento espiritual como preparación para el advenimiento del redentor del mundo. La palabra procede del latín adventus, que significa llegada. Señala el comienzo del año eclesiástico y es una estación que debe caracterizarse por la solemnidad. Se dice que en el pasado se observaba con el mismo rigor que la Cuaresma. En algún momento tuvo una duración como esta; aunque finalmente quedó reducida a cuatro semanas que comienzan con la festividad de San Andrés, el 30 de noviembre, o su domingo más cercano. La Iglesia católica, por ejemplo, prohibía la celebración del matrimonio durante el Adviento. Llegado el solsticio del invierno, actualmente el nacimiento de nuestro señor, o la Navidad, se comenzaba a cantar con alegría de nuevo, porque el sol nacería para el mundo, lo que se refleja en nuestros días con los cantos de navidad, los decorados, regalos y fiestas de esta época del año.
La Navidad cristiana, como otras festividades de esta religión, tiene su origen mucho antes del establecimiento del cristianismo. La fiesta pagana más estrechamente asociada con la nueva Navidad era el Saturnal romano, del 17 al 23 de diciembre, en honor de Saturno, Dios de la agricultura, que se celebraba durante siete días de bulliciosas diversiones y banquetes. Al mismo tiempo, se celebraba en el norte de Europa una fiesta de invierno similar, conocida como Yule, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses para conseguir que el sol brillara con más fuerza.
La Iglesia Católica agregó con posterioridad, en la edad media, la idea del nacimiento y los villancicos a sus costumbres. En esta época, los banquetes eran el punto culminante de las celebraciones. En la Gran Bretaña, en 1552, los puritanos prohibieron la Navidad; aunque retornó a esta tierra en 1660 con Carlos II, los rituales desaparecieron hasta la época victoriana.
El mundo de la cristiandad celebra su navidad en el mes de diciembre. Se ha establecido el día 25 de dicho mes como el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, a pesar de no mencionarse fecha alguna en los evangelios sinópticos, que constituyen las fuentes más aceptadas y difundidas en el mundo. Este día no fue oficialmente reconocido hasta el año 345, cuando por influencia de san Juan Crisóstomo y San Gregorio de Nacianceno se proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad de Jesús.
foto Arriba: La representación del nacimiento ha sido un símbolo de la Cristiandad a través de los siglos. Su origen se pierde en el tiempo. Ya sea a través de la escultura o de la pintura hay centenares de obras, consideradas maestras. (Imagen tomada de Internet).
Al parecer los cristianos primitivos tenían conocimiento preciso del significado de los acontecimientos astrológicos que habían guiado a través del tiempo a los hombres. De esta forma, el cristianismo no se aparta de las tradiciones, según las cuales, el nacimiento de los redentores estaba en relación con el solsticio del invierno. En esta fecha se celebraba también el nacimiento de Mithra entre los persas, de Baco entre los griegos, de Adonis entre los fenicios, el de Atis entre los frigios. También los antiguos mostraban en Menfis la imagen infantil del Dios-Día, sacándola del fondo del santuario, los romanos anunciaban en su calendario esta festividad con las palabras “natalis solis invicti”. Quince días antes del solsticio los antiguos celebraban una fiesta en honor de Neptuno, dios del mar, como hicieron los romanos con su Saturnal entre el 17 y el 23 de diciembre, o como hacen actualmente los mexicanos, con sus “posadas”, una celebración que dura nueve días y que preceden a la Nochebuena. Éstas empiezan el 16 de diciembre y conmemoran el viaje de María y José en su búsqueda de alojamiento antes del nacimiento de Jesús. El número nueve también alude a los nueve meses de embarazo de María. Parte esencial de la fiesta es pedir posada mediante unos cantos en los que unos asistentes solicitan el favor de ser recibidos y otros responden, primero negándose, y al final concediéndolo, con lo que todos estallan en júbilo por el feliz final de la travesía de los peregrinos.
De cualquier forma, la Navidad actual es un acontecimiento de carácter universal. Etapa de júbilo, de alegría, de proyectos, de emprender nuevas metas. Ese misterio que nos envuelve a todos, tiene su origen, en el efecto benéfico que nos ofrece el paso del sol después de haberse internado en el hemisferio meridional, hecho que es considerado como un verdadero nacimiento del Sol o un renacer de su esplendor.
Para los cristianos es el nacimiento de la encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo, para los budistas es el nacimiento de la encarnación de Vishnú o de uno de los grandes Budas, o de la Sabiduría Suprema, según otros. Para los hinduistas es el nacimiento de Krishna, a quien consideran un avatar de Vishnú. Esta analogía sugiere el sentido de la universalidad de un fenómeno, que indudablemente, va más allá de un nacimiento personal. No puede ser coincidencia que los redentores-instructores de la humanidad nacieran en el mismo día. No se trata de una réplica a través del tiempo de los ritos, mitos, festividades, etc.
El hecho que desencadena todos los mitos y leyendas es un acontecimiento astronómico: el solsticio del invierno. A partir de dicho suceso surgieron todos los posibles nacimientos, que sabiamente, místicos e ilustrados a través del tiempo hicieron coincidir. No importa si se trata de Krishna o de Cristo, si está descrito en la Biblia o en el Kalevala, hay un hecho cierto que se esconde detrás de toda posible representación exotérica, en este caso, la expresión de la Divinidad entre los hombres, la manifestación cíclica de los grandes avatares de la Divinidad, el Verbo manifiesto y habitando entre nosotros, y esa manifestación es mucho más notoria en ese día y en esa época, no por simple tradición, ni por la alegría y el contagio de la festividad social o exotérica; sino por la idea de la expresión del Logos como realidad, lo que aún, sin ser comprendido, es percibido. El oficio de la misa de medianoche, conocida como misa del gallo, es una oportunidad inigualable para percibir la presencia o la expresión de la Divinidad entre los hombres.
No hay esfera del saber humano, ni campo del actuar del hombre, que escape a esta influencia. Los grandes artistas de todos los tiempos se han sentido inspirados por el efecto maravilloso de la Navidad-Solsticio. Misas, madrigales, motetes, antífonas y ante todo, los llamados villancicos han aparecido en dedicación a la magna festividad. Recordemos las “Estaciones”, de Vivaldi, el Concerto grosso nº 8 en sol menor, escrito para celebrar el día de Navidad, del italiano Arcangelo Corelli, en el campo de la música; las enormes pinturas de la edad media destinadas a resaltar los momentos principales en torno al nacimiento de Jesús, y más cercanamente el ballet “Cascanueces”, trata el tema de la etapa navideña y por lo tanto, nacimiento del redentor.
En Cuba, el genial músico barroco Esteban Salas compuso una misa de Navidad, en sol mayor a cuatro voces: tiple, alto, tenor y bajo, con violines, bajo y órgano, así como, más de cincuenta villancicos navideños, y el compositor Eduardo Sánchez de Fuentes compuso su oratorio en dos escenas: Navidad. Postales, tarjetas, regalos, felicitaciones, adornos de los paseos y las grandes avenidas, guirnaldas, luces, trajes, representaciones escénicas de los niños y jóvenes de las comunidades cristianas, nacimientos y árboles de navidad en todas partes, desde las grandes catedrales hasta los hogares más humildes. Todos esperan al instructor, todos quieren venerar al redentor del mundo y cada cual lo hace como puede y como sabe hacerlo.
Esperemos pues el advenimiento de nuestro señor, que cada 25 de diciembre podamos estar preparados para recibirle, libres de prejuicios, sin maldad, sin resentimientos, sin envidias ni traiciones, sin pecados ni ambiciones. Elevemos nuestros pensamientos hacia lo superior y abramos nuestros corazones con sinceridad. La presencia del Sol-Dios, del Dios-hombre, del Logos-avatar es una realidad innegable.
La Navidad no puede quedar en las superficialidades de grandes cenas y de pomposos regalos. Todo eso se desvanece y se disipa ante la excelsitud del magno misterio. Corresponde a los teólogos, a los padres que aún quedan con conocimientos profundos de estos temas, a los filósofos y antropólogos sociales, conducir a través del conocimiento, a aquellos que no son capaces de percibir que detrás del símbolo, del mito y de la leyenda, se esconde siempre una realidad.
“La paz de Dios, que trasciende toda comprensión, guarde vuestros corazones y mentes en el conocimiento y en el amor de Dios, y de su Hijo Cristo, Nuestro Señor, y la Bendición de Dios Todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sea entre vosotros y permanezca con vosotros siempre”.
"No pensé que este escrito se publicara en esta página, tal vez sus características de marcado énfasis en lo filosófico y como es lógico en lo religioso, lo hace más apropiado para mi Blog donde trato principalmente aspectos de esta naturaleza; pero después de haberlo enviado a Guillermo, director-editor de este sitio, y solo a modo de tener una gentileza a modo de felicitación navideña, pues pensé en la posibilidad de que se pudiera publicar aquí, tratándose de un día especial como hoy, y ahora al ver su acabado final, pues me admiro pues Guillermo ha tenido la buena idea de colocar un vídeo con el ballet La Consagración de la Primavera, lo que engrandece el escrito. Solo los artistas, pues el también lo es como guitarrista clásico, pueden lograr estas cosas, poner justamente este elemento que le permitirá al lector escuchar y ver obra que refleja la influencia de los temas religiosos en el arte". Un abrazo Alberto.