"A tres kilo el cubo, la tinaja a medio y la pipa...en dólares". Por Marta M. Requeiro Dueñas.
Cuba: ¡Qué bien tienes puesto el nombre!... Así empieza un poema que le dediqué, hace algún tiempo, a ese caimán de tierra dormido sobre el mar. Que cada día más, como una cuba, se llena de problemas y carencias para la mayoría.
En nuestra isla -digo nuestra porque creo que el padecimiento de ella despierta el sentir empático del mundo- hace muchos años, sus ciudadanos vienen experimentando la escasez de productos elementales para vivir, que si empiezo a nombrarlos -ahora- no termino nunca, y entre lo primordial de que se carece está el líquido más preciado: el agua. Ese claro, transparente y potable elemento, en muchos casos allí, es un lujo. Y qué decir de la que no existe y se desconoce principalmente en los campos, saliendo tibia y con fuerza por el tubo de la ducha.
"A tres kilo el cubo, la tinaja a medio. ¡Aguador! ¡Santo remedio!", decía una canción, que escuchábamos en la radio hace muchos años, cuando la minúscula fracción del peso cubano, llamada popularmente kilo, tenía valor. Ahora si se quiere, al menos, tener agua para lo más básico en muchos hogares de La Habana, hay que acudir a buscarse una "pipa", que es como se le llama en buen cubano al camión cisterna que la transporta.
No basta solo con salir a "torearlo" primero tienes que armarte de unos buenos zapatos que te permitan sortear los escollos del camino, lo digo porque viví en Cojímar y así pasaba. Para ir a buscar dicho camión por esos lugares estratégicos donde el pipero se parqueaba para no ser visto por agentes del "orden", me ponía unas zapatillas (tenis o popis) y me iba por los callejones o recovecos a encontrarlo. Eso era y es, por desgracia, tremendo negocio o "bisne", como el mismo pipero catalogada su trabajo. Entre diez y quince dólares había que pagarle porque llenara la cisterna de la casa. Mi madre, para sacarle el máximo provecho al dinero que nada fácil teníamos que desembolsar, llenaba tanquetas, ollas y pozuelitos. Con suerte podíamos "cuadrar" con el chofer para que cada quince días pasará por casa -raudo y veloz, al estilo ninja- a llenarnos la cisterna. Avisaba a mis vecinos más cercanos y reuníamos entre todos el dinero. Luego no faltaba el inquieto que después de haber agotado su suministro pasaba por la acera y me gritaba: -¡¿Y, pa´cuando?!
Hay personas en La Habana que llevan años sin ver salir una gota de agua por las tuberías de sus casas. En Centro Habana, por ejemplo, leí la entrevista hecha a una Sra. que lleva once.
El Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos informó, lo que ya por reiterado ha dejado de ser noticia: que los embalses están muy lejos de recuperarse, que se encuentran muy por debajo de su capacidad de llenado (algunos con niveles inferiores al 30 por ciento) y que, incluso, las fuentes de agua subterráneas están en peligroso descenso.
La televisión nacional, y la prensa guardan silencio sobre la crisis. El impacto negativo de industrias depredadoras como las de extracción de petróleo y el turismo, y se limitaron a culpar a la población como agente causante de tales males y a demonizar a algunos negocios, la mayoría en manos del sector privado, como los de lavado de autos y la renta de viviendas con piscinas.
Hay poblados donde el abastecimiento de agua es azaroso o depende exclusivamente de carros cisternas o de la apertura de pozos cada vez más profundos y con aguas no aptas para el consumo humano; cosechas totalmente arruinadas o con muy bajos rendimientos; hospitales, como el Calixto García y el Nacional, en La Habana, o varios servicios de ginecobstetricia del país, que debieron desatender a los pacientes o paralizar los servicios por falta de agua; guarderías infantiles y comedores escolares que rutinariamente han debido cerrar por desabastecimiento del líquido vital.
Ahora se estan construyendo campos de golf que también, aunque no lo parezca, inciden en la calidad del agua. El pueblo se afecta y el turista, claro está, no se entera de esto.
luis_balboa02@yahoo.es
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