No son tiempos para la emoción, sino para el pensamiento. Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.
A propósito de un comentario previo a la salida de mi escrito sobre un desconocido discurso del dictador Fidel Castro.
Naples. Estados Unidos. Un lector, al parecer miembro del grupo Movimiento X Cuba, con sumo respeto comentó la víspera del 12 de marzo, día en que se estarían cumpliendo 29 años de que el dictador Fidel Castro pronunciara un discurso durante la plenaria de la Asociación Hermanos Saíz, en el Palacio de Convenciones de La Habana. Mi evocado compatriota me preguntó acerca de mi motivación para recordar un acontecimiento de este tipo a través de un escrito que justamente estaba anunciando antes de que medios como: Cuba, democracia y vida y Cubanet, noticias de Cuba lo sacaran para todos.
Tal vez mis palabras anunciando la inminente salida del escrito podían prestarse a cierta confusión. Por supuesto que no estaba motivando a que se recordara a aquel, que como expresé en el escrito que salió al día siguiente: “destruyó a mi patria y fuera el causante de la muerte de miles de cubanos, muchos de ellos jóvenes, no solo en las duras travesías de los mares y las selvas americanas, sino en las guerras africanas evocadas en esta extensa alocución, a donde fueron llevados sin experiencia alguna de las andanzas bélicas y perecieron en la inmensidad de los campos de batallas”.
Tampoco me propuse invitar a una lectura o estudio de dicho discurso. La única finalidad de mi nota fue avisar a mis posibles lectores para que estuvieran pendientes de la salida de un artículo que mas que evocar aquel acontecimiento, ha tenido el objetivo de ahondar en las posibles causas del silencio guardado durante 29 años, pues como ya comenté, dicho discurso no fue jamás publicado en vida del dictador Fidel Castro, y según se ha dicho, unos días antes de su muerte autorizó a que saliera de un encierro provocado por el mismo, por lo que estamos pues en presencia de una autocensura. (Consúltese en esta misma página el escrito con el título: "A 29 años de un viejo discurso poco conocido de Fidel Castro, el actual Comandante en ceniza".
No obstante, luego de analizar detenidamente la reacción de mi lector, me pareció oportuno precisar algunos puntos. El hecho de no coincidir o estar en total desacuerdo con la figura, con el pensamiento, con sus criterios y conceptos, y con el sistema tiránico que impusiera Fidel Castro, no significa que desconozcamos sus discursos y demos la espalda a lo que dijera o hiciera. No podemos estar ajenos a lo que teóricamente ha causado nuestros males.
Todos los que nos creemos opositores, disidentes, o sencillamente en desacuerdo con el régimen hemos de consultar detenidamente los documentos que recogen cada mensaje de quien fuera el mandatario de nuestra patria por casi medio siglo, y desde su maldad manipuló el pensar de todo una nación e influyera en otros puntos de América Latina. Para poder pronunciarnos enérgicamente contra el régimen, para poder desacreditarlos desde cualquier lugar donde estemos, para contribuir desde nuestra posición de defensores de los derechos del hombre y de la libertad de todos, hay que tener conocimiento de causa, y esto no se logra solo escuchando lo que otros han dicho y repitiéndolo luego, ni poniendo “me gusta y compartiendo” en las redes sociales, esto es muy fácil, sino a través del estudio directo en las fuentes documentales que recogen la información de aquellos que pretenden dividirnos, explotarnos, censurarnos, aislarnos y destruirnos de ser necesario. No solo hemos de expresar “abajo los Castro”, “abajo la tiranía” y resaltar un sinnúmero de calamidades que desde el punto de vista económico golpean a los cubanos de la isla; es necesario que sepamos el por qué lo expresamos, el verdadero motivo de nuestras actitudes.
El teórico alemán Karl Marx, independientemente que estemos o no de acuerdo con su legado, escribió Crítica de la filosofía del derecho de Hegel y Tesis sobre Feuerbach, pero no se pronunció en contra del pensamiento de ambas prominentes figuras de la filosofía alemana de su tiempo sin haber hecho un detallado estudio de sus obras, lo que le sirvió para poder valorar de manera crítica determinados aspectos de la enseñanza de ambos.
Foto debajo: “Arma de Instrucción Masiva”, diseño del artista argentino Raúl Lemesoff, un vehículo que tiene como fin promover la lectura. La instrucción hará verdaderamente libres a los hombres. Foto tomada de Internet.
Cuando el malvado tirano quiso que las masas ignorantes lo apoyaran en todas sus fechorías durante la primera etapa de la llamada revolución cubana, entre sus tantos recursos para lograrlo, se apoyó en algo que habrían de agradecer para siempre, me refiero a la alfabetización. Les dio instrucción a las masas desposeídas, los enseñó a leer y a escribir, algo que tuvo un significado trascendental en sus vidas, y en este sentido lo tuvieron que agradecer a cambio de apoyarlo siempre. Luego los manipuló, los llevó a las plazas para que gritaran las consignas aprendidas durante la campaña, que no solo era para leer y escribir, sino para adoctrinarles en la idea del odio desmedido hacia el capitalismo y el imperialismo y la idolatría a la revolución y a sus líderes.
Evoco este momento por demostrar la idea de la necesidad de tener instrucción para no ser manipulados. Los tiempos son otros. Han pasado casi sesenta años. Estamos pues en un siglo de hipermodernidad y de grandes cambios. No es una alfabetización lo que necesitamos en estos tiempos – aunque en algún momento tengamos que asumirla ante el deterioro marcado de la educación y la enseñanza cubana-; sino lograr una verdadera cultura política, que más allá de las gastadas frases de “abajo” todo lo que ellos intentan exaltar pueda provocar un verdadero cambio en nuestro pensamiento. No son tiempos de emociones, sino de pensamientos.
Los politólogos y analistas que con frecuencia consultamos, comentamos y compartimos en redes sociales deben ser solo un referente no más. Ninguno de ellos tiene la última palabra, ni la verdad absoluta. Nos corresponde ir a los orígenes y ahondar en el por qué de todas las cosas. Hemos de analizar lo que cada mandatario ha expresado, independientemente de su postura política, de su ideología y de su actitud ante la vida, sin la influencia de lo que pudiera ser visto como una autoridad. Así pues, y aunque parezca contradictorio, si debemos consultar los escritos de aquel que nos desunió, que nos oprimió y nos quitó derechos y libertades. No es posible que se repita una idea que otro ha expresado sin haber ido a las fuentes de origen de lo que se pretende criticar.
Créanme que fue una verdadera tortura para mí tener que leer tantas tonterías concentradas en unas 9. 937 palabras a lo largo de 21 cuartillas, pero si me respeto a mí mismo, y a mis lectores, no me permito decir o escribir absolutamente nada si antes no hago un detenido análisis del tema sobre el que pretendo escribir.
Al fin, y ante este magno sacrificio que significa estar entre la perversidad de sus palabras, pude concluir ciertas cuestiones importantes:
- 1. La idea de sus méritos en el arte de la oratoria es disparatada y no deja de ser un mero mito. Un buen orador no está divagando durante horas para al final no decir nada de valor.
- 2. Se burla de su pueblo mediante el uso de su propia palabra, lo que reafirma mi percepción sobre su malevolencia.
- 3. Utiliza digresiones ex profeso para apartarse de ideas medulares que pudieran resultar al extremo polémicas.
- 4. Explota el aspecto emotivo de sus seguidores envolviéndolos en una atmósfera hechizada a partir de una exaltación desmedida de sus méritos y virtudes.
- 5. Creo haber comprendido el porqué del silencio de este discurso durante 29 años, algo que ya resumí en el artículo antes mencionado; pero con placer lo vuelvo a exponer en síntesis: hizo declaraciones acerca del aproximado de hombres que tenía en ese momento en territorio angolano, según él, mas de 45.000, criticó la legislación laboral, a la que catalogó de paternalista y promotora de la indisciplina, pero sobre todo la atacó de perfil estrecho e infladora de plantillas, se mostró enérgico contra el dogmatismo de los países del campo socialista que estuvieron insistiendo en el realismo dentro del arte por más de veinticinco años, así como a aquellos valores humanos que la propia revolución empezó a destruir.
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