Las FAR hacen 'trabajo patriótico', pero los oficiales se van Por Carlos Trujillo Herrera Diario de Cuba 2 de junio de 2017
Graduación de cadetes de las FAR. (JUVENTUD REBELDE)
A pesar de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) intentan todo el tiempo proyectar una imagen de fortaleza, sobre todo hacia el interior del país, no han podido detener la fuga de oficiales, un problema en aparente ascenso dentro de esa institución, principalmente en la capital, según señalan fuentes de la institución.
La Sección Política del Ejército se preocupa e intenta frenar la sangría con lo que llama "trabajo patriótico", consistente en atender cada caso individualmente y tratar de "convencer" al oficial de la "importancia de su misión", de las "ventajas" de las Fuerzas Armadas y las "bondades" la Revolución que deben proteger.
Sin embargo, este "trabajo" no encuentra oídos entre muchos oficiales que ven incumplidas las expectativas que tenían al entrar al Ejército, indican las fuentes.
La mayoría de ellos eligieron la vida militar muy jóvenes, al entrar en los preuniversitarios militares conocidos como Camilitos. Luego pasaron tres años en la escuela de cadetes. Ahora están dispuestos a tirar por la borda todos esos años de preparación, tras enfrentarse con el día a día de la institución armada.
Un salario alto, en comparación con los que reciben otros sectores, no logra retenerlos. Muchos pasan meses alejados de sus familias, lo cual hace que al regresar a casa sean vistos casi como extraños.
Los que proceden del Oriente del país y trabajan en La Habana ven el Ejército como la única manera de conseguir una vivienda, por lo que tratan de mantenerse los años de servicio que cuesta que les asignen una. Este "privilegio" los amarra, pues si abandonan las FAR deben devolver la casa.
Mientras esperan una residencia, viven en las llamadas "hoteleras" del Ejército, donde pasan miles de vicisitudes. En ocasiones, a causa de la mala planificación, se quedan sin comida, y las restricciones en el suministro de petróleo provocan que las guaguas los dejen muy alejados de esos lugares.
Los que no alcanzan espacio en las hoteleras, llegan a dormir en sus oficinas, muchas veces en el suelo, pues tampoco el suministro de colchones está bien planificado. Lo mismo ocurre con el resto de los artículos considerados "medios básicos", como televisores, refrigeradores y hasta zapatos, que se supone deben recibir los oficiales como "estímulo".
Ante la desorganización y el descuido, no es extraño que muchos oficiales, sobre todo jóvenes, luchen por salir de la institución. Deben esperar ocho años para hacerlo y en ese tiempo el desencanto no hace más que crecer.
"Estoy totalmente desencantado del Ejército", dice un teniente que renunció hace unos meses. "Todas las ideas que tenía formadas desde la escuela eran pura mentira. Tengo una hija pequeña y una mujer que mantener y con el salario que me dan es imposible. Me estoy perdiendo la infancia de mi hija por nada. Necesito estar en casa para poder apoyar a mi familia. Estoy cansado de tantas mentiras".
Algunos no mencionan la decepción, sino al cansancio, pero no pasa desapercibido su alivio cuando retornan a la vida civil.
"No me fui a lo loco como hacen muchos", dice un teniente coronel que llevaba años esperando su jubilación. "Me metí tremenda cantidad de años en esto y me quería ir con la moral intacta, pero ganas no me faltaron", reconoce. "Fui a dos guerras y ya estaba cansado, pero como hay falta de cuadros no me quisieron dar la baja. Decían que estaban esperando un relevo para mí. Ahora que soy civil es que estoy viviendo los mejores años de mi vida".
El ejemplo de los que han logrado salir incita también a los oficiales a replantearse los objetivos de su vida.
"Ahora estoy mejor", asegura un excapitán que lleva años alejado de las FAR. "Trabajo por cuenta propia, boteando en el carro de mi familia y estoy loco por que me quiten la restricción de salida del país porque quiero irme".
Sobre lo que va a hacer fuera del país, no tiene una idea precisa, pero lo ve como una ruptura total con el militar que una vez fue.
"Puedo trabajar en cualquier cosa. Yo hago lo que sea, menos meterme en el Ejército. En mi vida me vuelvo a meter en esa mierda de nuevo".
La Región Militar de La Habana es la más afectada por las renuncias hasta el momento, a causa de que la capital puede proporcionar más fuentes de empleo formal e informal que el resto del país.
El Ejército continúa con su "trabajo patriótico" y otras medidas, como el cambio de jefes militares por otros que respondan a un esquema de trabajo más fuerte, como el que impera en otras partes del país, donde los oficiales pasan también estrecheces, pero en su mayoría se quedan dentro de las FAR.
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