Tiempos de cambios. Por Carlos Díaz Olivera.
El tiempo va, se va deslizando por el espacio que todos ocupamos.
El presente se convierte apresuradamente en pasado, con un futuro que se niega a moverse hacia el presente incierto, se habla como si fuera una bola rodante que en 2019 allá en la Isla antillana, la mayor que en los cimientos de unas estructura endeble se mece como un columpio montado por un borracho incompetente, los generales de una leyenda cansona y aburrida, se van marchando a por tierra o cenizas, las ambiciones se desbocan en los codiciados protagonismos clásicos de una politica sin base y sin un teatro ducho en las puestas de escenas esperadas.
El general cada día pierde el interés por sus gentes, no hay delfines que puedan saltar en la acrobacia necesaria de una valla criolla que esperan la sangre y la espuela penetrando en las carnes contrarias, la Robolución se está yendo a bolina como una chiringa hecha del papel del diario Granma.
La oficialidad sigue en la esperanza de que el encantador de serpientes guinde el sable para procurarse una estrella más en la charretera verde olivo, y por qué no, unos cuantos fajos del sabroso dollar norteamericano que a todos les gusta gastar en locas pasiones sensuales, el dale al que no te dió que se redice en tiempo futuro, será de ampanga, y muy señor mío, de la oda revolucionaria solo quedará la amargura de los tiempos perdidos en un laberinto de sudor y de sangre, el último de los Mohicanos ha muerto, y con él nacerá de las cenizas esa Habana de Cabrera Infante que nunca murió, esa Habana que sólamente estaba dormida...
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