Santa Cruz de Tenerife. España.- Hace algunos años escribí sobre Noel Nicola, quise hacer justicia al olvidado trovador, “un trovador sin suerte”, como el propio autor de Es más, te perdono, su autodefiniera. Estuve algún tiempo analizando detenidamente parte de sus extraordinarias canciones, escuché toda su discografía y consulté documentales y textos sobre su vida. El escrito jamás se publicó. Fue hecho durante mi etapa en Cuba, y como es de suponer a alguien como yo no le publicaban, exceptuando aquellos artículos de corte científico y algunos capítulos que redacté para un libro de texto dirigido a estudiantes de medicina.
Estando yo en Estados Unidos comenzó la “pataleta” – no soy de los que usan estos términos, pero para definir lo que se armó en torno al posible suceso no me queda de otra que caer en las cosas de algunos de mis vulgares colegas– sobre una presentación de Silvio Rodríguez en Nueva York, algo que me motivó a escribir sobre el polémico y contradictorio compositor cubano; pero al final no se materializó jamás. La idea era dejar en silencio todo lo que ocurriera en relación con el evento como forma de no hacernos cómplices de la difusión de un hecho nada significativo.
Por estos días el trovador vuelve a ser noticia, y es que se presentó este viernes, 22 de diciembre, en Cayo Hueso, uno de los marginales barrios habaneros, algo que viene haciendo desde el 2010. En esta ocasión el autor de Unicornio se hizo acompañar de un grupo de valiosos músicos de la altura de la flautista Niurka González, el pianista Jorge Aragón, el contrabajista Jorge Reyes, así como de Emilio Vega y Oliver Valdés en la percusión.
Silvio Rodríguez, independientemente de su posición política, de su mal aspecto, de lo desagradable que siempre resultó su presencia, y también, por qué no admitirlo, de ser un ejemplo de mal cantante – aunque se justificaba al poder suplir sus aptitudes en el canto mediante su calidad como compositor– ha sido un símbolo para multitudes de diversos países de Latinoamérica.
Recordemos que llenaba enormes espacios de coliseos y estadios deportivos en naciones como Chile, Argentina, México y República Dominicana, amén de sus exitosas presentaciones en otros escenarios de países como Nicaragua, Panamá, Colombia, Perú, Uruguay, y Cuba, donde si fue profeta (por aquello de que nadie es profeta en su tierra).
No soy quien para juzgar, ni me creo con poderes suprasensoriales como para poder penetrar en los sentimientos y emociones de otros; pero me temo que el ya viejo cantautor – aunque ya he dicho que apenas canta, y no porque esté algo entrado en años (nacido en 1946), sino porque jamás supo cantar– debe sentirse muy frustrado al tener que presentarse en cárceles y barrios marginales cubanos luego de haber llenado gigantescos espacios en varios países; pero en la vida todo pasa, y hay leyes físicas y también del mundo espiritual – estas últimas en las que seguramente el autor de Ojalá no cree– que determinan los nacimientos, crecimientos, esplendores y glorias, y también los decrecimientos, el obscurecimiento, la decrepitud y la destrucción, algo que resulta aplicable tanto al hombre como a nuestra tierra, o a nuestro universo.
Así las cosas, Rodríguez se encuentra en su lado oscuro, sumergido en un mundo de tinieblas del cual ya no podrá salir, por cuanto, le sucederá por ley lógica la decrepitud y la destrucción, de ahí su predilección actual por presentarse en las cárceles – independientemente del lado político de estos actos, justo cuando Cuba es señalada por las inmensas violaciones de los derechos humanos, lo que incluye las condiciones infrahumanas de estas instituciones–, y en los barrios marginales, en los que se supone, se una a la idea de los gestores de las acciones comunitarias de la UNEAC.
No me detendré en aquellos aspectos relacionados con su postura política. Ya todos conocéis de su servilismo respecto al régimen comunista de Cuba, de sus declaraciones y actitudes ocasionales con cierto grado de ambigüedad, o de ciertas murmuraciones que se pudieran considerar el germen de cierto arrepentimiento, algo que resulta ya demasiado tarde y sería preferible que se mantuviera como comunista hasta su muerte y diera una muestra de firmeza que, aunque sea de manera errada, daría fe de sus convicciones políticas.
Video arriba: "HOMENAJE" A SILVIO RODRÍGUEZ: Dos poemas de Pedro Juan López Díaz.
No obstante, resulta imposible desprendernos de la vida de los músicos, poetas, compositores y artistas de la plástica, toda vez que siempre se ha dicho que reflejen en su obra algunas de sus vivencias particulares, así como del contexto donde se han desarrollado. Por lo que la “Cuba revolucionaria”, en la que el emblemático compositor ha desarrollado su extensa carrera, ha de salir de una u otra forma.
El mayor éxito, no solo de Silvio Rodríguez, sino de los fundadores y primeros seguidores de lo que se llamó la nueva trova cubana, movimiento conocido también como la nueva canción, y que no es sinónimo de canción protesta, y canción política; aunque estas últimas variantes se insertaran dentro de la línea de la nueva canción cubana, tuvo lugar a partir de los años setenta con el estallido de nuevas formas musicales caracterizadas por cierta elaboración que se sustentaban en textos de elaborada factura, muy distantes de las trivialidades de muchas de las baladas románticas de la época.
Atrás quedarían los recuerdos de los campos de concentración en tierras camagüeyanas, donde estuvo su colega Pablo Milanés, o de su expulsión de la televisión cubana luego de sus declaraciones en torno al fenómeno The Beatles, y el rechazo que los líderes políticos de la revolución cubana les hicieron a aquellos muchachos pálidos, flacuchos, mal vestidos, despeinados, y con muestras de muy poco refinamiento como para adentrarse en el sensible camino del arte.
Haydée Santamaría, una mujer con cierta influencia dada su participación en las luchas revolucionarias, aunque determinó poner fin a su vida de una manera un tanto misteriosa, les abrió las puertas de Casa de Las Américas, y aquellos muchachos se presentaron el 18 de febrero de 1968 en el primer histórico concierto, en el que además de Silvio y Pablo estaba Noel Nicola, el autodefinido trovador sin suerte, con menor difusión y popularidad que los primeros a pesar de haber sido el que de verdad tuvo una formación musical de cierta solidez, y que le venía el arte de tocar la guitarra de la tradición familiar de los Nicola, en otras palabras, que no era un improvisado como Silvio.
A partir de entonces el fenómeno musical cubano de la nueva trova dejaba atrás al filin, y a la vieja trova, independientemente de la enorme influencia que ambas variantes ejercieron en las composiciones de los nuevos exponentes de una generación de músicos, algunos con solo una formación elemental y otros sin ninguna, y alcanzarían lugares cimeros dentro del panorama musical cubano y algunos más allá de los límites de lo nacional.
Dentro de estos compositores se destacó Silvio Rodríguez, quien – y ahora dejando a un lado su condición de intérprete de la que ya dije lo suficiente– sin duda, fue consolidando toda una obra plena de un extraordinario lirismo, de una belleza poética sin igual, de una línea melódica que, aunque con ciertas complejidades – como ocurre con Sindo Garay y con Portillo de la Luz– resulta fácil de poder interpretarse, y esto contribuyó a que las composiciones de Rodríguez alcanzaran no solo una notoriedad merecida, sino una gran popularidad entre los jóvenes de aquellos tiempos que crecieron con sus canciones y las transmitieron a sus descendientes como exponentes de lo mejor de una década muy dura, donde también se perseguía no solo por la idea de ser sospechosos de “contrarrevolucionarios”, sino por escuchar cierto tipo de música prohibida por los comunistas cubanos.
Temas como Unicornio, que cuando es escuchado por Miriam Ramos suena diferente al ser capaz de realzarlo mediante la exquisitez de su interpretación, El mayor, Canción del elegido, Óleo de una mujer con sombrero, estas tres últimas en el repertorio de una verdadera cantante como Farah María que le ofreció a través de sus cadencias innatas y su envidiable fraseo un acabado que nunca pudo lograr su autor, Te amaré, Por quien merece amor, La maza, popularizada en el mundo por la extraordinaria cantante argentina Mercedes Sosa, Pequeña serenata diurna, Fábula de los tres hermanos, Ojalá, de la que Elízabeth D Gracia hace una verdadera creación, La era está pariendo un corazón, popularizada por Omara Portuondo, El día feliz que está llegando, estrenada y popularizada por Farah María, En el claro de la luna, muy bien interpretada por Ela Calvo, Días y flores, también en el repertorio de Miriam Ramos, amén de más de un centenar de otras obras, forman (nos guste o no, nos duela admitirlo o no) parte de la historia de la música cubana.
Y es justo esto lo que hemos de asumir, es decir, la esencia de una obra que, sin dudas, es grandiosa, dejando a un lado a aquel que como ya dije antes, se halla ahora en un tenebroso mundo que el mismo fue labrando. Estas extraordinarias canciones cuando son bien interpretadas – por eso me detuve a resaltar las versiones que han hecho estas verdaderas intérpretes– y nos logramos olvidar de la descuidada imagen del autor, son verdaderas joyas del patrimonio musical cubano.
Por ahora, el llamado cantautor, apenas es mencionado ya. Su trabajo por estos inhóspitos lugares pasa sin penas ni glorias. Tal vez le queden unos cuatro o cinco años en activo en los que se presentará de manera esporádica para cumplir su misión ante los directivos de aquella revolución que dejó de ser revolucionaria para anquilosarse en un pasado tan obscuro como el del propio autor de Que se puede hacer con el amor.
En Silvio Rodríguez se cumple pues la hipótesis carpenteriana de aquel surrealista Viaje a la semilla, de ahí que esté justo donde le corresponde, entre prisioneros y marginados.