Karl Marx, no lo culpéis por lo que otros han deshecho. (A propósito del bicentenario del natalicio de Karl Marx). Por el Dr. Alberto Roteta Dorado.
Karl Marx
Santa Cruz de Tenerife. España.- Este 5 de mayo se conmemoró el bicentenario del natalicio de Karl Marx (Tréveris, Reino de Prusia, actual Alemania, 1818–Londres, Inglaterra, 1883). El hecho de no ser marxista, ni de simpatizar con las tendencias socialistas definidas y promulgadas por Marx, no significa que deje a un lado un acontecimiento de esta magnitud.
Tampoco nuestro José Martí, el más genuino de los cubanos, quien tampoco fue marxista, y lejos de simpatizar con dicha tendencia se refirió de manera negativa a ella, fue capaz de obviar el día de su muerte, dedicándole unos breves párrafos, no por cumplido, sino porque consideró que “el alemán de alma sedosa y mano férrea” era merecedor de unas palabras, que no por escasas han dejado de trascender en el tiempo.
Por desgracia, muchos que prefieren repetir lo que otros les dicen siendo desconocedores de lo que promueven y dan como cierto, con frecuencia atacan al hombre que José Martí elogió, y que lo que le señaló como negativo lo hizo con respeto. También atacan al autor de Versos Libres al escribir cualquier tontería o banalidad sobre unos amoríos carentes de valor, de ciertas predilecciones por el licor, o por su escasa actividad práctica en el campo de batalla, aun cuando saben que con justicia se le considera el APÓSTOL DE CUBA Y DE LAS AMÉRICAS, así con mayúsculas.
Con mayúsculas también debe aparecer el nombre de Karl Marx, por cuanto según el propio José Martí, “estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos”; aunque fue sincero y valiente al señalarle con sobrada razón una de sus tantas debilidades: “Pero anduvo de prisa, y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa”.
Con lo que tenemos la demostración más que convincente de que el colosal cubano conocía con seguridad la obra de Marx, y lo que ya se comenzaba a gestar en el orden práctico a pesar de lo insostenible de toda posible aplicación concreta de sus postulados.
Y es que el análisis especulativo de Marx respecto a los antagonismos de clases a través de las diferentes sociedades hasta llegar a su presente, esto es, dentro del contexto de la sociedad capitalista aun no consolidada, es correcto por su coherencia y su sentido; pero en realidad su propuesta de posible solución es la que resulta insostenible.
Nadie podrá dudar de sus aciertos en las definiciones de modos y medios de producción, así como en su capacidad intuitiva para adentrarse en el gran dilema Burguesía Vs. Proletariado. No obstante, la idea de su posible solución mediante la instauración de la dictadura del proletariado con la consiguiente eliminación de lo que muy bien definió como lucha de clases carece de sentido, al menos en el orden práctico.
Los fracasos secuenciales de las economías de aquellas naciones que determinaron o que se les impuso asumir modelos de tipo socialista así lo demuestran; aunque el principal sesgo en este sentido es que lo que creyeron que era socialismo jamás lo fue, y esto corrobora otra de las debilidades de la propuesta de Marx toda vez que hasta el presente jamás se ha puesto en marcha lo que de manera ideal soñó el pensador alemán.
De ahí que “la idea socialista” – como dijo Martí, quien no profesó jamás el socialismo– se mantiene como una utopía a pesar de que ya ha pasado alrededor de siglo y medio desde que el autor de La miseria de la Filosofía hiciera sus aportes conceptuales al mundo, los que, independientemente de que estemos o no de acuerdo con su conceptos, resultan paradigmas dentro de la filosofía contemporánea y la antropología social.
Sus concepciones acerca del modelo socialista –creo que está de más precisar aquí que Marx no es inventor, ni siquiera pionero de los movimientos socialistas, independientemente que en nuestros días se le ha sobredimensionado a partir de sus especulaciones y conceptos en relación con dicha tendencia. Hubo movimientos socialistas y tendencias socialistas que precedieron a las doctrinas de Marx– quedarán como elementos conceptuales de referencia; pero jamás trascenderán toda vez que su praxis es inaplicable, por no decir imposible.
Con estas ideas pretendo no solo hacer una evocación a su figura en el marco del bicentenario del natalicio del “gran pensador del mundo del trabajo”, sino una exhortación a que se le respete – cuya exhortación es válida para honrar también a José Martí–, lo que equivale a decir que no se le ataque y se le culpe de los males de aquellas naciones a las que se les impuso el comunismo.
No fue Marx el que lo hizo, sino Stalin, Lenin, Castro, Chávez, entre otros tantos cuya lista sería interminable, los que desvirtuaron sus preceptos y aplicaron a su antojo lo que dicen haber interpretado del marxismo. No es justo que sigan apareciendo caricaturas burlescas que desacreditan su figura, y mucho menos que los ignorantes comenten sin conocimiento de causa culpándole de los desaciertos de lo que él jamás vio concretado en la práctica.
Quien escribe estas líneas no es marxista, ni comparte las ideas de ninguno de los mal llamados simpatizantes del socialismo; pero si trato de poner en práctica aquello que sabiamente Aristóteles desarrolló en su extensa obra bajo la denominación de principio de la justicia.
Ser justos significa ser capaces de situar a cada cual en su lugar, y si bien no es justo que se diga que Marx ha sido el pensador que más influyó en el pensamiento de estos tiempo, toda vez que esto presupone la negación del merecido lugar de Hegel, Schelling, Fichte, Kant, Feuerbach, Krause – por solo citar a unos pocos de la filosofía alemana contemporáneos de Marx–, tampoco es justo que se le asocie a las barrabasadas de aquellos inescrupulosos que han estado engañando a las masas proletarias, a las que teóricamente Marx defendía– aunque desde la distancia, y esto último no es ser irrespetuoso, sino exponer la verdad con un sentido ético–, mediante la tergiversación absoluta de su enseñanza.
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