La clausura de otro congreso delirante Por Roberto Jesús Quiñones Haces Cubanet 28 de septiembre de 2018
Desde hace tiempo los CDR son un cadáver social, aunque todavía tienen en sus filas a muchos testaferros dispuestos a secundar a la Seguridad del Estado
Calles Martí y Bernabé Varona en la noche del 27 de septiembre, Guantánamo (foto del autor)
GUANTÁNAMO, Cuba.- Este 28 de septiembre termina otro congreso de los Comités de Defensa de la Revolución, (CDR) la más grande organización para estatal de Cuba, calificada vergonzosamente por los castristas como una organización no gubernamental.
Como sabemos, la organización surgió a inicios de la década de los años sesenta luego de que en un acto de masas donde estaba hablando Fidel Castro estallaran algunos petardos. Teniendo en cuenta la genialidad política del líder revolucionario —sobre todo para hacer el mal— no faltan quienes sospechan que la explosión de los petardos fue idea del propio comandante para crear una organización que le garantizó el control absoluto sobre los cubanos. El aporte constituyó un valladar para quienes organizaron la resistencia democrática citadina ante la dictadura castrista.
Pero si al principio los CDR cumplieron su rol en cuanto a la vigilancia y la represión, hoy el panorama es bien distinto. Cualquier ciudadano que camine a altas horas de la noche comprobará que ya no se realiza la guardia —función principal de la existencia de los CDR— y cuesta muchísimo a quienes dirigen a nivel de barrio involucrar a los ciudadanos. Según el presidente nacional de la organización eso se debe a que no se identifica correctamente a los líderes naturales en las zonas de residencia, pero lo cierto es que muy pocos desean ocupar un cargo que lo identifica como chivato del régimen y lo único que provoca son problemas con los vecinos. También ocurre que ante eso la organización haya desaparecido en muchas cuadras o que en no pocos casos el cargo de presidente sea ocupado por individuos que realizan actividades ilícitas, algo que ameritaría una investigación más sustanciosa.
Cuando el régimen estuvo consolidado, los CDR se involucraron en acciones realmente intrusivas y rechazadas por la mayoría de la población, entre ellas los tristemente célebres mítines de repudio asociados a golpizas y hasta muertes de ciudadanos, sobre todo en las violentas jornadas ocurridas cuando los sucesos de la embajada de Perú en 1980.
El régimen ha utilizado a la organización para reprimir a la oposición pacífica, llegando hasta a vestir de civil a los miembros del Ministerio del Interior para engañar a la opinión pública internacional con la afirmación de que en estos sucesos participa voluntariamente el pueblo.
Desde hace más de una década la organización es casi un cadáver social, aunque todavía tiene en sus filas a muchos testaferros dispuestos a ‘chivatear’ y a secundar a la Seguridad del Estado. No obstante la crisis que padece, ese panorama no ha sido asimilado aún por los trasnochados delegados al congreso que termina hoy en La Habana, porque, aunque para nadie es un secreto que la más masiva de las organizaciones de masas de la revolución cubana está en coma, los delegados a este congreso no quieren darse cuenta de la apatía que corroe a toda nuestra sociedad, donde la simulación tiene un papel primigenio entre quienes no se atreven a romper definitivamente con el castrismo.
Este reportero hizo un recorrido por el centro de la ciudad de Guantánamo para constatar cómo se festejaba el nuevo aniversario de la organización y el panorama no pudo ser más desalentador. En toda la calle Martí —una de las más céntricas de la ciudad— hasta Narciso López, no se advertían señales de la celebración.
Interesado por lo que ocurría pregunté a un conocido que reside en el centro de la ciudad a qué se debía que en esa cuadra no había celebración y me respondió que al presidente del CDR le avisaron a las 5:00 p.m. para que fuera al matadero para ver si había algo para echarle a la caldosa, pero el presidente dijo que a esa hora él no iba a ir y así se lo comunicó a los vecinos, quienes al parecer prefirieron quedarse en casa a la espera de la telenovela brasileña.
Luego, subiendo por la calle Narciso López hacia el reparto Pastorita, en el noroeste de la ciudad, solo dos cuadras se aprestaban a festejar —sin mucho entusiasmo, por cierto— el nuevo aniversario de la organización cederista.
Mientras esto ocurría, el noticiero de la televisión cubana transmitía imágenes de un congreso donde sus delegados continuaban haciendo exposiciones en las que se hablaba de la vitalidad de la organización y de cómo los jóvenes estaban nutriendo sus filas con sus iniciativas, intervenciones verdaderamente delirantes, totalmente alejadas de una realidad bien reflejada en las calles, en vísperas de un nuevo aniversario de los CDR, la organización más odiada por muchísimos cubanos que han sufrido —o todavía sufren— su constante intromisión en su vida privada y su protagonismo en la vulneración de elementales derechos humanos.
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