AMÉRICA, EL CONSENSO NECESARIO O EL PELIGRO DE PERDER LO ANDADO. Por Frank Braña Fernández.
Bogotá. Colombia.- Las personas viven tan ensimismadas en su propia supervivencia que no logran percatarse que son responsables de construir el camino por el que llegarán al futuro, y que la política no es ajena a nadie por más que tratemos de huir de ella. La famosa frase “soy apolítico”, es la mayor trampa en la historia a los pueblos.
La realidad actual nos lleva a reflexionar sobre lo que marcará a las naciones americanas si no se toma conciencia y se trabaja política e ideológicamente dejando a un lado que es un término o eslogan socialista.
La segunda década del siglo XXI se ha constituido en un cambio de la correlación de fuerzas y su ideología. Fueron castigados en las urnas los modelos social-comunistas de Argentina, Brasil, El Salvador, Chile y Perú, e incluso, se llegó a frenar el avance del modelo social estalinista en otras naciones que se dejaron llevar por los cantos de sirenas y el empuje de una Cuba con pretensiones de mesías.
Los gobiernos caracterizados por esa izquierda ortodoxa apostaron para mantener su ineficaz e inviable modelo por el Estado de Bienestar, en el cual, tal como lo dice su nombre, se preocupan por el bienestar de todos sus ciudadanos, que no les falte nada, que puedan satisfacer sus necesidades básicas, proveyéndoles en este caso aquello que no puedan conseguir por sus propios medios, y entonces se hace cargo de los servicios y derechos de una gran parte de la población considerada humilde o empobrecida; basado en pilares en los que se entregan subsidios a aquellos habitantes en situación de vulnerabilidad como ser desempleados y ancianos, sistema universal y gratuito de atención sanitaria, garantizar la educación a todos, una adecuada y consciente distribución de la riqueza, y proveer una vivienda digna; pero todo esto a costa del desarrollo productivo, la inversión privada y la objetividad del balance social.
En un inicio se toman las reservas, se contraen deudas internacionales con los imperios emergentes como Rusia y China, e incluso se llega a experimentar con la nacionalización y confiscación de bienes. Las cosas marchan sobre ruedas hasta que el propio sistema comienza con ralentización de la productividad, quiebra del modelo laboral, incremento del déficit público, proceso de globalización nunca reconocido pero palpable en los movimientos migratorios, desigualdad, exclusión, desestructuración del mercado laboral, descenso generalizado de la natalidad (lo que provoca un desajuste en el sistema de pensiones), negativa del Estado para procesar demandas nuevas y más complejas -aún cuando su intervención no alcanza el nivel de realización de expectativas deseado por los ciudadanos-, lo cual produce un problema de legitimación y disminuye el nivel de lealtad y apoyo, así como una progresiva desmitificación de la clase política ya que la sociedad obrera como ésta, antepone sus intereses e ideas a los de la sociedad.
Los gobiernos social comunistas caen abriendo paso a la democracia plural representativa, que también se sustenta en pilares de bienestar, aunque con democracia y sin igualitarismo; ¿pero qué pasa años después? Las fuerzas que logran en principio articular la victoria no pueden en corto tiempo reencausar la economía y la sociedad, por lo que al llegar un nuevo periodo electoral se corre el riesgo de volver a retroceder en lo alcanzado en democracia. La actual intención de voto que favorece a Cristina Fernández respecto a Mauricio Macri para las elecciones de octubre en Argentina constituye un ejemplo.
Se impone crear conciencia, anteponer la unidad al individualismo partidista y lograr consenso en que las masas populares siempre estarán al servicio de los que mejor las comprendan y trabajen ideológica, psicológica y políticamente con ellas; incluso pensar en una internacional de partidos, movimientos que se alejen del borde extremo de cualquier ideología.
Nunca segundas partes fueron buenas y es demasiado camino andado el que está en riesgo de perderse.
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