LA UNEAC, SU CONGRESO Y LOS PAPELAZOS DE DÍAZ-CANEL Parte (No. II) Por el Doctor Alberto Roteta Dorado. Santa Cruz de Tenerife, España.
Aquellos días en la Biblioteca Nacional, un escrito de la doctora Graciela Pogolotti como preámbulo al congreso de la UNEAC. Unas semanas antes -algo premeditado y con alevosía, y quizás ¿por qué no? por encargo del Partido Comunista de Cuba- apareció publicado en los medios oficialistas de la isla un ensayo de la destacada intelectual cubana (que si es de las destacadas a pesar de su tendencia izquierdista) Graciela Pogolotti. Su escrito titulado “Aquellos días en la Biblioteca Nacional”, constituye un ejemplo desde el punto de vista estilístico de lo que debe ser un ensayo de corte analítico; pero lamentablemente la doctora Pogolotti se dejó arrastrar por la pasión de un servilismo ya imposible de dejar a un lado a sus años, y tal vez, siendo conocedora de lo que es capaz la censura comunista, pecó demasiado en su contenido. Luego de hacer un repaso de los meses iniciales de la Biblioteca Nacional luego de la instauración del régimen comunista en Cuba, entra de lleno en un análisis de aquel famoso encuentro de Fidel Castro con los intelectuales cubanos, justo en abril de 1961, tiempos convulsos en los que, según el criterio de la intelectual cubana, se estaba en la “efervescencia revolucionaria”, con una “multiplicación de la voluntad de aprender y de gran espíritu de superación permanente”. Y cito a continuación sus palabras: “Corría el Año de la Alfabetización. Acababa de producirse la victoria de Girón. Después de haber implementado subversión de toda índole: asesinatos de milicianos, la explosión del vapor La Coubre, quema de campos de caña o la distribución de un fraudulento documento según el cual las familias habrían de ser privadas de sus derechos de patria potestad, la conocida operación Peter Pan -que envió a un destino incierto a miles de menores de edad- la invasión confirmaba que el imperio había declarado una guerra a muerte contra una revolución popular, agraria y antiimperialista”. A la doctora Pogolotti le faltó hacer referencia a los cientos de fusilados por el régimen castrista en esos “fervorosos” años, o a las cientos de familias a las que se les expropió sus pequeños negocios privados a partir de la nacionalización absoluta que Castro asumió siguiendo el modelo estalinista de los soviets, o las miles de caballerías de tierras confiscadas a sus propietarios a partir de la puesta en vigor de la ley de reforma agraria. En fin, que su ensayo, el que, como expresé antes, es un modelo en el aspecto formal, eso que el propio José Martí llamó la esencia, es al mismo tiempo un ejemplo de parcialidad defensiva del sistema comunista cubano, si de su contenido se trata. En su análisis también sostiene la idea de que en aquellos años existía una preocupación marcada por la doctrina estética del realismo socialista, la que fue implantada como política de Estado en la Europa socialista, y de acuerdo con el criterio de la intelectual: “devenida freno de la experimentación en el terreno del arte, con graves repercusiones en la vida y en la obra de personalidades de alta significación”, lo que significa la aceptación de la exclusión por parte de la directiva comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y de las naciones de Europa Central y del Este, de todo aquello que estuviera fuera de sus revoluciones; algo que se pretendía hacer entonces en la Cuba de los inicios de los sesenta durante el nacimiento de su nueva política revolucionaria aplicada a la cultura. Foto debajo: La doctora Graciela Pogolotti, una de las intelectuales más prominentes de la isla, hija del extraordinario pintor Marcelo Pogolotti, lamentablemente se quedó anquilosada y detenida en el tiempo de esos “años fervorosos” en los que, al parecer, interiorizó demasiado las criminales palabras del dictador Fidel Castro: “Dentro de la Revolución todo contra la revolución nada”, y lamentablemente, puso su inteligencia y su innegable erudición al servicio de la dictadura comunista cubana.
Pero hay además dos aspectos que no puedo dejar a un lado al analizar este ensayo - independientemente de que no se trata de un análisis exegético del escrito de la doctora Graciela Pogolotti- toda vez que pueden ser motivo de grandes sesgos interpretativos para aquellos que no sean conocedores de los horrores del régimen, esto es, de algunos que puedan consultar dicho documento y analizarlo desde la distancia, lo que presupone el desconocimiento del accionar de un régimen totalitario. Uno de estos aspectos es el referente a la idea de que el discurso de Fidel Castro al cierre de las jornadas de debate de aquellos tiempos es inclusivo, y que tan solo se margina las posiciones “irreductiblemente contrarrevolucionarias”; lo que demuestra el sentido excluyente, y no inclusivo como señala la autora. La inclusividad no admite fronteras, esto bien lo sabe la intelectual cubana; aunque prefirió seguir siendo una aliada del régimen por la eternidad -a diferencia de su padre, el gran pintor Marcelo Pogolotti, que sí experimentó el efecto devastador del ostracismo intelectual y se refugió en México hasta casi el fin de sus días en que tuvo que regresar a la isla muy anciano para ser cuidado por su única hija. No obstante, fue capaz de cuestionar las políticas rígidas y esquemáticas, aunque con demasiada sutileza y sabiendo que ya a sus años cualquier cosa le puede ser perdonada. Reconoció la existencia de errores en la aplicabilidad de las políticas culturales, y sobre todas las cosas enfatizó en la necesidad de ahondar en el amplio concepto de cultura desde una perspectiva dialéctica. ** En este sentido expresó: “La historia no recorre una carretera trazada de manera lineal. En el curso de los años se cometieron errores en la aplicación de los lineamientos definidos en aquella etapa inicial. Más que nunca, las expresiones contemporáneas del gran debate ideológico nos sitúan ante la exigencia apremiante de hurgar en lo más profundo del concepto de cultura para definir su alcance verdadero, desde una perspectiva dialéctica que despeje el complejo entramado de sus interrelaciones en el terreno de la sociedad y de los valores”. El otro punto que no puedo dejar de comentar es el referente a la idea acerca de un indisoluble vínculo entre vanguardia artística y vanguardia política, según Graciela Pogolotti: “ratificado en las arenas de Playa Girón, donde la resistencia armada dio lugar a la reafirmación de la unidad entre soberanía nacional y proyección socialista, descolonizadora y tercermundista”, con lo que, lamentablemente “se va del aire” dicho en buen cubano, en lo que no soy muy versado dada mi influencia demasiado tradicionalista. ¿Qué tiene que ver Girón con la creación artística o con la proclamación del carácter socialista de la llamada revolución cubana, ahora también tercermundista y descolonizadora? ¿Fallos de la mente propios de su ancianidad? ¿Temor de ser cuestionada por la idea antes presentada respecto a los errores cometidos y esquemas rígidos de las directrices culturales de la nación? Cuidado, o se está con Fausto o con Mefisto; y la intelectual, aún activa, al parecer prefirió lo segundo, por cuanto se acoge a la infame hipótesis castrista acerca de la inspiración martiana en la acción terrorífica del Moncada: “En esas condiciones precisas se configuraba un modelo político afincado en la tradición independentista y en el pensamiento martiano, latinoamericanista y antiimperialista. José Martí había sido el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada”. Y así las cosas, se crearon las condiciones preliminares para la realización de un congreso demasiado politizado y siempre evocando el pensamiento del llamado líder histórico y eterno comandante. Esta vez un hombre más joven, aunque envejeciendo cada día al lado de los dinosaurios partidistas que le rodean, demasiado enchapado a la antigua, y con las limitaciones intelectuales del hombre nuevo guevariano, se presentó entre los participantes del encuentro a repetir, una vez más y hasta el cansancio, la misma historia de hace casi sesenta años atrás en que el dictador cubano Fidel Castro, vestido de militar y con su pistola amenazante y desafiante sobre el púlpito, se dirigió a la intelectualidad cubana.
**No necesariamente de la dialéctica marxista toda vez que la formación de la intelectual a la que hago mención tuvo una esmerada educación académica, demasiado amplia y profunda, en las mejores instituciones de Europa como para encasillarse en la rigidez marxista, aunque el marxismo ejerció su impronta tanto en ella como en su padre, el pintor y crítico de arte Marcelo Pogolotti (1902-1988), el primer pintor de vanguardia reconocido fuera de Cuba.
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