CUBANIDAD Y CUBANÍA, ¿POR QUÉ JUGAR A SER DIOS? Por el licenciado Frank Braña Fernández.
Bogotá. Colombia.- Verdad y mentira, razón o locura, frases fuera de contexto, manos que se extienden en la reconciliación y palabras que soplan la retrograda división de siempre; esa pudiera ser la escena del momento para esa gran revolución que de sueños pasó a olvido o de héroe a villana.
Pertenecer a la intelectualidad en este siglo donde las redes sociales conducen patrones de opinión y los valores son atacados, es un privilegio que debe defenderse consecuentemente; ¿entonces por qué jugar a ser Dios?
La nacionalidad es una condición que reconoce a una persona la pertenencia a un estado o nación, lo que conlleva una serie de derechos y deberes políticos y sociales muy por encima de ideologías. El solo hecho de nacer nos crea un lazo indisoluble con la tierra que nos dio la vida.
En un acto de total desprecio por el raciocinio alguien ha lanzado la piedra del nacionalismo ideológico acérrimo que tanto daño a hecho a la humanidad y por demás descontextualizando al tercer descubridor de Cuba. No comprendo aún que se fragua pero recuerdo cuando hace solo meses alguien habló de excubanos. Querer imponer una decisión sería funesto para la cubanidad, sería politizar los derechos más elementales del ser humano.
Cuba se ha caracterizado en los últimos años por una emigración en aumento, mayoritariamente económica, pero inconforme. Cientos de miles han atravesado mares y selvas dejando atrás sueños, amores, esperanzas y recuerdos que lastran en la distancia. Muchas vidas se han perdido, sin embargo, con el orgullo de ser CUBANO.
Si algo ha distanciado posiciones y mermado la capacidad del sistema actual de gobierno en Cuba es justamente el desprecio por los que piensan diferente, la mediocridad de algunos cargos que tratan de reinventarse para sobrevivir en medio de una crisis que no tendrá salida sin diálogo y cambio.
Mientras escribía con la tinta del corazón estas letras sin otra intención que la de ser contestatario ante el desdén por la lógica y la razón histórica de un pueblo, escuchaba la canción “Mi Casa.cu” y pensaba en los amigos que dejarán de serlo luego de leer este artículo o en aquellos que coincidirán aunque no puedan expresarlo.
Abel o Caín, no sé, pero no se puede jugar a ser Dios y tratar de santificar o satanizar por un ideal.
Nadie tan visionario como el apóstol José Martí cuando en noviembre de 1891 en Tampa profetizó:
"Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella. Y ahora, después de evocado su amadísimo nombre, derramaré la ternura de mi alma sobre estas manos generosas que ¡no a deshora por cierto! acuden a dármele fuerzas para la agonía de la edificación………… Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: Con todos, y para el bien de todos”.
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