EL SILENCIO DE LOS PELUCHES Henry Constantín Ferreiro La Hora de Cuba en Facebook 10 de octubre de 2019
Foto: Iris Mariño
Oberva los rostros de estas criaturas en la foto, colgadas de hilos que no manejan. Míralos bien a los ojos, escucha sus labios, siente su respiración, memoriza sus expresiones. Serán las mismas que verás en unas horas por la televisión cubana, multiplicadas en los asientos de los nosécuántos diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que van a elegir al presidente de Cuba, dicen ellos, para los pròximos cinco años. Un bochorno más de esa cadena de bochornos que empezó en 2017 y parece que hoy se cierra.
Para ellos, o por lo menos para los que tengan autoestima, el día de hoy va a ser de humillación. Van a recibir un papelito con el nombre de la propuesta para presidente, y para los demás cargos del Consejo de Estado y de la Asamblea Nacional. Ningún espacio en blanco para escribir un nombre nuevo, ningún derecho a tachar algunos de los ya incluidos. Esa cosa nombrada Comisión de Candidatura Nacional, en algún momento anterior recibió de Raúl Castro y su familia los nombres que debían imprimir para repartir hoy entre los asambleístas. Y lo hizo: ese es todo su trabajo.
Lo ideal, lo verdaderamente ideal, sería que, en vez de una boleta con unos nombres ya aprobados, les repartieran un espejo a cada uno, a ver si se miraban, descubrían el triste papel que están haciendo y el daño que le refuerzan a cada uno de los habitantes de este país –y a muchos de los que habitan fuera. Y acto y seguido, renunciaran todos, recogieran sus cosas y se fueran tranquilos a casa, a ver si los cubanos, no esos que se amontonan hoy en los sillones de la Asamblea Nacional, sino todos, los trece o más millones que nos sentimos como tal, podemos empezar de verdad a arreglar este país.
Esas personas aprobarán un presidente hoy. Que no será para Cuba, por lo menos no para mí -ínfima parte de Cuba- que no reconozco a nadie por mucha orden que dé y gente que le obedezca, si no se atrevió a competir con pluralidad de partidos y de candidatos, sufragio universal, observadores internaciones, órganos lectorales absolutamente independientes, cero represión policial, igualdad de reglas para todos, sistema de justicia limpio y financiación de las campañas transparente y sin recursos públicos. Tampoco son míos esos diputados nombrados igual de sospechosamente, y que para colmo defienden al partido más mínimo de la historia de Cuba, el único que ha necesitado reprimir a los otros para sobrevivir.
Yo sueño con el día en que cubanos como José Daniel Ferrer Garcia, Iliana Hernandez y Boris González Arenas se sienten en un parlamento de verdad –no en los calabozos en los que ellos tres están metidos ahora mismo- y debatan, discutan, y se enfrenten o se apoyen en la búsqueda de soluciones a los problemas del país. Y sueño con que un día cada cubano –todos, no un grupo de elegidos sin decoro- tenga un papelito con cinco o seis nombres de personas y partidos, y marquen el que les dé la secreta y anónima gana, en vez de quedarse viendo por televisión cómo un grupúsculo de gente decide quién va a ser el presidente de Cuba, para que minutos después más de 400 adultos tratados como niños lo aprueben y aplaudan sin chistar.
Tengo sentimientos encontrados por esas personas, porque en ese grupo de diputados reunidos ahora en La Habana, hay de casi todo. Y estoy absolutamente seguro que muchos de ellos, en un país libre, sin la vigilancia, la represión y la falta de libertad que ellos mismos ayudan a sostener aquí, serían personas -digo más: serían diputados muy distintos. Pero este 10 de octubre, por lo que estamos a punto de ver y que ya sabemos cómo transcurre y termina, me dan un poco de lástima.
Hoy, cubanos que viven en Cuba, tendrán presidente. Posiblemente no tengan comida adecuada, ni transporte seguro, ni pensión digna, ni libertad para hacer negocios, ni universidades sin politiquería, ni posibilidad de vivir sin robar –aunque sea al estado-, ni asfalto en su calle, ni prensa a su gusto, ni derecho a protestar, ni moneda única y fuerte, ni funcionarios públicos que trabajen para ustedes, ni protección legal frente a una injusticia, ni respeto a sus bienes en las aduanas, ni carne de res por la libre, ni medicamentos para sus enfermos, ni automóvil, ni buen almuerzo para los niños en las escuelas, ni derecho a invertir en empresas en su propio país, ni internet segura, barata y de calidad, ni salario suficiente. Pero tendrán un presidente, y está claro que en la Cuba de hoy no se pueden tener prosperidad y presidente a la vez. Si quieren todo lo anterior, al elegido de hoy, cubanos, tendrán que quitárselo de arriba.
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