ANTE EL JUICIO DE JOSE DANIEL (Oseas 4.6. Mi pueblo perece por falta de conocimiento…) Por Faisel Iglesias* 25 de febrero de 2020
La ignorancia mata a los pueblos, decía José Marti, y concluía, y es preciso matar la ignorancia.
Y esa es una de las misiones de los abogados; matar la ignorancia, elevar el nivel de conciencia jurídica de su pueblo, dar luz sobre las causas, circunstancias y trascendencia de ese fenómeno social que el Estado ha calificado como delito que ataca sus intereses, educar a la humanidad toda, porque en fin, el abogado no es el que juzga, sino el juez; el abogado, aboga.
Hay además, una gran diferencia entre defender a un acusado de un alegado delito común, y asumir la representación y defensa de un acusado por delitos políticos.
El delito politico es un asunto complejo, difícil, que implica compromiso, riesgos para el mismo abogado y sobre todo exige una iluminación que no es común.
A veces se requiere el silencio, casi siempre la admisión de los hechos y saltar la legalidad, para atrincherarse en la legitimidad. Porque hay conductas que son ilegales pero son legítimas y al revés.
Hay muchos ejemplos de brillantes defensas en causas politicas: Nelson Mandela, Jorge Dimitrov, el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht, que ante el interrogatorio de sus verdugos expresó con valor indecible: "que triste los tiempos en que se hace necesario explicar lo obvio", y hasta el propio Fidel Castro en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada, hizo un alegato, conocido, con un título de sello hitleriano: "La historia me absorvera", que son ejemplos clasicos de técnicas propias de defensa de causas politicas.
En los casos políticos el encausado no evade su responsabilidad, no niega los hechos, ni pide clemencia. Tiene conciencia de lo necesario de su sacrificio y está dispuesto a ello.
Paradójicamente nunca es más importante la labor del abogado capaz de defender causas políticas, la cooperación y colaboración del acusado y la de sus familiares, de sus seguidores y de la sociedad en general.
La ignorancia y falta de cooperación de sus familiares y seguidores puede causar un daño irreparable no solo al imputado, sino a la causa por la que se lucha y a la sociedad y hasta el mismo discurso de la historia y la naturaleza
El abogado de causas políticas no defiende a la luz de la legalidad vigente. La ley, como bien expresara Solon en la antigüedad y más recientemente Carlos Marx, siempre va a representar los intereses de los que están en el poder, porque la ley no es más que la voluntad de de las clases, castas, grupos o familias que dominan a la sociedad.
Si el abogado defiende a la luz o a la sombre de la legalidad vigente, siguiendo la intención del legislador (el gobierno), lo que hace es defender al regimen.
El abogado de las causas políticas ataca a la legalidad, a las leyes que sostienen al poder. Sin embargo, tampoco debe defender desde el punto de vista de la política, de las ideologías. Las ideologias son sistemas de pensamientos que no se fundamentan en la ciencias, ni es la realidad. Sino en la voluntad politica. Son sueños y muchas mentiras.
El abogado de causas políticas, paradójicamente, debe evadir el discurso ideológico y político e ir con valentía incomparable a la verdad más profundas, a las causas del problema, a las ciencias, a la realidad, al discurso de la naturaleza, al equilibrio, lo armónico, que es en fin, lo justo, porque más temprano que tarde se hará la luz.
* Faisel Iglesias. Abogado, escritor y profesor de Sociologia de la Universidad de Puerto Rico.
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