EL DIÁLOGO NO ESTÁ “DENTRO DE LA REVOLUCIÓN” Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.
Santa Cruz de Tenerife. España.- Trazar límites entre el arte y la política resulta imposible. Esto no significa que los artistas han de ser políticos o los políticos artistas. Los políticos y gobernantes rigen las normas y directrices de las sociedades y el arte no puede quedar ajeno a las necesidades de la sociedad. Las obras de arte, al menos las verdaderas, las trascendentales por sus valores estéticos han reflejado el contexto social de la época en que fueron concebidas por sus autores.
A través de la historia los creadores han asumido posturas a favor o en contra de una u otra tendencia sociopolítica. El arte, de manera general, y de modo muy especial los intelectuales, que teóricamente ofrecen el sustento sobre el que pueden erigirse monumentales ideas, hipótesis, premisas, fundamentos y teorías, han sido motivo de preocupación para aquellos regímenes de carácter totalitario.
De ahí que la persecución, el aislamiento, el ostracismo, la deportación, el encarcelamiento, y hasta la muerte, sean hechos patentes en aquellas naciones que han sufrido — y aún sufren— los embates del totalitarismo. El gran éxodo de multitudes de artistas de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, y del resto de los países de la Europa Oriental y parte de la Central, países atemorizadas por el comunismo, resulte un hecho innegable en la triste historia de gran parte del pasado siglo XX.
Ante este panorama bien conocido, aunque no divulgado, durante los primeros años de la llamada revolución cubana, el recién nacido régimen comunista se propuso detener cualquier elemento que fuera más allá de las pautas que los políticos —y no los artistas— establecieron como cánones inviolables. En abril de 1961, a pocos meses de la instauración en el poder político de Cuba del dictador Fidel Castro, tuvo lugar un famoso encuentro, del que ha trascendido una frase de su kilométrico discurso conocido como ‘Palabras a los intelectuales’: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”.
En dicha frase se resume de modo categórico la carencia de libertades expresivas que sufrirían los artistas e intelectuales de Cuba a partir de ese encuentro. Téngase presente que también este año se impuso el carácter socialista de la revolución cubana, lo que trajo como resultado que todo aquello que no tuviera un “enfoque marxista” (tal y como está escrito en todas las directrices de la política cultural “revolucionaria”) fuera desechado y prohibido.
En días recientes, y cuando han pasado casi sesenta años de las amenazantes palabras de Fidel Castro a los intelectuales y artistas de Cuba, antes de la rotunda negativa del régimen cubano al prometido diálogo con los jóvenes congregados ante la sede del Ministerio de Cultura, MINCULT, expresé: “Hay que ser ingenuos para creer que los líderes políticos de Cuba tendrán un diálogo con aquellos que piensan de un modo diferente a los patrones que ellos determinaron serían los correctos para todos”, idea que asumo textualmente de mi escrito ‘No es tiempo de diálogo con aquellos para los que jamás ha existido el diálogo’, publicado apenas una semana.
No se trata de una visión profética, toda vez que no creo poseer ese don. Solo fue mi apreciación a lo que en realidad sucedería — como efectivamente sucedió— respecto a la supuesta conversación que tendrían los encargados de dirigir la cultura cubana con aquellos que valientemente se enfrentaron, dispuestos a todo, en pos de lograr la ansiada libertad de expresión en el arte; algo que considero aplicable a la ciencia, la filosofía, la historia, etc.
Téngase presente que en Cuba desde hace más de seis décadas desapareció todo vestigio de libertad de expresión; algo muy característico de los regímenes totalitarios como el de Cuba, cuyas características nos permiten destacarlo como el prototipo en este sentido.
La “aceptación” por parte del viceministro de cultura, Fernando Rojas, y otras autoridades del sector, de “dialogar” en solo unos días con el grupo conocido ahora como 27N, en alusión al histórico día y mes de los sucesos de La Habana, fue solo una estrategia atenuante para frenar una protesta que prometía incrementar el número de los participantes, amén de la posibilidad de que en otras partes de la isla se produjeran escenas similares.
Los que conocemos muy de cerca lo que son capaces de hacer los comunistas serviles del régimen castrista sabíamos que en realidad no habría diálogo alguno. El título del escrito al que hice referencia así lo resume: “No es tiempo de diálogo con aquellos para los que jamás ha existido el diálogo”. Tal vez algunos pensaron que las “autoridades culturales” escucharían el llamado de una multitud, que solo es un ápice de la totalidad de jóvenes creadores reprimidos y con ansias de cambios radicales, tras el primer contacto con Fernando Rojas, el viceministro de Cultura.
Demasiado optimismo nacido de una ingenuidad propia de las aventuras juveniles. Nada más distante de la realidad. Hay que estar alertas ante un régimen que sabe del inevitable fin de su existencia, y que, como todos saben, se resiste a aceptar una derrota. El marcado incremento de la represión en los últimos meses así lo demuestra. La tiranía castrista no arremetió directamente por la fuerza para disolver la manifestación pacífica de jóvenes ante la sede del Ministerio de Cultura, MINCULT, porque sabe que la actual situación de la isla es el punto de mira para gran parte de la comunidad internacional. De ahí que usara como atenuante el prometido “diálogo” que acaba de desvanecerse.
Pero no solo se rompe el compromiso del famoso diálogo; sino que han desatado una campaña difamatoria contra gran parte de los congregados el pasado 27 de noviembre. Se les ha acusado de mercenarios al servicio del gobierno estadounidense, algo que al parecer heredan del ya desaparecido dictador Fidel Castro, quien solía utilizar estos despectivos términos. Recordemos que llamó escoria a los que decidieron abandonar Cuba en abril de 1980 durante los sucesos del Mariel y la Embajada de Perú.
Otros, haciendo un uso especial de su poder imaginativo, han llegado más lejos al afirmar que reciben entrenamiento y subvenciones por parte del gobierno norteamericano, y lo peor, o al menos lo más violento, que desde entonces varios de los participantes son asediados en sus hogares, han recibido la amenaza de encarcelamiento, les han rechazado sus habituales publicaciones de los medios oficialistas, sin olvidar la campaña de descrédito y humillación contra los integrantes del Movimiento San Isidro, cuya resistencia fuera el detonante en sí, para la ulterior manifestación del 27 de noviembre.
¿Acaso puede esperarse algo positivo, útil, o al menos, coherente de aquellos fieles y sumisos al régimen comunista de la isla encargados de dirigir la cultura? Recordemos que mientras centenares de jóvenes con inquietudes intelectuales preocupados por la represión de la libertad expresiva en la creación artística se congregaban en La Habana, representantes de la cultura, ajenos al sentir de las multitudes, participaban en la ciudad de Cienfuegos en la inauguración de la exposición “Che fotógrafo, un artista llamado Ernesto Guevara”, dedicada a la controversial figura del asesino argentino, cuyos restos fueron asumidos por la sanguinaria dictadura de Cuba.
¿Qué rumbo podrá tomar el álgido tema de la primera manifestación de los jóvenes intelectuales cubanos?
Foto arriba: Hoy, cuando han pasado casi sesenta años de la primera tenida del dictador Fidel Castro con los intelectuales y artistas de Cuba, en abril de 1961, sus amenazantes palabras: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”, son aplicadas por aquellos que de manera inescrupulosa y con alevosía han desatado una campaña de ataques y represalias contra los integrantes del Movimiento San Isidro y con los cientos de jóvenes que se congregaron ante el MINCULT.
Ya se sabe que no habrá diálogo, y en el caso extremo de que tenga lugar un simulacro de conversatorio, solo será desde la perspectiva de las imposiciones que el régimen ya tiene preparadas. No olvidemos que aquel, a quien consideran su paradigma sentenció:
“La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse. Es decir, dentro de la Revolución”.
Lo que sucede es que el dictador Fidel Castro hace referencia a las posibilidades creativas de los artistas que no necesariamente son “revolucionarios” —ya todos saben que las definiciones conceptuales de revolucionario adquieren un matiz bien distinto y distante del verdadero significado del término— exclusivamente dentro de la revolución, esto es, ajustándose a los cánones establecidos como patrones a seguir por todos.
Esta intervención tuvo lugar en junio de 1961, año crucial en el que también declaró a la fuerza, y sin previa consulta popular, el carácter socialista de la llamada revolución cubana. En lo adelante el marxismo-leninismo invadió el pensamiento de la nación, y por lo tanto, la actividad creativa se tuvo que amoldar a la rigidez esquemática de los dogmas de Marx, y lo peor, modificados por la malvada influencia de los soviets.
De cualquier modo, un encuentro a puertas cerradas y siempre bajo las condicionantes del régimen no puede descartarse del todo a pesar de las hirientes palabras de Alpidio Alonso, Ministro de Cultura: “Con los mercenarios, no nos entendemos”. No obstante, no habrá absolutamente ningún cambio que genere un mínimo de flexibilidad expresiva que no esté “dentro de la revolución”, toda vez que asumirán literalmente las crueles palabras del dictador que asumen como guía:
“Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie —por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro”.
En última instancia, la peor de todas, y la que posiblemente sea la real —de hecho, ya se está llevando a la práctica— se dejará pasar el tiempo, se tratará de distraer la atención hacia otro asunto (como hicieron con el cargamento de ayuda humanitaria destinado a la población cubana desde el exilio de Miami) y se esperará a que se calmen los ánimos. Eso sí, la represión llegará al límite, lo que pudiera ser el elemento desencadenante para futuras manifestaciones que están por venir.
Por ahora interpretemos las siniestras y amenazantes palabras del dictador, lo que pudiera ofrecernos la respuesta definitiva del polémico asunto de la protesta pacífica del 27N:
“¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; CONTRA LA REVOLUCIÓN, NINGÚN DERECHO (…) ¡TEMAN A LOS JUECES DE LA POSTERIDAD, teman a las generaciones futuras que serán, al fin y al cabo, las encargadas de decir la última palabra!”
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