2021: la tormenta perfecta Por Juan Antonio Blanco Diario de Cuba 2 de enero de 2020
"Ustedes hacen lo que le dan la gana porque tienen uniformes. Eso no da." protestan en una cola cubana
'Con las nuevas medidas económicas, la gente visibiliza ahora mucho mejor a los verdaderos privilegiados y tropieza con la hipocresía del sistema.'
El 2021 nos trae la tormenta perfecta. Bajo esta nueva crisis en Cuba, la gente es más propensa a escuchar explicaciones diferentes sobre lo que está pasando. Movimientos y protestas sociales que reclaman cambios y reivindicaciones puntuales surgen en diferentes sectores —culturales, campesinos, emprendedores— y capturan la imaginación de la población.
Es sabido que la gente no se cuestiona cómo funcionan las cosas hasta que estas dejan de funcionar. No es lo mismo cuestionar un sistema cuando la vida cotidiana transcurre de forma más o menos normal —con trabajo, comida y salud malamente aseguradas— que en circunstancias traumáticas.
La mayoría de la gente no cuestiona sus "creencias" mientras no les sea necesario para preservar o mejorar su vida cotidiana. Pero sí ocurre en tiempos de crisis, porque se les hace visible la incapacidad del sistema para garantizar la dignidad de la vida diaria. A quienes no les alcanza para comer, pagar servicios públicos y medicinas, aquellos que pierden su empleo o quiebran sus emprendimientos, ahora son mayoría y se ven afectados, de manera directa y brutal, por ese "sistema" al que se sometieron de forma entusiasta o disciplinada por tanto tiempo.
Es entonces cuando una parte importante de la sociedad empieza a cuestionar sus ideas y a replantearse cómo funcionan realmente las cosas. Es posible que crean que lo mejor es "no meterse en política", hasta que comienzan a entender que quienes controlan "la política" bloquean claramente la supervivencia familiar.
Al ver bloqueadas sus aspiraciones básicas de prosperidad, las personas se percatan de que en una sociedad totalitaria cualquier demanda de libertad económica lo es también política. Es una pedagogía gradual de insumisión que trasforma al hasta entonces "creyente" del sistema en disidente y más adelante en potencial opositor y activista. A estas alturas, la zigzagueante experiencia de China o Vietnam ya ha demostrado que allí no hay un camino seguro a la libertad. El poder ilimitado del Estado sigue siendo una espada de Damocles sobre cada ciudadano aun si llega a ser millonario.
Un disidente defraudado con el sistema todavía no es un activista proactivo. Es cierto. Pero es un sostén menos que tienen los opresores. Para ellos ya no es "confiable" apenas muestre las primeras señales de ambivalencia. Ese ha sido uno de los impactos estratégicos del Movimiento San Isidro y el 27N. La obsesión de aplastar a menos de dos decenas de muchachos desarmados les trajo la pérdida de muchísimos apoyos.
"El sistema no funciona, pero no hay alternativa; no hay modo de tumbarlo o arreglarlo"
Con las nuevas medidas económicas, la crisis avanza y se agudiza el conflicto entre ideología y realidad. La gente visibiliza ahora mucho mejor a los verdaderos privilegiados y tropieza con la hipocresía del sistema. La táctica mafiosa de sembrar envidias para dividir y echar a pelear a los cubanos unos contra otros —campesinos y cuentapropistas contra consumidores— ya no funciona. Muchos, de forma creciente, toman ahora conciencia de que son ellos, los de abajo, quienes están sometidos a creciente miseria y represión.
La disidencia respecto al actual sistema es ya un fenómeno masivo, aunque todavía no lo es el activismo político prodemocrático. Ser disidente, sentirse frustrado con el sistema, se aproxima a ser opositor, pero todavía no equivale a ser un activista proactivo dedicado a cambiar el sistema que no le deja expresarse, prosperar, y ahora ni siquiera le permite comer diariamente o tener dinero suficiente para pagar la tarifa eléctrica. ¿Por qué?
Una vida entera de adoctrinamiento ideológico ha dejado dudas sembradas sobre el potencial de la población para alcanzar cambios positivos. La aceptación del apotegma de que el sistema no hay quien lo pueda arreglar ni tumbar es más eficiente para garantizar la estabilidad que la represión del MININT.
La mayor fuerza de un Gobierno totalitario no es la represión o las torturas, es alimentar el derrotismo y la resignación. Una de las acciones más subversivas realizadas contra el régimen cubano fue el mensaje de las octavillas que dejaron caer sobre la Habana las avionetas de los Hermanos al Rescate: "Tu vecino piensa igual que tú".
La incapacidad ciudadana de imaginar una mejor alternativa al sistema actual y de creer en la capacidad propia para materializarla es el único recurso que le queda a la cúpula de poder. Como saben los psicólogos, la resignación puede llegar a ser un arma de control social muy poderosa. La elite ya no vende la idea de que traerán un mejor futuro al país, sino que otro futuro mejor sin ellos no es posible.
En Cuba, el discurso sobre el abundante porvenir que nos esperaba bajo el "socialismo" ha encontrado su límite en las colas y tiendas vacías después de 62 años. Nunca ha sido tan palpable la distancia entre la ideología optimista del marxismo y la miseria creciente de la mayoría que lo ha vivido por seis décadas.
Los cubanos —en especial los jóvenes— están hartos de sacrificios y esperas mientras se esfuman el tiempo y sus proyectos de vida. Corresponde ahora a los activistas contribuir a que este tsunami de nuevos disidentes pueda visualizar y creer en alternativas mejores y posibles.
Convencer a la mayoría de que otra forma de organizar la sociedad no es solo deseable, sino posible en el corto plazo, es la llave del cambio. Toda revolución siempre comienza por cambiar el pensamiento de que "nada pueda hacerse". No es una falacia: sí se puede alcanzar una Cuba próspera y democrática aquí y ahora. Todos juntos podemos lograrlo. |