Raúl Castro debería ser enjuiciado en La Haya por hambrear a un pueblo Por Roberto Álvarez Quiñones Diario de Cuba 8 de abril de 2021
foto ICLEP Internet
El hambre y la miseria del pueblo cubano es una estrategia del castrismo para mantenerse en el poder.
Raúl Castro tiene un abultado récord de crímenes de lesa humanidad, como lo tuvo su hermano Fidel. Basta recordar uno de ellos, la Masacre de la Loma de San Juan en enero de 1959. El menor de los Castro interrumpió un juicio en Santiago de Cuba y ordenó fusilar a los 72 acusados sin probar que eran culpables. Fueron ametrallados y lanzados a una zanja, algunos de ellos vivos, según testimonio del periodista Antonio Llano Montes, de la revista Carteles.
En la ONU se repite cíclicamente que el dictador Pinochet mató a 3.065 opositores políticos, pero no se menciona que los Castro han matado en forma directa a 7.899 opositores, fusilados, asesinados extrajudicialmente o muertos por causas atribuibles a la dictadura. Y la alta comisionada para los derechos humanos, la socialista Michelle Bachelet, ni siquiera considera que en Cuba hay una dictadura.
Ese silencio en la ONU se debe a que en las agencias especializadas del máximo foro mundial están activos muchos gobiernos antidemocráticos de Africa, Asia, América Latina, y también gobiernos socialistas de Europa. Por eso el régimen criminal castrista es hoy uno de los 47 gobiernos integrantes del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Pero no son las masacres, torturas, la violación de mujeres y otros crímenes violentos de lesa humanidad el tema de hoy, sino algo casi desconocido por la comunidad internacional. Actualmente es también considerado un crimen de lesa humanidad el hacer pasar hambre y pobreza extrema a un pueblo deliberadamente. En julio de 1998 se aprobó el Estatuto de Roma, instrumento de la Corte Penal Internacional (CPI), con sede en La Haya, Holanda, que amplió la gama de crímenes considerados de lesa humanidad.
Ese estatuto establece que lo es "un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque", y también "la persecución de un grupo o colectividad con identidad propia por motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos o de género, o por otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables".
Eso lo hace cotidianamente el castrismo. Ataca a la población "con conocimiento de dicho ataque" y "por motivos universalmente reconocidos como inaceptables", pues además de perseguirla y hostigarla de mil maneras, la hace pasar hambre y pobreza extrema, sobre todo desde que en 2018 la crisis económica del mecenas venezolano produjo la quiebra financiera del Estado castrista, que prácticamente ha paralizado las importaciones.
¿Por qué la elite dictatorial castrista empobrece y hambrea deliberadamente al pueblo?
El hambre, la pobreza y la escasez son instrumentos fundamentales del régimen cubano para mantener bajo control a la población. Por ejemplo, quien en Cuba no tiene libreta de abastecimientos, en la práctica no existe como persona. El régimen necesita que la población empobrecida dependa del Estado y no le da chance para independizarse. Mientras más dependa la gente del Gobierno, más segura estará la dictadura. Por eso mantiene un sistema económico probadamente fracasado y absurdo, para perpetuar el control de la sociedad, vía pobreza y escasez. Al no tener libertad para producir en grande alimentos y bienes industriales, las familias obligatoriamente dependen del Estado para su precaria subsistencia.
Ello explica por qué Castro II no imita a sus aliados partidos comunistas de China y Vietnam. Él y su equipo consideran que, a diferencia de Pekín y Hanoi, una economía de mercado en Cuba se les iría de las manos y ellos terminarían perdiendo el poder político.
Se basan en que en China y Vietnam prevalece en buena medida la cultura milenaria confuciana despótica del culto a una autoridad fuerte (hoy el Partido-Estado comunista) y de la armonía social por encima de las libertades individuales, la separación de poderes, y los derechos humanos.
Cuba, en cambio, está en el corazón de Occidente y su cultura, a solo 140 kilómetros de EEUU, donde viven dos millones de cubanos y sus descendientes (incluyendo tres senadores), que son propietarios de más de 200.000 empresas según el censo estadounidense, y tienen un poder adquisitivo varias veces superior al valor de todo el Producto Interno Bruto cubano.
Pánico a que las fuerzas productivas se independicen del Estado
El general Castro y sus apandillados le temen al clásico espíritu emprendedor de los cubanos. Y en medio de la devastadora crisis alimentaria actual, y del azote del Covid-19, se niegan a que los agricultores privados siembren en grande y vendan libremente sus productos al mercado. Eso, que es a propósito, agrava la escasez.
Los campesinos son obligados a entregar el 80% de sus cosechas a Acopio a precios miserables, y apenas existen camiones y combustible para ir a recogerlas. Y a los carretilleros que se acercan a los campos para comprar productos agrícolas antes de que se pudran y a los campesinos que los llevan por su cuenta a las ciudades, se los decomisan y les ponen multas de hasta 15.000 pesos (625 dólares).
También tienen que vender el 20% de sus cosechas a precios topados que no cubren los costos de producción. Obviamente, eso desestimula la producción. Ni ante la gravedad de la crisis alimentaria Castro II ha querido adoptar medidas siquiera provisionales para aumentar la oferta de alimentos. Tiene pánico a que los agricultores adquieran poder económico y se independicen del Estado.
Todos esos resultarían ahora crímenes de lesa humanidad. Porque si el régimen castrista permitiese que los 420.000 agricultores privados del país (campesinos y usufructuarios) cosecharan todo lo que quisieran y vendieran directamente sus productos a precios fijado según la ley de la oferta y la demanda, y se liberasen las restantes fuerzas productivas de la nación, no habría hoy hambre en Cuba ni tampoco existiría la cartilla de racionamiento.
Las familias podrían poner en la mesa carne de res, de cerdo, pollo, pescados, mariscos, tomar leche fresca y yogurt, queso, frijoles y arroz en abundancia, viandas y vegetales de todo tipo, ingerir suficientes proteínas, calorías, vitaminas, minerales, etc.
Castro II debe ir a la prisión de La Haya, como Milosevic
Impedir eso conscientemente para mantenerse en el poder es más que suficiente para acusar de crimen de lesa humanidad a Raúl Castro, José Ramón Machado Ventura, Ramiro Valdés, Miguel Díaz-Canel, Marino Murillo, Manuel Marrero y otros jerarcas militares y civiles de la elite castrista.
Son tan criminales como lo fueron Amin Dada en Uganda, Robert Mugabe en Zimbabue, Omar Bongo en Gabón, o la dinastía Kim en Corea del Norte, por las hambrunas causadas a sus pueblos.
El colmo es que el Partido-Estado en los próximos días realizará su octavo congreso y, según la agenda revelada por Granma, no se contempla la liberación de las fuerzas productivas ni abrir la economía a la iniciativa privada. Al contrario, se analizará cómo mejorar la eficiencia de las empresas estatales, incluyendo el monopolio de Acopio. Ese congreso se propone confirmar la superioridad de la propiedad del Estado sobre la privada.
En resumen, el hambre en Cuba no la causa la incapacidad o miopía de la cúpula dirigente. Es resultado de una estrategia para sostenerse en el poder ad infinitum. El general Castro y sus cómplices, todos grandes vividores millonarios, deben ser acusados ante la Corte Penal Internacional de La Haya de crímenes de lesa humanidad contra el pueblo de Cuba, según el Estatuto de Roma.
Y hay más. Raúl Castro y varios generales y comandantes históricos también deben responder en el CPI por las muertes, torturas y sufrimiento causado a los cubanos en las seis décadas que llevan disfrutando de "las mieles del poder".
El general tiene tantos, o más crímenes, que los cometidos por el dictador serbio Slobodan Milosevic, quien murió en prisión en La Haya.
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