Raúl Castro finaliza el proceso de sucesión en Cuba Por Emilio Morales Diario de Cuba 17 de abril de 2021
Ilustración: Raúl Castro se despide en el Congreso del Partido Comunista. DIARIO DE CUBA
Lo que pase a partir de ahora será responsabilidad de Miguel Díaz-Canel, aun cuando este seguirá recibiendo ordenes de la cúpula mafiosa militar que controla el país.
Con la celebración del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), Raúl Castro finaliza un largo proceso de sucesión comenzado a raíz de que su hermano abandonara el poder por problemas de salud en 2006. A partir de aquel momento, el primer paso fue desactivar a todos los cuadros de confianza que Fidel Castro tenía bajo su mando.
En el primer pase de cuentas cayeron Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, Carlos Velenciaga, Otto Rivero, Fernando Ramírez de Estenoz y, un poco más adelante, Ricardo Alarcón. Quien se encargó de hacerles el expediente fue el hijo de Raúl Castro, el coronel Alejandro Castro Espín.
El segundo pase de cuentas fue dirigido a controlar las finanzas y las empresas que manejaba el grupo de Fidel Castro, tanto dentro como fuera del país. Aquí cayeron Francisco Soberón, Eduardo Bencomo y Eusebio Leal.
El primero era el cancerbero de las cuentas de Fidel Castro y hombre de su total confianza. Soberón fue uno de los cerebros que creó la red de empresas navieras y de todo tipo (más de 200) en paraísos fiscales para burlar el embargo, lavar dinero, traficar armas, drogas y generar riquezas que iban a parar a cuentas escondidas y también al banco comprado en Londres por el dictador, el ahora Havin Bank Ltd. Cuando fue defenestrado en 2009, era el presidente del Banco Central de Cuba.
Eduardo Bencomo era el presidente de CIMEX S.A, la empresa estrella de Fidel Castro, la que hoy factura unos 2.6 billones de dólares y donde la verdadera CIMEX S.A es panameña. Su par cubana, la Corporación CIMEX S.A y todas sus subsidiarias, son en realidad una sucursal de la mencionada matriz, por lo que las riquezas generadas van a parar fuera del país a manos de los accionistas de dicha empresa, hoy desconocidos para el pueblo de Cuba.
Eusebio Leal manejaba los hoteles, tiendas, restaurantes y bares enclavados en el casco histórico de La Habana.
De esta manera, Luis Alberto Callejas hacía realidad su sueño: apoderarse de los sectores más lucrativos de la economía cubana. De un golpe se apoderó del cofre de Fidel Castro. Con anterioridad se había apoderado de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, donde se iban a concentrar la mayoría de las inversiones que en el futuro se fueran a realizar en la Isla.
Ya con el camino despejado política y financieramente lo que quedaba era afinar la maquinaria militar y sus ramas de inteligencia. Para ello Raúl Castró nombró a su hijo Alejandro Castro Espín como jefe de la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional. Desde ese pedestal controló a la dirección de Inteligencia y Contrainteligencia. Fue quien dirigió las conversaciones secretas con Obama que derivaron en el deshielo del 2014. Lo demás es ya conocido.
El último paso, la salida de escena y el traspaso de poder
Solo quedaba la parte final, la entrega del PCC para completar la sucesión. Lo que está aconteciendo en estos momentos no es una transición política, es un traspaso burocrático del poder a una figura que seguirá recibiendo ordenes de la cúpula mafiosa militar que controla el país.
Lo peculiar de este traspaso de poder es que a diferencia de Fidel Castro, quien tenía un grupo de subordinados leales y formados por él mismo, Raúl Castro ha depositado el poder en su propia familia, incluso marginando el lado familiar de su difunto hermano.
Quien controla las finanzas del país es su exyerno, el General Luis Alberto López-Callejas (sancionado por el Departamento de Estado de EEUU), junto a su hermano Guillermo Faustino Rodríguez López Callejas. Ambos controlan GAE S.A y todas sus estructuras empresariales dentro y fuera del país, incluidas las redes con cientos de empresas en paraísos fiscales donde se atesoran fortunas millonarias.
Por su parte, el nieto de Raúl Castro, Raúl Guillermo Rodríguez Castro, quien además es hijo de Luis Alberto López-Callejas, es el jefe del Departamento de Seguridad Personal. Su principal misión es proteger a su abuelo y vigilar al resto de los dirigentes. Es quien les provee las escoltas y seguridad a todos, por tanto, monitorea sus movimientos, qué hablan y con quién se reúnen.
A ellos se ha sumado el nuevo ministro de las Fuerzas Armadas, nombrado 24 horas antes de comenzar la reunión partidista, lo cual marca la pauta de que se va hacia la línea dura, la que no admite y no quiere cambios profundos en la economía. Este nombramiento también va dirigido a evitar a toda costa cualquier mínimo intento de levantamiento popular, además de que es el general más afín a la familia Castro, una especie de hijo adoptivo de Raúl que se convertirá en protector de la familia y garantizará su seguridad e integridad en caso de una crisis popular de gran envergadura.
A partir de ahora, responsabilidad de Díaz-Canel
El traspaso de poder no va a significar ningún cambio importante en Cuba. Desde el punto de vista económico y social todo queda en el mismo estatus quo. El traspaso de poder en sí mismo es una continuidad de lo que se ha venido haciendo hace 62 años. No van a producirse cambios estructurales profundos en la economía. Seguirá rigiendo el sistema de economía centralizada y el Estado seguirá a cargo de las empresas estatales improductivas e ineficientes. Los militares continuarán dominando los sectores más lucrativos de la economía cubana. Tampoco se vislumbran cambios significativos que llamen la atención de EEUU para aventurarse en un nuevo deshielo.
Así las cosas, se prevé un aumento considerable de la represión y las libertades ciudadanas, además de un deterioro aun mayor de la economía, la cual se encuentra atrapada en la ineficiencia del modelo y el efecto directo de la pandemia, situación que ha puesto al país al borde de la hambruna.
Raúl Castro se retira y deja en su récord un país sumido en la pobreza y la desesperanza. Tocará ahora a sus sucesores lidiar con la papa caliente que deja en sus manos. Lo que pase a partir de ahora será responsabilidad de Díaz-Canel, aun cuando este no tenga el poder real en sus manos.
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