Los valores para una Cuba democrática. Responsabilidad. (Parte 7) Por Roberto L. Capote Castillo.
"Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir." José Saramago
Según los autores del “Libro de los valores” que he utilizado como referencia, la responsabilidad como valor humano incluye: autocontrol, autodisciplina, reflexión.
Preexiste una realidad indiscutible de que el dueño en cualquier caso es el máximo responsable de todo lo que le pertenece y las personas de sus acciones individuales. La Revolución de Fidel Castro, después de engañar a sus seguidores, se trazó como principal objetivo adueñarse de todas las riquezas del país y paralelamente también lo hizo con las personas desde su nacimiento. Es aquí donde, según mi criterio, comenzó el principio del fin de la responsabilidad de los cubanos.
Como expresan los autores del libro de los valores: “ser responsable es tomar las riendas de nuestra vida y responder de la marcha de la misma, de su sentido o su sin-sentido, sus logros o sus fallos”. Además, añaden: “El que quiera ser responsable debe tomar distancia frente a cuanto le viene impuesto del exterior (modas, prejuicios, opinión pública poco aquilatada o deformada…) y esforzarse por descubrir los distintos valores, ordenados según el rango que ostentan y conceder la primacía a los más elevados”.
Al no poder tomar las riendas de nuestras vidas y estar obligado a cumplir con lo impuesto por el Estado comunista comenzó el cubano a tomar distancia de la responsabilidad. Los daños consecuentes por la irresponsabilidad se han reflejado en todos los ámbitos del país y creo que es una de las causas fundamentales del pobre desarrollo económico y los graves problemas sociales que existen actualmente. Analizar este tema a profundidad con sus evidencias correspondientes generaría una extensa bibliografía que es difícil resumir en el presente artículo.
El valor de la responsabilidad se sustituyó en el “hombre nuevo” con el antivalor de la irresponsabilidad, parece que una vez más se cumplió el refrán: “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”, pero creo que el narcisismo, la sociopatía y egolatría de Fidel Castro nunca le permitió pensar en el bien de los demás. Además, las ideas marxistas estaban tan erradas que no tuvieron éxito en ninguno de los países en los que se implementaron. Todo el denominado “Segundo Mundo” desapareció o desvaneció sin la necesidad de sublevaciones de los proletarios o guerras civiles y los millones de militantes comunistas pertenecientes a los partidos comunistas de los países que lo integraban lo aceptaron de brazos caídos.
A pesar de prometer restaurar la constitución de 1940 y convocar elecciones democráticas en un término de tiempo corto. No cumplió sus promesas y las leyes promulgadas hicieron todo lo contrario, como, por ejemplo, establecer la pena de muerte aplicándola a delitos cometidos cuando no estaba contemplada en la legislación del país. Según los que le han dado seguimiento al cumplimiento de sus promesas las mentiras de Fidel Castro sobrepasan las mil lo cual no refuerza la responsabilidad pues él se convirtió en el paradigma del irresponsable, mentiroso y demagogo como todo populista.
Fui consultor en gestión empresarial free lance por más de 20 años, esta profesión exige una permanente auto preparación para estar actualizado en las técnicas gerenciales más novedosas y en mi caso adaptarlas a la economía socialista. Respecto a la dirección empresarial los dueños capitalistas se empeñan por diferentes acciones en lograr que sus empleados tengan sentido de propiedad pues esto fortalece la responsabilidad, el autocontrol y la autodisciplina por el trabajo.
En el año 1982 fui invitado al V Congreso Latinoamericano de Control de la Calidad organizado por Instituto Mexicano de Control de la Calidad (IMECCA) y una de sus comisiones estaba dedicada a la exposición de los logros de los Comités de Calidad mexicanos, experiencia japonesa en boga. Uno de los Comités de Calidad participante expuso un trabajo realizado en una fábrica de la Nestlé con el que se lograba un considerable ahorro. Yo le pregunté al expositor si era consciente que ese ahorro significaba más ganancias para los dueños y luego de pensarlo me respondió: “si a mi fábrica le va bien, entonces los trabajadores nos beneficiamos”.
Lo anterior me demostró sentido de propiedad lo cual refuerza la responsabilidad el autocontrol y la autodisciplina por el trabajo y esto forma parte de los valores utilizados como método de dirección del cual se ha escrito abundante bibliografía, sin embargo, ningún trabajador cubano se siente dueño de los medios de producción, que supuestamente, Fidel los había hecho propietarios. Esto no lo supongo, sino que lo afirmo pues asesoré un buen número de empresas en diferentes ramas de la economía y provincias de Cuba y en todas se observaba el mismo panorama, siendo a veces un obstáculo para mi trabajo y tener que asesorar a las direcciones de las empresas para que aplicaran medidas en ese sentido. El libro que escribí “La Gerencia sin practica” está colmado de ejemplos de esta afirmación.
Una consecuencia de los bajos salarios y la falta de responsabilidad del “hombre nuevo” ha sido la generalización del hurto en todos los centros de trabajo del país pues la gran mayoría de los trabajadores reflexionan que, si no le pagan lo suficiente y en realidad no es dueño de nada, irresponsablemente toman lo que no les pertenece, aunque perjudique de forma sensible a la empresa. Ocurre como en el caso de las pirañas, que por muy grande que sea la victima la liquidan por la cantidad de mordidas que recibe. Así no puede avanzar la economía.
En el año 1968 con la “ofensiva revolucionaria” se eliminaron los pequeños negocios privados que habían sobrevivido al comunismo. Fidel pretendía cumplir la ley marxista en la que el Estado fuera el dueño de todos los medios de producción y servicios, para entonces la dictadura del proletariado dirigido por el Partido Comunista cambiara la superestructura de la sociedad de la que surgiría el “hombre nuevo”. La mayoría de los locales de estos pequeños negocios desaparecieron y algunos pudieron ser utilizados por los dueños como parte de sus viviendas. Esto provocó que ningún obrero cubano tenga sentido de propiedad y que rechazara la responsabilidad por los resultados de su trabajo. Según un sociólogo amigo mío esto se debe, entre otras causas, a que los trabajadores tienen un sentimiento de deuda del dueño (el Estado) por la miseria que les paga. En Cuba se popularizó una frase que expresa: “ellos se hacen como que nos pagan y nosotros nos hacemos como que trabajamos”. De esta simiente surge un “hombre nuevo” con antivalores y vago.
Para “eliminar” el desempleo aumentaron las nóminas de las empresas de forma exagerada e irresponsable provocando bajos salarios que obligaban a que las mujeres se vieran obligadas a trabajar y los “castrocomunistas” lo mostraban como un logro en el sentido de la liberación de la mujer. Esto a su vez dañó de forma apreciable la función imprescindible de la mujer en la familia para inculcar los valores a los hijos, como la responsabilidad, pues para su adoctrinamiento eran enviados a círculos infantiles, semi internados o becas según los estudios que estuvieran cursando. La separación de las familias generó muchos problemas, pero uno de los principales fue permitir que en la formación del “hombre nuevo” se establecieran los antivalores en lugar de los valores humanos universales.
La apropiación de la mayoría de las fincas por el Estado para crear las cooperativas socialistas provocó que los campesinos perdieran su amor y responsabilidad por la tierra que trabajan creando un desarraigo que ha provocado que en la actualidad más del 80% de las tierras cultivables (algunos expertos dicen que es mayor el porciento), estén cundidas de marabú o malas hierbas y que Cuba dedique la mayor cantidad de sus divisas a la importación de alimentos que se pueden producir en el país. El trabajador agrícola más que ningún otro siempre ha soñado con ser el propietario de la tierra que trabaja, sin este aliciente se aleja de la responsabilidad de los resultados de los labores cuando trabaja en una granja estatal. En el caso de los llamados pequeños agricultores no pueden vender a los precios de mercado sino a los establecidos por los burócratas que apenas les deja ganancia, teniendo que vender una parte en el mercado negro expuesto al peligro de que le decomisen todo. Esto conspira contra la autodisciplina y el autocontrol.
Al Estado Comunista hacerse dueño absoluto de todo el patrimonio inmobiliario del país les trasladó a los inquilinos la responsabilidad de asumir el mantenimiento y reparación de las edificaciones en las que residían pagando alquiler sin derecho a propiedad. Recuerdo que en mi casa el propietario se responsabilizaba por los arreglos y mantenimientos. Fidel se apropió, pero no cumplió esta responsabilidad. En los años en que se le dio acceso a la propiedad a los proletarios ya el daño estaba hecho. Algunos estiman que en la actualidad hay un déficit de un millón de viviendas aproximadamente y que más del 70 % de las existentes se pueden clasificar entre regular y malas condiciones. Los frecuentes derrumbes de edificaciones que en cualquier país causan conmoción y es noticia, en Cuba se ha hecho normal por la irresponsabilidad del Gobierno.
A todo lo anterior hay que sumarle que el cubano está sometido a leyes, normas, regulaciones, etc. Con las que no está de acuerdo, pero debe someterse sin reflexionar, siempre tomando distancia de las mismas por medio de subterfugios que promueven la ilegalidad y el comportamiento irresponsable de la población, esta situación limita o lesiona el autocontrol y la autodisciplina tan necesarios como coadyuvantes de la responsabilidad.
La responsabilidad social del cubano se ha deteriorado a niveles muy bajos y lo peor es que no parece haber tocado fondo. Muchas personas después de varias generaciones de comunismo y que deben ser parte del “hombre nuevo” expresan: que “vean lo que vean”, no se entrometen ni para bien o para mal. Recuerdo que de niño cuando en la calle hacíamos alguna travesura siempre una persona mayor nos reprendía y todos salíamos corriendo, hoy la respuesta es faltarle el respeto y hasta agredirlos. O sea, que desde pequeños se manifiesta la falta o el deterioro de los valores como consecuencia del adoctrinamiento en los hogares y en los diferentes niveles de la enseñanza por las que han transitado en su vida estudiantil para la formación del “hombre nuevo” guevarista.
Pudiera extenderme escribiendo sobre el valor de la responsabilidad, pero solamente pretendo llamar la atención al respecto y alertar sobre las consecuencias que puede tener en una Cuba democrática en la que se necesitan personas virtuosas y no el “hombre nuevo” con todos sus antivalores. La nueva sociedad civil debe entender que la democracia sin ciudadanos con valores no funciona adecuadamente.
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capotecastillo@yahoo.es
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