Las ilusiones malignas del socialismo cubano Por Jorge A. Sanguinetty Diario de Cuba 17 de mayo de 2021
Hombre y tanque de basura en La Habana. DIARIO DE CUBA
¿Qué planes tiene el Gobierno para salir de la crisis actual? ¿De qué se habla en los altos círculos oficiales? ¿Cómo analizan la actual crisis económica los que mandan en Cuba?
Al concluir el VIII Congreso del Partido Comunista Cuba (PCC) encara un futuro desolador, con un Gobierno que parece no tener un claro sentido de rumbo o propósito, más allá de mantenerse en el poder indefinidamente y continuar reprimiendo toda manifestación de descontento ciudadano.
Bajo la consigna de continuidad, el conjunto de Gobierno y Partido sentencia a la población a una condena indefinida de falta de libertades de todo tipo, que en la práctica convierte a la Isla en una gran prisión. Esto no es una metáfora sino una realidad materializada por un régimen que concentra todos los poderes políticos del Estado y casi todos los recursos económicos del país.
No se necesita ser un especialista para observar la gran asimetría distributiva de dichos poderes y recursos entre Gobierno y población. Dicha asimetría determina la existencia de dos grandes grupos de ciudadanos bien diferenciados: los que mandan o creen que mandan y los que de una manera u otra obedecen o se ajustan a las decisiones de los que mandan, aunque lo hagan por falta de otras opciones.
No hay que confundirse. Los disidentes no están solo en el segundo grupo. Entre los que mandan o creen que mandan hay disidentes, pero obviamente no se pueden dar a conocer. Seguramente muchos ni siquiera se consideran disidentes. Pero la represión, que puede ser más dura con los de arriba, los fuerza a mantenerse ocultos o anónimos hasta que no haya un cambio que les permita manifestarse sin riesgo de represalias.
Con el continuo deterioro de las condiciones económicas en Cuba, especialmente los bajos niveles de consumo, las colas y la inestabilidad de los suministros, el comportamiento errático e inseguro de los que administran la economía es observado de cerca por los que están dentro de los círculos del Gobierno, a cualquier nivel. O sea, por mucha que sea la falta de transparencia de la gestión de Gobierno, no se puede ocultar la incapacidad para resolver los problemas del país. Es importante hacer esta observación porque en todo diseño estratégico de lucha contra el régimen los disidentes anónimos pudieran llegar a jugar un papel importante. La historia enseña que entre los que tienen opiniones discrepantes pueden surgir los Gorbachov o Deng Xiaoping que quieran introducir cambios en el país.
La exclusión de la mayoría de los cubanos de las funciones de gobierno, incluso de la posibilidad de influir marginalmente en sus decisiones, ha creado más de una segmentación social traicionando uno de los ilusorios objetivos socialista o marxista: el de crear una sociedad sin clases. Desde 1959 Cuba evolucionó primero hacia la creación de las dos grandes clases: los que mandan y los que obedecen como se sabe; pero ahora se yuxtaponen otras dos clases: los que tienen acceso a monedas convertibles y los que no.
Entre los que mandan hay los que mandan más, pero han sido incapaces de usar su poder creativamente para por lo menos mantener las capacidades productivas de las propiedades confiscadas y construir una economía sostenible. Esta incapacidad se ha puesto de manifiesto una vez más en la conclusión del Congreso del PCC, que parece mantenerse paralizado por otras ilusiones socialistas, como la creencia en la eficiencia de la planificación central y en el predominio de la empresa estatal sobre la privada.
La promesa de continuidad enfrenta a la población cubana en su conjunto, tanto los leales al Gobierno como a los demás, a una gran disyuntiva: aceptan la sentencia de más escasez e incertidumbre por un tiempo indefinido o hacen algo por influir en las decisiones del Gobierno a favor de cambios que puedan mejorar la situación económica y aliviar la represión del estado policíaco.
La falta explícita de metas oficiales sobre qué puede esperar el ciudadano cubano en el corto plazo refuerza el sentimiento de desolación. ¿Qué planes tiene el Gobierno para salir de la crisis actual? ¿De qué se habla en los altos círculos oficiales? ¿Cómo analizan la actual crisis económica los que mandan en Cuba? ¿Qué opinan sobre los resultados insatisfactorios de la Tarea Ordenamiento?
La falta de libertad de expresión es parte del mecanismo que arroja una gran oscuridad sobre lo que piensan y hacen los gobernantes cubanos. Pero esa falta de libertad de expresión que afecta al ciudadano común también afecta a los dirigentes, pues los mismos se cuidan mucho de opinar sobre los problemas que observan diariamente. Todos saben que lo que digan puede ser utilizado para purgarlos de sus puestos oficiales y privilegios, sobre todo si es de carácter crítico, y en especial si la crítica es atribuible a algunos de los más altos dirigentes.
Cualquier funcionario del Gobierno que sea víctima de una purga tiene que enfrentarse a una situación de aislamiento, soledad y desamparo tanto en lo político como en lo económico que es aterradora, pues el régimen ha dado muestras de ser despiadado con aquellos que pierden la confianza y protección de sus superiores.
El hermetismo que reina en los medios oficiales contribuye a que la oposición desconozca las interioridades del Gobierno y le sea mucho más difícil evaluar y definir alternativas estratégicas de lucha a favor de un cambio, cualquier cambio. Los periodistas independientes nunca tienen acceso a fuentes oficiales para obtener información de interés público algo que en otros países, incluso dictatoriales, fluye con más facilidad y que es peor que la censura periodística por ser un verdadero bloqueo informativo que se suma a los muchos otros bloqueos que el Gobierno cubano impone a la sociedad en su conjunto, incluyendo a sus propios adeptos y funcionarios.
La palabra atolladero no capta en toda su magnitud la gravedad de la situación en que Cuba se encuentra, rígidamente dominada por un equipo anquilosado de Gobierno que impone sus ilusiones socialistas a una población que hasta ahora no ha conseguido acumular suficiente indignación ante los desmanes de los gobernantes, para enfrentarse a ellos colectiva y organizadamente. Y todo esto bajo la amenaza continua de brotes de hambruna como se han venido reportando mientras escribo estas líneas.
En este sombrío panorama el futuro de Cuba depende, acaso como nunca antes, del azar. De los infinitos caminos posibles a seguir los optimistas pueden esperar, como el que sueña con ganar un premio de lotería, que "algo" pase o que "alguien" haga "algo".
Mientras tanto los pesimistas o los más realistas pueden vislumbrar, con base en lo que ha ocurrido y también en lo que no ha ocurrido en estos últimos 62 años, la continua disolución de la nación cubana y su cultura. La falta de organización de la oposición para actuar colectivamente no ayuda a tener grandes esperanzas de cambios significativos en el corto plazo y lo único que razonablemente se puede esperar es una explosión social que sería caótica y traería nuevas y más peligrosas fuentes de incertidumbre.
De nuevo, ¿qué estarán pensando los gobernantes cubanos en esta coyuntura?
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