Movimiento Black Lives Matter: las vidas que realmente importan Por Javier Prada Cubanet 19 de julio de 2021
Manifestación Santiago de Cuba el 11 de julio de 2021 - foto de video de UNPACU
Basta mirar los videos del 11 de julio para comprobar cuantos negros y mestizos fueron apaleados por la policía, y cuantos sirvieron también como brazos represores, descorriendo el velo de un conflicto terrible
LA HABANA, Cuba. – Cuando en mayo de 2020 asesinaron a George Floyd, muchos cubanos adornaron sus perfiles en Facebook con el marco de Black Lives Matter (BLM). Hasta ese momento poco se sabía de la organización fundada en 2013 con el objetivo de defender los derechos de los afroestadounidenses y luchar contra la supremacía blanca y la violencia policial ejercida sobre las comunidades de raza negra. Se trataba, supuestamente, de una entidad sin fines de lucro y con profunda vocación humanista que trascendía el tema racial para incluir también en sus premisas a la generalidad de ciudadanos desclasados, marginados y violentados en sus derechos.
Cubanos de todas las razas se solidarizaron con ese movimiento a raíz de la brutal muerte de Floyd, aunque muchos de ellos jamás habían alzado la voz ni colocado un post en redes sociales para denunciar la violencia de los policías cubanos contra ciudadanos negros. La mayoría, de hecho, había guardado silencio cuando dos uniformados le dispararon por la espalda al joven Hansel Hernández Galiano durante un incidente todavía no esclarecido en el municipio de Guanabacoa. Esa actitud dejó clara la ambivalencia de los cubanos “antirracistas”, y lo mismo ha sucedido con la dirigencia de Black Lives Matter en su pronunciamiento a raíz de los acontecimientos del 11 de julio.
En una declaración que cubrirá para siempre de vergüenza a la dirigencia del movimiento, sus voceros se han acogido al discurso de la dictadura cubana, culpando exclusivamente al embargo de Estados Unidos por la frágil situación que atraviesa la Isla, y despojando al castrismo de toda responsabilidad tras 62 años de fallida gestión. Al parecer no eran negros, ni gente humilde, los que tomaron las calles en tantos municipios de la capital. No eran negros los que caminaron clamando libertad por las calles derruidas de La Cuevita, uno de los barrios más pobres, habitado por cubanos de todas las razas, pero predominantemente por negros y mulatos.
No es cosa de izquierda o derecha. Es una cuestión de decencia ponerse del lado de un pueblo oprimido, con severos traumas sociales que durante años han sido barridos bajo la alfombra porque nunca llega el momento adecuado para discutirlos. Basta mirar los videos del 11 de julio para comprobar cuantos negros y mestizos fueron apaleados por la policía, y cuantos sirvieron también como brazos represores, descorriendo el velo de un conflicto terrible que confirma cuán efectivo ha sido el método de la élite gobernante blanca de dividir y sembrar odio entre hermanos de raza que en otros tiempos tuvieron una causa común.
Con su pronunciamiento, la actual dirigencia de BLM ha traicionado sus principios. Es evidente que su agenda ha sido puramente política, y que lejos de ser un movimiento progresista, se ha convertido en un vivero de doctrinas muy peligrosas para la democracia estadounidense. Quien apoya al castrismo de forma tan contundente no deja margen a especulaciones. La faceta “progre” que tantos simpatizantes ha ganado, lleva consigo la semilla del totalitarismo, un ADN pertinaz que se ramifica en cualquier terreno donde la libertad individual manifieste el menor síntoma de debilidad.
A la dirigencia de BLM le importan las vidas verde olivo, las que van de guayabera lavándole la cara a un régimen militar corrupto e injerencista. Confiamos en que muchos de sus seguidores no están de acuerdo con el respaldo dado a la dictadura cubana. Nada aparenta interesarle menos que un negro humillado, donde quiera que esté. En apenas ocho años pasó de ser un movimiento social a un negocio muy lucrativo, con sus nuevos líderes dedicados a avivar resentimientos entre ciudadanos de distintas razas y comprar mansiones para pensar con comodidad en la próxima campaña; o esperar por el próximo negro norteamericano muerto a manos de un policía blanco para lanzarse a la yugular del poder imponiendo una sola visión, tergiversada y virulenta, de un problema que posee muchas aristas.
La dirigencia de BLM se ha manifestado como igual al castrismo. Escoger una sola cara de la verdad no es defender la verdad; mucho menos si se trata de darle gusto a un aliado político. Sus palabras han decepcionado profundamente a los cubanos dignos, dentro y fuera de Cuba, que hoy reclaman libertad y cuentan por cientos los heridos y desaparecidos tras las protestas.
No fue el presidente Joe Biden quien convocó a una guerra civil. No fue el “bloqueo” quien esgrimió un garrote sobre la cabeza de un conciudadano. No fue el imperialismo quien soltó a la jauría de tropas especiales contra personas desarmadas, artistas, intelectuales, estudiantes, médicos, maestros. La Casa Blanca no provocó este dolor que hoy estremece a toda Cuba, y el actual BLM es muy cínico al ignorar deliberadamente los excesos de un régimen que el pasado 11 de julio revivió el abuso contra George Floyd en el pellejo de cientos de cubanos.
No importa si fue una rodilla estranguladora o una porra abriendo la cabeza de un muchacho. Eran seres humanos indefensos ante escuadrones dispuestos a matar. Si la dirigencia de BLM no puede ver tales similitudes, entonces son falsos sus fundamentos y propósitos. El humanismo no tiene color político, y es por naturaleza inmune a los adoctrinamientos.
El actual Black Lives Matter ha mostrado una cara muy lamentable. Los cubanos de bien jamás olvidarán su posición antipopular y antidemocrática, descaradamente favorable a la supremacía blanca de un régimen dictatorial que ha secuestrado esta Isla y castigado sin piedad a sus hijos.
Represión y muerte contra el pueblo cubano por ordenes de diaz canel
|