El politólogo Julio M. Shiling denuncia la impunidad del socialismo y la pasividad de Estados Unidos para responder a crisis como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
La Iberosfera se enfrenta al reto de derribar a tres dictaduras socialistas sin el apoyo firme de EEUU.
La brutal ola represiva en Cuba contra manifestantes que demandan respuestas a la crisis sociopolítica y económica en la isla ha obligado a la administración de la Casa Blanca a centrar su atención en una región convulsa que no ha estado entre sus prioridades, agudizada en el último año y medio por la pandemia, la migración y la represión de regímenes autoritarios señalados de cometer crímenes de lesa humanidad.
La región ha logrado posicionarse en el radar de la administración Biden gracias a dos temas fundamentalmente: la migración de los países que integran el Triángulo del Norte [Honduras, Guatemala y El Salvador] –que ha provocado una seria crisis en la frontera sur estadounidense–; y la respuesta represiva del régimen castrista a las protestas y el aislamiento del pueblo cubano con la censura al internet para evitar que se documente la represión. A este último punto hay que agregar la presión del exilio cubano junto con sus representantes electos.
Antes del 11 de julio, día en que iniciaron las protestas en Cuba en más de 40 ciudades, Estados Unidos mostraba cierto interés por la migración fundamentalmente centroamericana y por el tema de Venezuela debido al desbordante exilio que supera más de cinco millones de personas debido a la represión y la pobreza. Hoy la situación ha cambiado, aunque algunos aseguran que existe mucha pasividad de Estados Unidos y que se puede hacer más.
Uno de los que espera más acciones hacia Cuba es el senador federal Marco Rubio quien demanda a la administración Biden apoyar al pueblo cubano con acceso al internet.
“Las redes privadas virtuales pueden ayudar al pueblo cubano a lidiar con el bloqueo del régimen, pero no hacen nada si cortan el acceso a Internet. La tecnología existe para proporcionar servicio celular y satelital desde globos y otros métodos directamente a quienes no tienen acceso a internet. Pero eso no sucederá en Cuba a menos que la administración Biden de un paso adelante. Me alegra que el presidente esté comenzando a tomar medidas, pero debe hacer más para ayudar al pueblo de Cuba a asegurar el acceso sin censura a internet”, dijo Rubio.
“Una tragedia”. Así califica el analista político y autor de “Dictaduras y sus paradigmas”, Julio M. Shiling, la pasividad de la que es señalado Estados Unidos para responder a crisis como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
El experto asegura que se trata de un fenómeno bipartidista.
“No va enfocado a un gobierno o un partido, es un fenómeno que en ciertas administraciones se acentúa más, una actitud adversa a los intereses de la promoción de la libertad y la democracia”, subraya.
Aunque otros países como Chile y Colombia han sido señalados de reprimir protestas, la diferencia recae en que son naciones con instituciones democráticas y los responsables de abusos son llevados ante la justicia. Eso no sucede con las tres dictaduras en América Latina donde impera la impunidad.
La represión contra opositores se ha convertido en un látigo diario en países como Venezuela, Nicaragua y Cuba. En los dos primeros existen evidencias recientes documentadas por organismos de derechos humanos nacionales e internacionales de tratos crueles e inhumanos, torturas, asesinatos con armas de alto calibre y ejecuciones extrajudiciales, hechos calificados como crímenes de lesa humanidad.
En Venezuela y Nicaragua la represión ha dejado un saldo de centenares de muertos. En el 2017 más de 160 personas murieron durante las protestas, en 2019 la cifra de muertos superó los 35 durante las manifestaciones de enero; mientras en septiembre de 2020 la Alta Comisionada, Michelle Bachelet, informó que su oficina registró 711 muertes en un periodo de tres meses – junio a agosto de 2020 – por “operativos” de seguridad en Venezuela.
En Nicaragua las protestas de abril de 2018 dejaron un saldo de 328 muertos producto de la represión gubernamental y se mantienen encarcelados 150 presos políticos, seis de ellos aspirantes presidenciales.
La respuesta de Estados Unidos y de la comunidad internacional han sido la designación de sanciones individuales contra 34 altos funcionarios y familiares del dictador Daniel Ortega.
Contagio “La gran tragedia de esto es el efecto y el impacto de contagio que tiene” a nivel regional, sostiene Shiling.
El experto ejemplificó el caso de Venezuela, donde se han documentado innumerables casos de crímenes de lesa humanidad y la respuesta no solo de Estados Unidos sino de la comunidad internacional no ha pasado más allá de “pronunciamientos heroicos, afirmaciones y hasta determinadas sanciones a individuos”.
“Vimos en Nicaragua exactamente lo mismo. La impunidad con la que el régimen actuó en Venezuela se extiende a la dictadura sandinista y es el mismo mensaje en Cuba”, aseguró Shiling.
Para el autor de “Dictaduras y sus paradigmas” la práctica ha demostrado que un régimen dictatorial actúa impunemente, que puede cometer crímenes de lesa humanidad, “tanto en la Cuba castrista como en sus colonias Venezuela y Nicaragua”.
“El problema no es castigar a una serie de individuos detestables, innombrables, esto es un problema de sistema, leyes por una serie de conjunto de fenómenos que componen un gobierno. Lo que estamos viendo es una política de derrotismo. Esta política que para nada está estructurada para promover la libertad como debería de ser, pues simplemente estimula a otros regímenes dictatoriales a que cometan crímenes de lesa humanidad de manera impune”, sentenció.
¿Qué hace falta? Shiling sostiene que hace falta voluntad política.
“Si bien la administración previa [de Donald Trump] tomó muchas medidas valientes, en el caso cubano fue la única administración que puso en vigencia dos capítulos de la Ley Helm Burton Act que son fundamentales para resguardar el Estado de derecho y darle apoyo a los propios estadounidenses y cubanoamericanos que fueron saqueados por el régimen castrista. Es una posición moral necesaria”, aseguró Shiling.
Sin embargo, se pueden hacer otras cosas para salir de dictaduras que representan una amenaza a la región y a la seguridad nacional de Estados Unidos.
“La política de Estado de los Estados Unidos debería ser coherente en lo que es defender y promover la libertad, y no estamos hablando aquí de que vayan a fabricar naciones, estamos hablando de derribar regímenes atroces que presentan una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos empezando por el narcotráfico, siguiendo por las relaciones estrechas que tiene el socialismo continental con grupos subversivos dentro de los Estados Unidos y su relación con los carteles de la droga de México”, explicó.
Shiling considera que Estados Unidos tiene razones de sobra y la inteligencia norteamericana tiene evidencia suficiente que validaría movidas estratégicas tanto en Cuba como en Nicaragua y Venezuela.
“Si miramos los escenarios de guerra más reciente no hemos visto en ninguna parte invasión estilo Normandía. Las guerras se están llevando con herramientas tecnológicas muy avanzadas que evitan que un soldado tenga que hacer el trabajo, la maquinaria lo puede hacer. Todos estos mecanismos producen una proactividad. Es suficiente para mover fichas internas dentro de estos regímenes la determinación de que no se va a tolerar lo que estamos viendo en Cuba o lo que vimos en Nicaragua y Venezuela. Debe producirse un cambio dentro de esas propias estructuras dictatoriales. Eso es lo que debería hacer la política de Estados Unidos, no con una curita, sino con una receta necesaria”, puntualizó Shiling.
Hasta ahora las negociaciones y las sanciones contra dictaduras como Venezuela, Nicaragua y Cuba han surtido efecto, mientras ese cáncer se disemina por otros países de América Latina.
Email: jmshiling@patriademarti.com. Artículo de Shiling publicado en /Patria de Martí/.
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