Chile, el triunfo de la leyenda negra Por Rafaela Cruz Diario de Cuba 27 de diciembre de 2021
¿Por qué la fijación con la desigualdad chilena y no con la de otros países que lo igualan o superan? ¿Por qué se afirma que el modelo liberal profundiza las diferencias sociales, cuando los indicadores dicen lo contrario?
Es casi imposible leer alguna información sobre el triunfo de Gabriel Boric en Chile el pasado 19 de diciembre y no encontrar, simultáneamente, referencias a la desigualdad y a la "insensibilidad social" del sistema chileno.
Pero las críticas a aquel modelo no nacen con Boric; en realidad este presidente milenial es resultado de una larga campaña internacional de descrédito del país del sur, que ha contado con la colaboración —a veces muy violenta— de parte importante de los chilenos que se sienten —y nadie puede discutir un sentimiento— injustamente tratados por un modelo que, según ellos, pone al capital por delante de las personas.
En su discurso de apertura, el joven pero experimentado político —no ha hecho otra cosa en su vida— declaró que entre los desafíos urgentes está "la desigualdad en el acceso a la salud entre ricos y pobres", lograr pensiones dignas mediante una "distribución justa de la riqueza", mejorar los salarios, la educación, todo ello resumido en "convertir lo que algunos entienden como bienes de consumo en derechos sociales"; es decir, cambiar el sistema.
Aunque a primera vista Chile exhibe una bonanza desbordante, no puede descartarse que, efectivamente, esta prosperidad haya beneficiado a unos pocos a costa de mayorías explotadas. Miremos los datos a ver qué informan sobre desigualdad e "insensibilidad".
Desigualdad
Según el coeficiente de Gini —el más importante indicador de desigualdad— en las últimas tres décadas Chile ha sido uno de los países que más ha reducido la desigualdad en América Latina. Es el quinto del ranking, con una contracción de más de 10 puntos. Ese avance lo coloca, en cuanto a niveles de desigualdad, cerca de México, Guatemala, Costa Rica o República Dominicana y, bastante mejor que Honduras, Panamá, Brasil, Paraguay o Colombia.
Ciertamente, en Chile hay mucha desigualdad, pero es rotundamente falso que no se esté reduciendo; incluso es falso que no se esté reduciendo más rápido que la media latinoamericana, y lo fundamental es que en Chile la diferencia ya no es entre ricos que andan en Rolls Royce y pobres descalzos, sino entre algunos pocos que pueden comprar un Ferrari Spider, y muchos otros que antes no podían, pero ahora consiguen, mínimo, un Toyota Camri, gracias a tener ya los salarios mínimos más altos del continente. Todos son más ricos, incluyendo los pobres.
Es mentira que el modelo chileno esté creando más desigualdad, o que Chile sea particularmente desigual en su área de integración geográfica e histórica.
Insensibilidad capitalista
El denostado modelo que pretenden cambiar por inhumano, entre 1988 y 2018 multiplicó el PIB del país austral cinco veces, reduciendo la pobreza un 90%. Los chilenos son hoy, con este modelo, los latinoamericanos más prósperos, los mejor educados en general, contando con tres de las diez mejores universidades latinoamericanas. Tres de los 30 mejores hospitales del continente forman parte de su sistema de salud, colocado como el de más excelencia en algunos rankings regionales.
¿Parece eso un modelo "insensible"?
Leyenda negra
¿Por qué la fijación con la desigualdad chilena y no con la de otros países que lo igualan o superan? ¿Por qué se afirma que el modelo liberal profundiza las diferencias sociales, cuando los indicadores dicen lo contrario?
El éxito económico y humano de Chile, siguiendo un camino ajeno al demagógico estatismo, es inaceptable para una izquierda latinoamericana que, mayoritariamente, incuba ideas anticapitalistas y encuentra su paladín en el dirigismo gubernamental.
Imposibilitada de hablar de pobreza en Chile, esta izquierda ha fomentado una leyenda negra sobre su desigualdad —obviando lo logrado en ese aspecto— para acusar de fracaso al sistema e intentar sustituirlo por uno más "justo".
¿Y qué es justo, que todos alcancen lo mismo o que todos partan con iguales posibilidades? ¿Que todos los alumnos obtengan la mejor calificación o que cada alumno sea calificado según esfuerzo, suerte y rendimiento?
Debido a la heterogeneidad humana, la igualdad de resultados solo puede conseguirse mediante la tiranía, nivelando las personas hacia abajo, lo que empobrece, como en Cuba o Venezuela. Mientras, la igualdad de partida que surgió con las revoluciones norteamericana y francesa —"los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos"— es la supresión legal de privilegios para individuos o grupos, lo que enriquece a todos, como en Chile.
Cuando no hay privilegios y las reglas del juego son igualitarias, el resultado obtenido es necesariamente justo. En Chile aún hay privilegios, muchos heredados de un pasado colonial y dictatorial, otros debidos a corrupción. Corregirlos es necesario y puede y debe hacerse dentro del sistema, pero sin abandonar un modelo que ha reducido la miseria del 70% al 8% de la población.
Lo logrado por los chilenos puede perderse, la riqueza no es un hecho dado, se crea constantemente o se pierde. Abandonar un modelo que funciona tan bien es una pésima apuesta, principalmente para ese 8% aún pobre, que necesita oportunidades para superarse, no "derechos" creados por un Gobierno que los condene al ciclo de la miseria.
Lamentablemente, los chilenos se han creído su "fracaso" y eligieron a este presidente extremadamente crítico del modelo, solo meses después de haber forzado la creación de una asamblea constituyente para "humanizar" el sistema. La leyenda negra está triunfando, veremos a dónde conduce.
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