Licenciado Frank Braña Fernández.- Bogotá. Colombia.- Cuba, el archipiélago que nunca ha estado separado de los grandes acontecimientos de la humanidad continúa entre la necedad de un sistema que caducó en los umbrales del siglo XXI y la polarización de sus ciudadanos que se enfrentan en una épica batalla ideológica.
Varios eventos acontecidos en el 2021 han dado fe de la inexistente nación monolítica que tanto se vanagloria el régimen; la economía se hunde y la migración aumenta sin importar destino sino lograr la salida de la llamada por muchos como isla cárcel, debido a sus restricciones para con sus ciudadanos.
El gobierno cubano con uno de los más sofisticados y casi invulnerables sistemas de inteligencia y represión había logrado por años sortear las diferentes oleadas de inestabilidad y manifestaciones antigubernamentales de la región e incluso aislarse y solo realizar tibios cambios a su conveniencia; pero ya no está el liderazgo carismático de la era de Fidel Castro y por primera vez una persona sin este apellido; y sin carisma; ocupa la silla presidencial y el trono partidista, mientras la vieja guardia a la que solo los ilusos le restarían importancia, mueren o abandonan el poder, el tiempo no entiende de grados, apellidos o dinero. Tampoco funciona el viejo discurso de barricada de la salud y educación gratuitas ni pueden ser el bloqueo o las presiones económicas y políticas de Washington un argumento en un mundo cada vez con mayor conectividad a las redes sociales.
El problema de Cuba; somos latinoamericanos y más de quinientos veinte años después del encuentro entre dos culturas; no hemos podido nunca separarnos de ese pensamiento que nos lleva a la necesidad de un líder único y eterno, una personalidad carismática que solo es capaz de conducir los destinos de la nación; pero si olvidamos que las causas fundamentales de los sufrimientos de nuestro pueblo estuvieron dados en la historia por el regionalismo, el caudillismo.
Cuba no necesita un líder, necesita de la sociedad civil en su conjunto para transformar y lograr el cambio que la situé nuevamente a la vanguardia de América Latina; no serán los influencer con sus show mediáticos ni los supuestos líderes que en la primera oportunidad salen a la migración; tampoco un partido único arcaico que impone una ideología cuando la humanidad avanza al pluralismo político, social y económico, los que logren el cambio.
Las razones que demandan un cambio son cada día mayores, los sordos del poder se aferran aun cuando saben que no existe salida posible que no pase por la represión y las consecuencias en una ya fracturada sociedad; las nuevas generaciones llenas de pragmatismo son cada día menos leales a las deidades verde olivo.
La historia no puede sacarse de contexto, renegar de ella es hacerlo de las raíces de la nación cubana, pero tampoco el progreso y los cambios pueden obviarse pues presumiríamos de no ser humanos. Es el momento de aplicar la fórmula de amor triunfante de José Martí y con su clarividencia recordar cuando en 1878 en una carta que le dirigió al entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala había expuesto que la vida debe ser diaria, movible, útil y precisó que el primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo.
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