El País.- Martes 1 de Marzo.- Pablo Ximénez de Sandoval.- Hagamos una pausa, no en el seguimiento de Ucrania, que no podemos, pero sí para resaltar el hecho de que Vladímir Putin comunicó el domingo que ha puesto en alerta el arsenal nuclear de Rusia. Ahora mismo, Rusia es un país en guerra (perdón, en "operación militar especial"). Desempolvar los protocolos de las armas nucleares podría ser algo automático, como parte de su arsenal. O no. De pronto, la psicología del hermético personaje detrás de esta catástrofe ya no es un interés solo académico o político, sino que conecta con un miedo más profundo. Desde la carrera de armamento nuclear de la Guerra Fría, la teoría de la destrucción mutua asegurada acabó cuajando un siniestro equilibrio global. Pero esta convicción se basaba en el principio de que todos los jugadores se comportan de forma racional. ¿Qué pasa si no es así? ¿Qué pasa cuando vemos a Putin y empezamos a pensar en Hitler? Ese nombre sale a menudo en nuestros comentarios.
Félix de Azúa se hace hoy esta pregunta: "Pero ¿y si resulta que se ha vuelto loco? Es conocido el caso de hombres de talento que a medida que ganan poder van desarrollando una psicopatía cada vez más destructiva. El modelo moderno es Napoleón: de una parte, un superdotado, pero de otra un enfermo mental que no podía dejar de trabajar ni un segundo, que no dormía y que iba rehaciendo el mundo a medida que invadía más países hasta coronarse emperador. Creo yo que Vladímir Putin, un tipo formado por la policía secreta soviética, espía en la siniestra Alemania Oriental, miembro de la KGB durante años y dueño en estos momentos de un continente, ha de ser difícil que no desarrolle la locura de Hitler". Lea la columna, Oso caníbal.
El domingo, Lluís Bassets recogía esta idea: "Circula la idea de que Putin está loco. Puede que haya algo de verdad pero también que forme parte de una estrategia disuasiva del Kremlin. Nada atemoriza tanto como la posibilidad de que el presidente que tiene en sus manos el arma nuclear sea un paranoico imprevisible. Nixon utilizó este temor durante la guerra de Vietnam y puede que Putin lo esté utilizando ahora. Desde que fue creada, la bomba rinde servicios militares sin necesidad de ser detonada". Lea Como Hitler con el arma nuclear.
Y el historiador Antony Beevor arrancaba así su artículo del pasado jueves, cuando comenzó la invasión: "Parece que Vladímir Putin ha perdido el juicio. Asegura que el objetivo de esta invasión no provocada es la 'desmilitarización y desnazificación' de Ucrania, cuando es él quien se comporta como una especie de reflejo distorsionado de Hitler". Lea aquí Putin, el reflejo distorsionado de Hitler.
Una última opinión autorizada sobre la salud mental de Putin, esta en forma de entrevista. Marc Bassets habla en París con François Hollande, expresidente de Francia, que conoce a Putin de negociar muchas horas cara a cara con él y responde contundente: "No creo en absoluto que Putin viva una crisis de locura o de paranoia". Lea aquí la entrevista completa con Hollande.
Un montaje de los rostros de Putin y Hitler en una protesta en Kuala Lumpur. / EFE
Si Putin consigue meterse en nuestra cabeza, si consigue hacernos creer que está loco, o peor aún, si lo está de verdad, ¿cómo es ese mundo en el que Occidente es consciente de que puede ser destruido? De los actuales líderes occidentales, solo Joe Biden (79 años) vivió en plena juventud los años de la paranoia nuclear de los años cincuenta, cuando parecía que el sol podía no salir mañana si alguien tocaba el botón equivocado. Putin tenía 10 años cuando la crisis de los misiles en Cuba en 1962. Sobre generaciones de europeos que no recuerdan la guerra escribe hoy el analista norteamericano David Rieff un artículo en el que afirma que la noción de que Europa había alcanzado una especie de "paz perpetua" ha terminado: "Nos encontramos de nuevo catapultados a un mundo que habría sido absolutamente reconocible para todos los nacidos en cualquier lugar de Europa y en cualquier momento antes de 1939, y que parece, como es natural, insisto, absolutamente desconocido para toda persona nacida a partir de entonces. El hecho de que los europeos contemporáneos hubieran llegado a creer incluso que la era de las enfermedades pandémicas también había tocado a su fin es una de las más amargas ironías de la coyuntura actual". Lea el artículo completo: El nuevo poder duro en Europa. |