Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.- Santa Cruz de Tenerife. España.- La guerra entre Rusia y Ucrania se extiende ya por más de un mes. El infausto 24 de febrero quedará para la historia, no solo como el inicio de la invasión del ejército ruso a Ucrania, sino como el comienzo de una nueva etapa de la historia de estos tiempos, etapa marcada por los malvados propósitos expansionistas del régimen ruso para retornar a la era de la desaparecida Unión Soviética bajo el poderío del comunismo. La recuperación de los territorios perdidos tras su independencia parece ser uno de los objetivos primordiales del régimen de Putin. Las persecuciones, desapariciones forzadas, secuestros y encarcelamientos a quienes se oponen a los cánones del mandatario ruso son una prueba innegable de ese lamentable retroceso en la historia de Rusia.
Las conversaciones entre ambas partes para llegar a un acuerdo que ponga fin al mayor desastre de esta naturaleza en Europa, desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, no han sido para nada satisfactorias. Las sendas sanciones económicas – muy bien merecidas y necesarias a pesar de los detractores en este sentido– per se no pondrán fin al conflicto; aunque han funcionado por encima de las expectativas: el régimen ruso está aislado y su economía devastada en solo unos pocos días; algo que meree ser destacado y sobre todas las cosas considerar el encomiable papel del Gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea, UE.
El megalomaníaco del Kremlin cree estar en lo cierto y sigue en su obstinada ofensiva contra el territorio ucraniano. Las tropas del ejército ruso están en Kiev, la capital añorada de Putin, lo que es definitorio para el desenlace final de los acontecimientos. Exigen la entrega de Mariúpol, la hermosa ciudad costera a orillas del mar de Azov, sitiada desde hace varios días. El ejército ucraniano sigue dando muestras de una heroica resistencia digna de destacar, aún cuando sabe con certeza que se enfrenta al gran poderío de las tropas rusas. Las pérdidas de miles de soldados del ejército ruso – se estima que entre 7.000 y 15.000 soldados rusos han muerto en la contienda (datos de la OTAN), así como de varios de sus más grandes militares, incluidos más de cinco generales, nos dan la medida de la preparación de las tropas ucranianas.
Mientras tanto, y desde la distancia, surgen las más absurdas especulaciones. La prensa sensacionalista, y también la más moderada y objetiva, en su afán de estar en “la última”, han creado una atmósfera que va desde el pesimismo derrotero hasta las entrevistas a generales retirados de otras naciones, los que muy poco han podido aportar, toda vez que no se dispone de la información necesaria para poder predecir acerca de movimientos tácticos de ambos ejércitos; aún cuando se tienen las estimaciones acerca de los avances de los rusos por territorio ucraniano, sus numerosas bajas y la capacidad de resistencia de Ucrania.
De ahí que los esfuerzos quedan reducidos a desatinadas especulaciones en torno a vencedores y derrotados, al añorado cese al fuego, a las preparaciones militares de ambas partes, entre otras tantas hipótesis y conceptualizaciones bien distantes de lo que en realidad pudiera suceder en los próximos días; aunque el pronóstico es sombrío y aterrador. Sombrío ante la incertidumbre y esa posibilidad objetiva de que las tropas rusas se estén reorganizando para asumir una feroz ofensiva que, lamentablemente, pudiera ser debilitante para Ucrania. Aterrador, por las continuas amenazas de Putin respecto al empleo de sus recursos nucleares para lograr sus objetivos e intimidar al mundo occidental, que como se sabe, apoyan cuasi en su totalidad a Ucrania.
Para no caer en la especulación carente de sentido, ni en supuestas predicciones sin objetividad – lo que no es digno del análisis teórico en materia de política– me limitaré en este, mi segundo comentario en relación con el conflicto Rusia-Ucrania, a algunos aspectos en torno a la desinformación y tergiversación de la información acerca del principal suceso del momento.
Vladimir Putin, único culpable.
En primer lugar es necesario dejar bien precisado que los culpables de la agresión e invasión al pueblo ucraniano –toda vez que desde el inicio de la guerra las tropas rusas han atacado a poblaciones civiles e infraestructuras que no tienen nada que ver con la actividad militar– no es ni el Gobierno de los Estados Unidos, cuyo presidente Joe Biden ha tenido una participación destacada en oposición a las criminales acciones de Rusia, ni la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, entidad que no ha hecho más para evitar que el conflicto adquiera un carácter universal, ni la Unión Europea, UE, como se pretende difundir en algunas partes del mundo, cuyos regímenes totalitaristas han apoyado desde el inicio del conflicto al régimen de Vladimir Putin.
Solo hay un culpable en todo el conflicto, y este es el presidente ruso Vladimir Putin, cuyas acciones serán investigadas y sentenciadas en su momento, por cuanto constituyen crímenes de guerra y de lesa humanidad. Recientemente el Gobierno de Estados Unidos y la UE denunciaron que Rusia ha cometido crímenes de guerra en Ucrania. El fiscal del Tribunal Penal Internacional anunció el 2 de marzo la apertura inmediata de una investigación sobre situaciones en Ucrania por posibles crímenes de guerra, algo que reafirmó Antony Blinken, secretario de Estado estadounidense.
Ningún gobierno del mundo tiene derecho a hacer uso de la fuerza e invadir cruelmente ningún territorio por considerar que sea una “amenaza” para su nación, el principal fundamento que ha estado utilizando Putin para justificar su invasión a Ucrania; aunque se sabe que sus pretensiones van mucho más allá de esto. El viejo agente de espionaje en los tiempos del comunismo soviético aspira a reconformar la URSS, y Ucrania es su más preciado tesoro, toda vez que no solo es el granero de Europa, sino que parte de su propio ejército formaba la nómina del gran ejército de los tiempos de la URSS, amén del arsenal de armas nucleares, las que, junto al ejército, y hasta la limpieza de Chernóbil, tuvieron que ser repartidas a la hora de la separación definitiva de Ucrania en los inicios de los noventa del pasado siglo XX.
Debajo: Imágen desoladora que muestra los estragos de los bombardeos a infraestructuras civiles. El discurso político de Putin cambia, toda vez que se resiste a admitir su fracaso estratégico. Ahora el objetivo, más que derrocar a Zelenski y adueñarse de Kiev, se concentra en limitar la intervención para controlar el Donbás.
Ucrania es una nación independiente, y retomo la frase con la que comienza mi primer escrito dedicado al tema: cuando Rusia no era nada, ya Ucrania era Ucrania. Como república fundadora de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, Ucrania poseía la capacidad teórica de abandonar la Unión Soviética, algo que parecía imposible que sucediera. Recordemos que Mijaíl Gorbachov quería reformar la URSS, no disolverla. En 1991, cuando el grupo fuerte del Kremlin dio un golpe de Estado contra Gorbachov, el Parlamento ucraniano, elegido democráticamente, se adelantó sobremanera a declarar la independencia en una sesión de emergencia y a convocar a los ucranianos a las urnas para que decidieran si ratificaban la decisión. En dichas elecciones votó el 84% de la población ucraniana, y el 90% determinó separarse de Rusia. En 1994, Ucrania se convirtió en la primera ex-república soviética en transferir el poder pacíficamente a través de una elección, y pasó al capitalismo durante la próxima década.
Sin embargo esto no es lo que se dice, al menos abiertamente y en la plenitud de sus detalles, en algunas naciones del mundo cuyos regímenes totalitaristas las mantienen en una total desinformación. Recientemente el diario Granma, medio de prensa oficialista de Cuba, y como ellos mismos se autoproclaman, es el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, publicó un escrito basado en las opiniones del “investigador” Mario Antonio Padilla Torres.
Según el: “Occidente vio un peligro en el despertar de ese país e incentivó a que antiguos países socialistas y exrrepúblicas soviéticas se incorporaran a la OTAN para desarrollar un cerco en torno a Rusia. A ello se añade el incumplimiento de los acuerdos de Minsk I y II, los trágicos acontecimientos en la región del Donbass y la permanente petición del Gobierno de Ucrania de adherirse al bloque militar”.
Con lo que crea las bases teóricas para que los cubanos vean a los Estados Unidos, al mundo occidental y a la OTAN como los verdaderos culpables del asunto. No hay tal cerco en torno a Rusia. Téngase presente que, al igual que Ucrania, el resto de las naciones que integraban la antigua URSS son libres e independientes, y por lo tanto, tienen el derecho de pertenecer a las instituciones, instancias y organismos que consideren oportuno. En todo caso es Rusia quien penetra deliberadamente en las acciones de los gobiernos de naciones como Ucrania, a quien siguen viendo como parte de Rusia – ya ocurría mucho antes de la llegada del comunismo–. Países como Bielorrusia, cuyo gobierno está siendo presionado para que intervenga directamente en la guerra contra Ucrania, Kazajistán (la gran reserva de petróleo después de Rusia), Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, han mantenido regímenes totalitarios con represión absoluta hacia la oposición y estrechos lazos con Rusia, de quien reciben no solo el apoyo económico, sino el asesoramiento político y militar.
Sin embargo esto no lo trata Padilla Torres, quien solo ve el lado “oscuro” del asunto en el supuesto peligro que representan las naciones que, como Estonia, Lituania –la primera república soviética en declarar su independencia en marzo de 1990–, Letonia, Armenia, Georgia (firmó acuerdo de unión a la UE) y Moldavia, han asumido una posición bien diferente, toda vez que se han abierto al occidente y dejado a un lado la maléfica influencia del imperio ruso. El considerado especialista en temas de Europa del Este acude, una vez más, al polémico tema de la rusofobia, para finalizar el escrito, al insistir en que se ha agredido el libre flujo de la información “a conveniencia de quienes han provocado la actual crisis europea, es decir, EE. UU. y la OTAN. La compañía Cogent, que brinda servicios de internet, había informado a las firmas rusas la interrupción de sus servicios a partir del 4 de marzo. Como si no fuera suficiente, han aplicado a Rusia restricción de visibilidad y posicionamiento mediático en los buscadores, que mantienen un oligopolio casi absoluto, todos manipulados desde San Francisco”.
Con lo que reafirma no solo su posición defensiva respecto a Rusia y su premeditada acusación hacia los gobiernos occidentales y la OTAN en el grave conflicto del momento, sino que es el portavoz del diario oficialista cubano y del régimen castrista, cuyos mandatarios se han pronunciado a favor de Rusia, ya sea por conveniencia política y económica con dicho país, por maldad comunista, propia de todo sistema totalitario, o por ir en contra del Gobierno de Estados Unidos y de la mayor parte del mundo, como suele suceder desde los viejos tiempos del dictador Fidel Castro. Téngase presente que estamos ante una guerra, ante una verdadera invasión del ejército ruso al territorio libre e independiente de Ucrania, y no de una simple "operación militar especial", como refiere el Kremlin y repiten los satélites de Latinoamérica: Cuba y Venezuela.
La rusofobia y las falsedades en torno al conflicto Rusia-Ucrania.
Se ha estado empleando el término rusofobia de manera deliberada y con premeditación y alevosía. Se pretende insistir en un acoso hacia el régimen ruso por parte de las principales naciones occidentales y del gobierno de Estados Unidos. Nada más absurdo que esta ridícula hipótesis. El aislamiento total en que se encuentra Rusia no es más que la resultante de las desatinadas acciones de Vladimir Putin y sus seguidores. Las sendas sanciones aplicadas desde el inicio de la invasión han jugado su papel en este sentido, si bien, como ya afirmé antes, por si solas, y como elemento aislado, no pondrán fin al conflicto armado. Unirse a favor del pueblo ucraniano y en contra de los invasores rusos es un acto de justicia y no una rusofobia. No se trata de un rechazo hacia el pueblo ruso, hacia la grandeza de la cultura, el arte y la literatura rusa, hacia sus tradiciones, su arquitectura, sus grandes templos ortodoxos, sino de repulsión hacia un cruel mandatario que pretende apropiarse de territorios liberados de las garras del comunismo hace varias décadas.
La propaganda rusa miente y trata de alejar al pueblo ruso de la realidad del grave problema. Ahora califican la “operación” como un éxito, aún cuando todos sabemos acerca del fracaso estratégico de la invasión rusa, así como al uso indiscriminado de los bombardeos contra objetivos civiles, algo que las autoridades del Kremlin niegan a pesar de las evidencias. El Kremlin se resiste a aceptar la realidad de la situación, en la que llevan estancados semanas sobre el terreno soportando numerosas bajas humanas y materiales. El ejército ruso está siendo destruido –según las afirmaciones de Dimitro Kuleba, ministro de exteriores de Ucrania–, a pesar de que el régimen de Putin solo reconoce la pérdida de 1.351 soldados rusos, y otros 3.825 heridos.
Y así las cosas, ha pasado más de un mes. El discurso político de Putin cambia, toda vez que se resiste a admitir su fracaso estratégico. Ahora el objetivo, más que derrocar a Zelenski y adueñarse de Kiev, se concentra en limitar la intervención para controlar el Donbás y ayudar a las facciones prorrusas de Donetsk y Lugansk.
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