“Todo socialista es un dictador disfrazado “. Ludwig von Mises.
Roberto L. Capote Castillo.- Algunos expertos atribuyen los éxitos de las empresas capitalistas a la actuación de un líder y un colectivo de gerentes que trabajan en equipo. La dirección equivocada de un autócrata tiene en aquellas economías un importante verdugo: la decadencia y el fracaso empresarial. Esta consecuencia no es posible en Cuba pues, aunque las empresas tengan un mal desempeño o un aparente éxito el Estado las mantiene funcionando, sin embargo, la propaganda mediática siempre está anunciando crecimientos del PIB que han llegado a alcanzar cifras de dos dígitos, pero no tienen repercusión doméstica y el nivel de vida de los proletarios continúa empeorando cada día.
El castrismo al imponer la dirección centralizada de la economía originó el liderazgo autocrático en la economía. Esgrimen como argumento sus intenciones de conseguir que la economía logre los mejores resultados de forma expedita aun cuando no definen explícitamente visiones, políticas ni los objetivos que deben ser alcanzados y cuando existen fracasan. El socialismo desestimó la máxima del francés Tocqueville de que “el individuo es el mejor juez de su interés particular”. No es posible el progreso de una nación cuyas autoridades desconfían de la capacidad de sus ciudadanos para auto dirigirse. Esta actitud del Estado acrecienta su escepticismo sobre las potencialidades del individuo suponiendo que siempre estará tentado por las maléficas ideas del capitalismo. En el libro “El desafío americano”, del autor Jean-Jacques Servan-Schreiber, publicado en 1967, al analizar la situación desventajosa de la economía de Francia respecto a la de Estados Unidos realiza planteamientos interesantes sobre las limitaciones de la planificación centralizada:
“Una ausencia de misión colectiva, pero una estricta parcelación reglamentaria de las actividades de cada cual, caracterizan su comportamiento. Se interesa mucho en los medios y poco en los objetivos. En vez de fijar estos con precisión y dejar a sus interlocutores la mayor amplitud en la elección de los procedimientos, fija en detalle los procedimientos sin determinar los grandes objetivos”.
En el mencionado libro el autor analiza los graves problemas que confrontaban en aquella época diversas empresas francesas debido a su dirección de forma centralizada, a pesar de estar profusamente dotadas de ingenieros y competentes administradores al igual que ocurre, con los empleados profesionales, en las empresas cubanas. El panorama de centralización extrema descrito anteriormente queda minimizado ante la realidad existente en Cuba, pues no solamente se han centralizado las decisiones del desempeño empresarial, sino que esta práctica ha sido impuesta en toda la sociedad. Los males que genera este proceder fueron tempranamente avizorados por el autor del referido libro de la siguiente manera:
“La presunción de incompetencia trae aparejada una doble perversión. Mata la iniciativa por dentro y por fuera y disloca la administración. En efecto, la unidad de un poder central sobrecargado de detalles, abrumado, por la teledirección de millones de operaciones particulares, ha de ser forzosamente ficticia.
La presunción de incompetencia elabora sin cesar sus propias confirmaciones, pues niega a aquellos a quienes ataca la posibilidad de demostrar o adquirir unas aptitudes que le son a priori denegadas. Engendra constantemente conductas irresponsables y acaba por justificar la desconfianza en que se apoya”.
Los apologistas del sistema socialista al reflexionar sobre los planteamientos anteriores pudieran quedar desilusionados preguntándose que, si el Estado no desempeña las centralizadas funciones que el dogma les ha impuesto, entonces, ¿a qué se dedicaría? El propio escritor se encargó de darle respuesta a esta interrogante:
“Aunque se aligerase de este modo su tarea, El Estado no carecería de trabajo. Podría concentrarse en las responsabilidades que nadie puede asumir en su lugar. Sus dirigentes y sus funcionarios podrían dedicarse a lo esencial de su misión: definir cuidadosamente los objetivos, elaborar con precisión las políticas. Las grandes empresas modernas tienden a «centralizar los objetivos y descentralizar las decisiones». El Estado, como enorme empresa que es debe inspirarse en la misma regla. Pues la causa de su ineficacia estriba no tanto en la falta de medios jurídicos o financieros, como en la carencia de objetivos claros y políticas coherentes.”
Poco se puede añadir después de lo expuesto por el autor sobre el auténtico papel que le corresponde al Estado para serle útil a la sociedad que dirige, excepto que en Cuba además el país está arruinado. La asignación de tareas que dificultan el desempeño de los directores y la falta de trabajo en equipo de los consejos de dirección de las empresas han generado comportamientos que perjudican aún más sus climas organizacionales. Estas manifestaciones fueron precozmente alertadas por Peter Drucker:
“Mucho peor es el crecimiento de “gabinetes de cocina”. Al no poder desempeñar su cargo, el jefe se rodea de un grupo abigarrado de confidentes personales, ayudantes varios, analistas, una sección de control, etc. Ninguno de ellos tiene deberes claramente definidos. Ninguno tiene responsabilidades claras. Pero todos tienen acceso directo al jefe y en toda la organización se les acreditan poderes misteriosos. Socavan la autoridad de los gerentes de explotación, repiten su trabajo y les impiden la comunicación fácil con el ejecutivo jefe. Constituyen los peores casos de desorganización, el “gobierno mediante compinches”. Sin embargo, el ejecutivo jefe único necesita su gabinete de cocina. Al no poder organizar el equipo apropiado, tiene que arreglarse con mandaderos, secretarios privados, escribientes jefes y favoritos, en cuyas manos queda a la deriva, cada vez más, el control de las decisiones básicas”.
Lo anterior está presente en la mayoría de las empresas donde los directores han establecido su “gabinete de cocina” y aplican el “gobierno mediante compinches”. Lo que puede diferenciar los susodichos casos es la calificación de los miembros del mencionado gabinete, pues cuando un director selecciona a personas competentes para esta forma de gobierno las consecuencias pueden ser “menos malas”, pero cuando este grupo lo integran (como generalmente ocurre), los mediocres, basados en su obsecuencia al autócrata, lo único que se logra es la consolidación de la “mediocridad tranquila”.
En Cuba a estos gabinetes o grupos de poder se les denomina “los guatacas del jefe”. Frase que proviene de la época del presidente Gerardo Machado, connotado dictador. Se decía que sus acólitos le limpiaban el camino de malezas con sus “guatacas”, nombre del azadón según el léxico de los campesinos. Por lo anterior, es natural que los trabajadores sean muy prudentes en sus decisiones en presencia de los “guatacas” pues al igual que señala Drucker, tienen poderes misteriosos. Tampoco existen dudas de que la aparición de estas degeneraciones en la dirección, sustituyendo la acción colectiva, desorienta y desorganiza a los directivos y a los proletarios.
Desde hace años varios ministerios y otras instituciones de la economía son dirigidas por militares o exmilitares de alto rango quienes por naturaleza son autócratas, además de incompetentes, esta “estrategia” tampoco ha mejorado el desempeño del sistema empresarial. Ante este panorama Raúl Castro, para cuidar el patrimonio familiar y el de sus más cercanos acólitos, designó a su exyerno el general López-Calleja (recientemente fallecido), jefe de la empresa GAESA convertida en un monopolio comunista que fagocitó al 80 % de los negocios en divisas, transformándose en el jefe de la economía cubana. Alcanzó tal poder que según rumores el presidente designado tenía que pedirle la divisa para sus menesteres de presidente. Al parecer tenía tanto poder y confiabilidad que ha dejado un vacío difícil de cubrir. Su sustituta no tiene el poder de su antecesor. Habrá que esperar para ver como Raúl Castro resuelve esta situación.
El director es el responsable de lograr la sinergia en su empresa para que la realización económica sea mayor a la suma de los esfuerzos realizados por directivos y proletarios. Sinergizar no es una función practicada por los directores del sistema empresarial quienes por lo general la desconocen, generalmente no realizan ningún esfuerzo para lograr ese supremo objetivo, la realidad es que los directivos de los consejos de dirección no se esfuerzan de acuerdo a sus potencialidades y solamente hacen lo suficiente para ir tirando. Se continúa insistiendo en que la falta de responsabilidad y laboriosidad de los proletarios causan la baja productividad e ineficiencia de las empresas. Sin embargo, además del estilo autócrata de los directores, algunos muestran conductas perversas. Por ejemplo, el siguiente caso me lo comentó un amigo cercano que fue subdirector de una empresa:
- En la mencionada organización el director estableció un gabinete de cocina y un gobierno por compinches, explicándome que los conflictos entre los miembros del consejo de dirección eran cada vez más frecuentes y el clima de la organización se enrarecía por día. Esta situación obligó a mi amigo a trasladarse hacia otra empresa. Años más tarde, después de jubilado el aludido director, en conversación sostenida por ambos, éste le confesó que aplicaba la estrategia de promover conflictos para que los miembros del consejo estuvieran ocupados en estas trifulcas y no tuvieran tiempo para valorar sus decisiones y los resultados en la empresa. Con este método desempeñó el cargo de director en diferentes empresas por muchos años hasta que se jubiló. Esto es una aberración de la autocracia.
No puedo aseverar que tal extremo sea la regla en la generalidad de los consejos de dirección de las empresas, pero en un buen número de ellas se detectan diferentes matices de esta situación, derivada del gobierno por compinches, así como los gabinetes de cocina y los celos que despierta entre los directivos el estilo de dirección autocrático.
El salario de los directores y directivos de las empresas, en la generalidad de los casos, no tiene el suficiente atractivo financiero para las tareas que deben desempeñar y peor situación afrontan con el monto de las jubilaciones que reciben al concluir su vida laboral, siendo además imposible ahorrar dinero mediante el salario devengado durante el ejercicio del cargo. Lo único beneficioso de dichas responsabilidades son las ganancias en “especie”, como por ejemplo tener un coche, hurtar comida, dietas para beneficio propio, apropiarse de los productos, la corrupción, etcétera.
Paseando por la ciudad donde residía pasé por un paraje dedicado al tiro al blanco y encontré a una persona que fue director de empresas importantes en las décadas de los setenta y ochenta. Me sorprendió verlo realizando esa labor después de su jubilación. Me dice que, además, por la noche trabajaba como custodio de un centro de trabajo. Este hombre, que continuaba siendo un ferviente comunista, me expresó: “el socialismo tiene que resolver el problema de garantizar una pensión que le permita a la persona descansar sin necesidad de trabajar”. Para evitar una discusión no le dije que esa solución nunca se encontró porque similar situación había observado en mis visitas en los años ochenta a Moscú donde mujeres ancianas rompían hielo en las calles después de jubiladas para poder subsistir.
Los directores por lo general continúan aplicando el estilo autócrata en lugar del liderazgo y los proletarios no tienen ninguna influencia en las decisiones de las empresas. Aun cuando el sistema empresarial no ha tocado fondo, en cuanto a la ineficacia e ineficiencia, continuará declinando hasta su quiebra quiéranlo o no la cúpula castro-comunista, mientras tanto, seguirá flotando como un barco a la deriva y para mantenerse en esta situación no le quedará más remedio que utilizar el control amenazando constantemente, a los directores y directivos, con el “Apocalipsis” que les viene encima por los fracasos de las empresas, lo cual lejos de mejorar el panorama lo enrarece aún más. Además, continuarán inventando medidas para “resolver” los graves problemas de la economía que realmente son consignas en lugar de soluciones y procurarán ganar tiempo para sobrevivir ante la inminente catástrofe.

capotecastillo@yahoo.es
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