
Licenciado Frank Braña Fernández.- Bogotá. Colombia.- «Los niños piden juguetes, los presos la libertad y yo para ti eterna felicidad» Estos eran parte de los versos que los más avezados solían incluir en las tarjetas que se regalaban en fechas especiales en Cuba. Mucho ha llovido desde entonces y la felicidad que caracterizaba a la familia cubana fue desvaneciéndose a golpe de domingos rojos y marchas del pueblo combatiente. Los niños de hoy no se ilusionan con juguetes, muchos a su corta edad han partido a la dura condena de la migración rompiendo selvas o surcando cielos, pero las secuelas son las mismas. Elpidio Valdés deambula traicionado por las calles mientras de Cecilin y Coty jamás se ha vuelto a saber, tal vez desaparecieron en la selva del Darién; y en la gran isla-cárcel los que quedan ruegan libertad.
No ha existido en la historia reciente de la humanidad un pueblo tan oprimido ni una complicidad tan evidente desde todo el espectro político, económico y social por parte de las fuerzas dominantes internacionales que la que sufre la nación cubana y sus hijos. El gran mérito de la ideología castro-comunista ha sido sembrar la división entre hermanos y levantar un mito de sistema inexpugnable lleno de razones y verdades.
Las verdaderas razones de por qué no seguir haciendo las cosas igual las olvidó el pueblo cubano. En agosto de 1994 se desbordo el malecón, miles de cubanos salieron a las calles para exigir libertad y expresar su frustración con el gobierno, ocurría el Maleconazo. El 11 de julio de 2021, miles de personas salieron espontáneamente a las calles en decenas de ciudades para protestar por las condiciones de vida y las violaciones constantes de sus derechos. Luego de ambos eventos, como por obra y gracia, se abrieron las puertas para que los cubanos salieran en balsa a los Estados Unidos y países amigos declararon libre visado.
Para hacer de la política un negocio siempre sobran maestros. Recordemos que hay más partidos opositores e influencer que estrellas en el firmamento; pero falta la voluntad de unirse, y justamente en esa puja de poderes e ideología nuevamente queda atrapado el ciudadano cubano.
Sé que una cuartilla no solucionará el problema de Cuba, la novia triste que quiere emanciparse; pero sirvan al menos unas pocas palabras para reflexionar que se nos acaba el tiempo, que la solución nunca vendrá de otros que no sean sus hijos desprejuiciados, humildes y con la mirada en el futuro.
Tomémonos de las manos y comencemos andar.

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