Cambio fraude aliñado con salsa rusa Por Ana León Cubanet 23 de enero de 2023
 Miguel Díaz-Canel y Vladimir Putin
El año ha iniciado con un picheo duro, directo al bolsillo de los cubanos, y un conjunto de sucesos que dan la medida de cuán mal anda este Gobierno y su necesidad desesperada de agarrarse de cualquier cosa, ya sea una puesta en escena televisada, en la que aparece un profesor universitario cuestionando las directrices ideológicas del PCC; una millonaria donación hecha por China; un deshielo diplomático con Estados Unidos; o un intento de reeditar los años dorados del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) con la próxima apertura —según el diario Sputnik— de un centro especial para impulsar reformas en la economía cubana, asesorado por los “amigos” del Kremlin.
El Gobierno cubano ha recurrido a Moscú para que lo guíe en una transición cuya única finalidad sería implantar un capitalismo administrado por oligarcas enriquecidos, al estilo ruso. Para lograrlo contarán nada menos que con el criterio de Boris Titov, un derechista liberal, lo cual significa un giro radical en el mediocre y desatinado juego político que ha desplegado el castrismo desde la llegada de Díaz-Canel al poder.
No es nada nuevo que Cuba sea gobernada por un grupo de familias enriquecidas. Eso sucede desde 1959 y se ha hecho descaradamente evidente en los últimos años. El problema sería, quizás, que tienen su propio discurso en contra. Palabras como “capitalismo”, “derecha”, “neoliberalismo”, han sido claves en la retórica agresiva contra Estados Unidos y el mundo occidental en general. Aceptar ese mismo “veneno” en frasco ruso, sería un portazo más en las narices de los gobiernos de Occidente que en múltiples ocasiones han justificado al régimen y lo han ayudado a mantenerse a flote, una complicidad que mucho ha costado al pueblo cubano en todos los aspectos.
A estas alturas, con absoluta tranquilidad, declaran que la reforma “a la rusa” viene en camino, porque ya los oligarcas cubanos, sus hijos y sus nietos no quieren seguir escondiéndose. Si a Sandro Castro le halaron las orejas por el episodio del Mercedes Benz, recordándole que estaba presumiendo sus lujos ante un pueblo oprimido y miserable como pocos en el mundo; ahora se preparan para ir modificando el mensaje y que todos los cubanos vean como algo normal la opulencia de los Castro, los García Frías, los Rosales del Toro y otras familias que se aprestan a rebanar el pastel de mutuo acuerdo con el imperio de su elección.
Y mientras se crea el Centro de Transformación Económica que acercaría a Cuba al Kremlin más de lo que ya está, la administración Biden abre los grifos para que lleguen los dólares con que se ha de sufragar, al menos en parte, la transición; dólares que no serán suficientes porque en el estado de ruina total que padece Cuba, se necesita mucho más que dinero para recomponer algo parecido a un país.
Precisamente a los emigrados estuvo dirigida la perorata sobre el patriotismo que soltó el “historiador rebelde” en la Mesa Redonda. “Se puede ser patriota lo mismo en Cuba que en España o en Miami”, dijo el profesor, y su postura es solo la avanzada de muchas otras, similares o más atrevidas, que ya han sido preparadas por los dueños del circo.
Reconocer el patriotismo de los que se van es una estrategia importante para que el vínculo con Cuba no se siga rompiendo, porque ese vínculo motivado esencialmente por los afectos, se traduce en ingresos para una dictadura que necesita cada centavo de dólar. Ahora que el zapato aprieta, los emigrados también son la Patria. El régimen no los quiere, pero los necesita.
El patriotismo que jamás será reconocido es el de aquellos que se han quedado dentro de Cuba exigiendo libertad y democracia, muchos pudriéndose en prisión. Ese es el cambio que viene, capitalismo puro y duro controlado por una mafia militar de cuello blanco, sin garantías civiles ni derechos políticos.
Al pueblo cubano no se le ha consultado si está de acuerdo con el paquetazo que se avecina y la injerencia de Rusia. La fracción mínima de pueblo que está prestando atención se da cuenta de que no casa la reforma liberal de derecha que se perfila en el horizonte, con la máxima —mil veces repetida— de que la concentración de capital en manos de un puñado de individuos atenta contra el socialismo. Eso es justo lo que propone el modelo capitalista ruso que Cuba está a punto de copiar.
Después de realizar un excelente análisis sobre el tema, el economista Mauricio de Miranda dejó abierta la pregunta de si los cubanos permitirán la creación de “un Estado mafioso, en el que la lealtad al mafioso mayor es la que determina la carta de supervivencia”.
Mientras los cubanos se van enterando de la gravedad de la situación, los medios oficiales se preocupan por el encarecimiento y la escasez de huevos en Estados Unidos. Y no cualquier tipo de huevos; sino los de tamaño grande y extragrande, que ahora superan los siete dólares la docena en un país donde el salario mínimo ronda los quince dólares por hora.
Sobre el hecho de que Cuba está a punto de convertirse en una colonia rusa, nada tienen que decir; como tampoco de los dos mil pesos que ahora mismo cuesta un cartón de huevos enanos en un país donde el salario mínimo es de 2 100 pesos mensuales.
El cambio fraude vendrá aliñado con salsa rusa; o al menos eso quieren los barrigones del PCC. Por el momento, el Centro de Transformación Económica es solo un proyecto. Hay que crearlo primero para planificar luego, lo cual, tratándose de Cuba y sus economistas nivel Murillo, podría tomar décadas y, aun así, salir mal.
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