Demanda en Londres: la corrupción premeditada y los "funcionarios descartables". Por Ernesto Pérez Chang Cubanet 25 de enero de 2023
Si las demandas contra el programa de parole humanitario lograran suspenderlo aunque sea temporalmente, será sin dudas una muy mala noticia para muchos, aunque nada comparado con lo que supone que la otra demanda, la que estaría a punto de proceder en Londres, desencadenará en los próximos años cuando los demandantes, ya con luz verde del tribunal londinense, comiencen a emprender otras acciones de las que sin dudas sentiremos los efectos, aunque el régimen cubano y ciertos analistas —quizás buscando que no cunda el pánico— constantemente minimicen la magnitud de las consecuencias futuras de este primer paso.
Ahora que el principal argumento de los demandados ha sido retirado (así que de nada les ha servido encerrar a los supuestos “funcionarios corruptos”) y que ni siquiera pueden llamar “fondo buitre” a CRF-I (ni usar cualquier otro término ofensivo) frente a la jueza Sara Cockerill, el partido se torna peligroso para los comunistas.
Ya a finales de los años 80, acusados de narcotráfico en la región en complicidad con Manuel Antonio Noriega, en Panamá, el argumento de la corrupción dentro de sus filas les surtió efecto cuando Estados Unidos estuvo a punto de intervenir militarmente en Cuba, y así todo indica que los juicios sumarios contra el general Ochoa y varios oficiales del Ministerio del Interior fueron suficientes para alejar el peligro.
No faltan los que sostienen que aquellas causas que terminaron en cárcel y fusilamientos express no fueron tanto “fabricadas” como que respondieron a un modus operandi de la dictadura en que, con conocimiento total de lo que sucede en asuntos de “corrupción” dentro de sus instituciones y estructuras de poder, la diseña, propicia y estimula mientras recibe los beneficios, pero cuando se siente expuesta y en peligro se desentiende del muñeco diabólico que ella misma creó en las sombras.
Una creación para la que muy pocas veces darían la cara, sabiendo que ni siquiera los funcionarios “ejecutores”, más tarde sacrificados como chivos expiatorios, podrían señalarlos como responsables en situaciones como esta de Londres (o como en los juicios militares de 1989 y 1990) porque en realidad estos “descartables del sistema” se llegan a sentir culpables de lo que hicieron sin detenerse a pensar un segundo que si hicieron lo que hicieron es porque los dejaron hacer. ¿De qué otro modo aparecen las pruebas periciales bajo la forma de fotos, videos y audios, de teléfonos intervenidos y agentes encubiertos durante décadas si no es que se tenía conocimiento bien claro de lo que estaba sucediendo?
Así pudo haber sucedido en 2009, cuando la oleada de destituciones que dejó prácticamente vacías las oficinas del Consejo de Estado. Y es que durante años, bien informados de las “conspiraciones”, es evidente que algunos se dedicaron a grabar sabiendo que ese “exceso de confianza” les sería útil llegado el momento. Y pudo pasar con Luis Orlando Domínguez en 1987, y con Roberto Robaina en 1999, y hasta con el empresario chileno Max Marambio en 2010 cuando ya no les fueron útiles o les estorbaban. A todos, como decimos los cubanos, les dieron cordel para que, olvidándose del anzuelo que siempre supieron enganchado a sus lenguas, se sintieran libres e hicieran lo que tenían que hacer.
Y es que, para los que hemos vivido y trabajado largo tiempo en Cuba, para los que de muchos modos hemos sido piezas de este “engranaje”, no nos resulta difícil sospechar que aquí nada se “corrompe” por casualidad, sino con total conocimiento de cómo vuela esa nave, así de cómo y cuándo se activa el mecanismo de eyección para que el verdadero piloto se salve en paracaídas aunque la máquina se destruya en pedazos sobre nuestras cabezas, como si fuese un “accidente”.
Pobre del que no dude de la “accidentalidad” de las cosas que suceden en esta Isla donde, por solo referir un ejemplo entre miles, el mayor emporio empresarial que domina la economía y las finanzas, en manos de los militares, no es auditable ni nadie entre “nosotros los mortales”, por más que nos creamos “expertos” en la materia, sabe hasta dónde alcanza y en qué consiste su verdadero poder.
Hoy, mientras sucede la pesadilla de Londres —de la que no escaparemos aún estando a favor o en contra—, otra pesadilla está punto de acontecer para hacernos más sombrío el panorama, y es el asesoramiento ruso en asuntos de economía, una especie de déjà vu que ya nos advierte hacia dónde vamos porque allí estuvimos, y no precisamente en sueños.
Pero, ya que estamos hablando de los “beneficios” de la corrupción, reparemos en cuán “discretos”, por no decir silenciosos, han sido los medios de prensa del régimen (y hasta el propio régimen) respecto a un suceso que, indiscutiblemente, sacudirá la economía cubana para beneficio y perjuicio de quienes ya sabemos cuál disfraz (de rico o mendigo) nos corresponde vestir en esta nueva costume party.
Cuando pasen los años, y posiblemente los días en tanto el “cambio” les apura bajo tanta presión, ya escucharemos los nombres de quienes darán la cara como los primeros “magnates autorizados”, así como ignoraremos sus verdaderas historias, tanto como hoy nada sabemos de quienes, incluso sin ser conscientes, prestaron sus nombres al régimen para registrar una off-shore en los años 70, 80 y 90; o una MIPYME de por estos días, de esas que dicen ser “privadas”, pero solo de boca para afuera.
Si las cosas van mal con el nuevo experimento ruso, entonces algún “funcionario descartable” irá a la cárcel, o, simplemente, si la sangre no llegara al río, pasará “a ocupar otras funciones”. Y cualquier semejanza con el desenlace de la Tarea Ordenamiento no es pura coincidencia.
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